Adiós al turismo tradicional: del centro a los barrios para vivir la ciudad

El turismo se ha expandido más allá de los centros históricos, transformando barrios y la interacción entre residentes y visitantes, haciendo imprescindible una convivencia armoniosa en el espacio urbano.


Ya en 2017 la Oficina de Turismo de Copenhague anunciaba, más que como eslogan promocional como nueva perspectiva de la estrategia del destino, el «fin del turismo, tal y como lo conocemos». Y cuánta razón tenía, porque los problemas urbanos son cada vez más globales.

Lo que le ocurre a un destino no le pasa exclusivamente a éste sino también a otros, da igual en qué latitudes. Y eso ha tenido una serie de consecuencias que aún cuesta digerir a los empresarios, gestores y residentes.

Más allá del centro

El turismo es una de las pocas industrias que no se pueden deslocalizar, porque implica la visita física a destinos específicos para experimentar sus atracciones, cultura, paisajes y servicios. Esta experiencia no puede ser replicada completamente en otro lugar, pues cada destino tiene su identidad, aunque el metaverso lo intente reproducir.

Aunque los visitantes se desplazan sobre todo dentro de la burbuja turística de los centros históricos, cada vez amplían más sus recorridos hacia otros barrios de las ciudades. Este fenómeno es una nueva forma de turismo urbano, un cambio de paradigma, que ha cambiado la forma en que vive la ciudad el residente y el turista la experimenta.

Tradicionalmente, los turistas visitaban las ciudades que los gestores querían vender, la fachada: sus monumentos, sus museos, sus artesanías y sus fiestas. Mientras, en la parte de atrás estaban los residentes y sus barrios, sus bares y sus tiendas. Ahora quieren conocer y vivir las bambalinas de estas ciudades y entrar en contacto directo con sus habitantes.

Sumergirse en el entorno

En la actualidad, el turismo urbano no sólo afecta a las zonas turísticas sino a la ciudad en su conjunto. El valor del patrimonio cultural es destacado, aunque su distribución no sea lo suficientemente amplia como para que se extienda por toda la ciudad, ni tampoco lo bastante concentrada como para convertirse en una ciudad-museo.

Esta situación plantea el riesgo de que el desarrollo turístico afecte negativamente a otras funciones urbanas. La frontera entre los lugares turísticos y los cotidianos se está diluyendo y estos lugares y barrios se exponen a ser cada vez más vulnerables.

Las nuevas áreas turísticas que se están implantando no tienen tantos edificios históricos ni instituciones culturales. Son los barrios de la ciudad, con la presencia del residente en un entorno auténtico. Con los cambios en los hábitos de consumo, los visitantes desean experimentar una estancia más real: dormir en las viviendas, comer en los establecimientos y sumergirse en los entornos locales. Todo con el fin de sentirse como parte de la comunidad que visita.

Habituales vs. temporales

Mientras que los residentes experimentan el espacio urbano de manera cotidiana y familiar, para los turistas pueden resultar emocionantes y fascinantes incluso los elementos más simples. De ahí que esté cambiando la forma de llamarlos:

  • Anfitriones versus invitados: los anfitriones son los residentes permanentes de la ciudad, que reciben y acogen a los visitantes temporales. Tienen la responsabilidad de compartir su lugar y su cultura con los invitados, brindándoles orientación, servicios y hospitalidad. Por otro lado, los invitados son los turistas u otros visitantes temporales que son recibidos por los residentes.
  • Ciudadanos habituales versus temporales: los habituales son aquellos que residen de manera permanente en la ciudad y tienen una conexión arraigada con ella, están familiarizados con el entorno y participan en la vida diaria de la comunidad. En contraste, los ciudadanos temporales son aquellos que visitan la ciudad por un período limitado, como turistas, viajeros de negocios u otros propósitos. Su experiencia en la ciudad es transitoria y pueden tener una perspectiva distorsionada debido a la brevedad de su estancia.

A pesar de estas diferencias, es esencial que todos cumplan con las normas y obligaciones establecidas para garantizar una convivencia armoniosa y respetuosa en el espacio urbano. Esto contribuirá a crear un ambiente seguro y agradable para todos los que disfrutan de la ciudad que comparten.

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