trabajo remoto asíncrono

A la conquista del tiempo y del espacio laboral

Si la pandemia abrió forzosamente la puerta al teletrabajo, hoy son las plantillas las que no quieren renunciar a la flexibilidad. Sobre la mesa, más que nunca, están cuestiones de bienestar, conciliación o desconexión, y modelos de trabajo remoto o asíncrono pueden ser una vía para materializarlas.


Aunque ahora ya nos suene a una realidad lejana, el teletrabajo fue uno de los principales cambios forzados en nuestro modelo productivo por el duro confinamiento de la pandemia. A pesar de ello, no estaba nada clara su continuidad como opción a la que pudiéramos acogernos cuando esta terminara. A punto de cumplirse el tercer aniversario del encierro, algunas empresas han dado marcha atrás –o lo han intentado–, pero está claro que, para muchos profesionales, la flexibilidad es irrenunciable, sobre todo en aquellos sectores relacionados con la digitalización.  

Así lo afirma una encuesta sobre el trabajo remoto realizada por Prosperity Digital, que recoge que el 81% de estos profesionales se plantearían abandonar su empresa si tuvieran que volver a la oficina a tiempo completo. Según el estudio, el 58% de las personas consultadas consideran que son más productivos cuando teletrabajan y solo el 7% afirma ser más productivo en la oficina.

«Estos cambios ya venían de antes, pero la pandemia los ha acelerado. Nos hemos dado cuenta de que se puede ser igual de productivo sin necesidad de estar en el lugar de trabajo, o sin tener que cumplir unas horas necesariamente», afirma Gary Mullan, CEO de Prosperity Digital, especializada en la contratación de perfiles en el sector digital.

Para Mullan, lo más importante de este estudio es el «principio de realidad» que evidencia. «La encuesta nos dice que si al 81% de los trabajadores digitales les obligas a volver todos los días a la oficina, buscarán otra salida. Esto significa que casi no hay alternativa para las empresas y sus responsables, que deben adecuarse a esta realidad porque, si no, el talento se escapará y no puedes permitirte el quedarte sin gente», explica.

El reto y las oportunidades del trabajo asíncrono

El experto pone sobre la mesa otro concepto que, aunque por ahora es menos popular que el teletrabajo, probablemente acabe también popularizándose. Nos referimos al trabajo asíncrono que, como su propio nombre indica, hace referencia a la manera de trabajar en equipo de manera diferida en el tiempo, es decir, en distintos momentos del día. En otras palabras, esto significa que no se espera ni se plantea que los trabajadores estén disponibles en las mismas franjas horarias.

El trabajo asíncrono también libera al trabajador de cumplir escrupulosamente un horario milimetrado de ocho horas al día cinco días a la semana. «Hay muchas herramientas digitales relacionadas con la gestión de tareas que ayudan a que esté todo muy bien definido por tareas asignadas a personas con una fecha límite», destaca Mullan. Por tanto, si dentro de un equipo está claro quién es la persona encargada de cada tarea en cuestión y se conocen los plazos de entrega, eliminamos la necesidad de que todo el personal tenga que trabajar al mismo tiempo y las mismas horas a diario, ya sea en remoto o en la oficina.

Esta forma de organización en la que no todo el mundo trabaja al mismo tiempo también podría servir para acabar con esas largas e improductivas reuniones de trabajo. Un estudio impulsado por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) tradujo a cifras hace no mucho a ese problema de reunionitis que sufren las compañías y sus plantillas: eliminaron por completo las reuniones durante tres días a la semana en 76 empresas de más de mil empleados y vieron cómo la productividad aumentó en un 73% y el estrés de los empleados se redujo en más de la mitad. En el modelo asíncrono, los diferentes husos horarios internos hacen que muchas reuniones sean sustituidas por emails o, cuando es necesario, por vídeos explicativos en los que los responsables de equipo pueden solucionar muchas de las dudas, casi siempre comunes y compartidas, de sus empleados.

