Ilustración: Carlota Bravo

A la mierda

«Nos perdemos en la narrativa e inventamos idiomas o palabras que son solo meros eufemismos para evitar decir las cosas claras», escribe Marta González-Moro en el editorial de nuestro número de verano.


Hay una anécdota viejuna que no sé si es muy conocida –o si directamente es un poco friki– que me encanta. El protagonista es el cantante italiano Adriano Celentano que, además de ser un visionario con canciones protesta que hoy nos suenan ecologistas, también fue un tipo divertido que consumó uno de los troleos más épicos de la música moderna. Corría 1973 cuando publicó Prisencolinensinainciusol, una canción de título impronunciable que cantada melódicamente suena a inglés… pero que simplemente es eso, una canción sin sentido que suena a inglés. Con ella, además de ridiculizar la fiebre del momento por ensalzar lo americano frente a lo local e italiano, logró un gran éxito de ventas. 

En ese momento yo ni siquiera había nacido y ahora llevo casi veinte años trabajando en el ámbito de la sostenibilidad. El tiempo pasa y las cosas cambian, pero de claridad en la comunicación vamos tan justos como la canción de Celentano: palabras y relatos que suenan increíbles… pero que no dicen nada. Hasta la Unión Europea ha tenido que poner en marcha el aparato legislativo para luchar contra el ecoblanqueo. O, mejor dicho, greenwashing, que a los eruditos de la materia el inglés les sigue sonando mejor. 

Así, entre el ruido y la música, pasa la vida. Nos perdemos en la narrativa e inventamos idiomas o palabras que son solo meros eufemismos para evitar decir las cosas claras: por mucho que queramos adornarlo, la realidad es que, o cambiamos radicalmente, o el sistema –y todo lo demás– se va a la mierda. 

Esa falta de claridad confunde, desilusiona y agrava una procrastinación climática en la que también nos hallamos como ciudadanos. Deseamos habitar y convivir en una sociedad más sana y saludable, pero no arranca en nosotras la fuerza suficiente para cambiar las cosas definitivamente. Pero estoy convencida de que, aunque no lo hagamos perfecto, ya hemos entrado en el modo sin rodeos. En este número hemos intentado hablar claro. Desde el optimismo –tan necesario en estos tiempos– y las ganas de cambiar las cosas de una vez, empezando hoy mismo. Venga, vamos a dejarnos de mierdas y a ponernos a ello. 

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