El derecho a la desconexión (y al trabajo realista)

La posible combinación de teletrabajo y trabajo asíncrono suena más que sugerente para quienes puedan desempeñar su labor profesional en remoto, pero es necesario un tercer factor en esta ecuación para que este sueño de la flexibilidad total no acabe produciendo monstruos en nuestro desempeño cotidiano. Nos referimos al derecho a la desconexión, cuyo reconocimiento legal y real es el mejor antídoto frente a las tentaciones de algunas corporaciones para que sus empleados estén permanentemente conectados y contesten a los correos electrónicos mañana, tarde y noche. «Nuestra encuesta recoge que la primera contrapartida negativa que los trabajadores ven al teletrabajo es que al final trabajan más horas. Es casi todo muy positivo, pero no en este punto», reconoce Mullan.

Una mala concepción del trabajo asíncrono podría además empeorar problema, por ejemplo, mediante el establecimiento por parte de los responsables de equipo de tareas excesivas ligadas a fechas de entrega demasiado ajustadas, que provocarían en la práctica un alargamiento preocupante de la jornada laboral. El resultado indeseable sería, por tanto, unas condiciones laborales menos flexibles en la práctica y menos compatibles con la adecuada conciliación de la vida profesional y familiar, que es lo que en teoría se pretendía.

¿Cómo solucionarlo? El experto cree que la respuesta está precisamente en el derecho a la desconexión digital. En el año 2017, Francia fue pionera con una ley que consagraba esa conquista laboral para evitar que los empleados tengan que seguir pendientes del correo, o bien de otras aplicaciones una vez concluida su jornada. En España, la Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales, que entró en vigor en diciembre de 2018, también incluye una cláusula que reconoce el derecho a la desconexión en España.

Igualmente, para impedir la fijación de tareas excesivas en un contexto de trabajo asíncrono, se debería establecer un marco que garantizara la correcta adecuación de los ritmos de trabajo. Algo complejo, reconoce, y que va a requerir del acuerdo entre los responsables y los diferentes miembros de los equipos de trabajo. «El paso más importante que debemos dar va en la línea de la norma francesa: que la empresa genere una cultura de empresa que fomente el ser productivos durante las horas de trabajo. Para ello, el project manager y los trabajadores deberán analizar de manera correcta tanto el proyecto como las diferentes tareas que genera dicho proyecto. Además, hay que preguntar y evaluar de manera adecuada el tiempo que nos va a llevar cada cosa y hay que fijar plazos de entrega realistas porque si no, habría que trabajar horas extra y todo esto perdería su sentido», advierte Mullan.

Hacia la jornada laboral de cuatro días

Aquí entra en juego el cuarto y último elemento que debemos incluir y que es muy anterior a la aparición de todo este mundo digital: los derechos laborales. Si en el siglo XIX la reivindicación era eso de las «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para el ocio», hoy las batallas son otras, pero siguen ahí en forma de lucha contra la precariedad, la garantía de sostenibilidad del modelo de pensiones o de la renta básica universal.

También en el debate sobre la jornada laboral de cuatro días que ya se está implantando –y con éxito– de manera piloto en diferentes empresas dentro y fuera de nuestro país. En Reino Unido, por ejemplo, de las 61 empresas que se sumaron hace seis meses al programa para probarla manteniendo el salario y la productividad reduciendo al 80% el tiempo de trabajo, 56 han pedido prorrogarla, 18 de ellas de forma permanente. En España acaba de arrancar un piloto real impulsado por el Ministerio de Industria para implantarlo en las pymes y consultoras del sector. Lo hace en una fecha simbólica: este 2023 se cumplen cuarenta años de la ley que regulaba la jornada laboral de 40 horas.

Sobre la mesa, más que nunca, cuestiones como la conciliación laboral, el bienestar, el derecho al tiempo libre o, por supuesto a la conectividad sin que existan brechas territoriales o socioeconómicas para los sectores de la población menos favorecidos. Si somos capaces de integrar todos estos factores, conquistaremos el tiempo y el espacio laboral y, lo que es más importante, el tiempo y el espacio que necesitamos para nuestra propia vida.

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