Si te gusta la arquitectura –y, especialmente, su variante más verde–, te sonará el nombre de Anna Heringer. Es una de las profesionales más reconocidas del mundo, sobre todo por cómo usa e integra en sus obras los materiales de las comunidades con las que trabaja, fomentando la economía local y protegiendo el entorno.
Para intentar minimizar la huella medioambiental de sus construcciones, Heringer apuesta por usar materias primas que se encuentren cerca del lugar donde se van a levantar: tierra y barro, bambú, paja… materiales que no dependan de sistemas externos y que, además, fomenten las economías y a los artesanos de la zona y se integren con el entorno. «Sostenibilidad es sinónimo de belleza, y lo que define el valor estético y sostenible de un edificio es que se encuentre en armonía con su diseño, estructura, técnica y uso de materiales, así como en relación con su ubicación, con el entorno, con el usuario y con el contexto sociocultural», explica.
India y Bangladesh son algunas de las zonas que han centrado el trabajo de la arquitecta alemana, en las que ha puesto en práctica sus construcciones con barro y bambú. La escuela rural de METI en la aldea de Rudrapur (Bangladesh) le valió el Premio Aga Khan en 2007, uno de los máximos reconocimientos profesionales a la arquitectura.
Anna Heringer ha trasladado esta filosofía también a Europa, donde emplea materiales como la madera, la fibra, la paja o el cáñamo, de cercanía, en construcciones innovadoras y modernas que además cuentan con altos estándares de eficiencia energética. Hospederías, oficinas, catedrales… Todos ellos con la nota común de implicar a las comunidades locales, como se hacía antaño, cuando eran los propios vecinos los que participaban y ayudaban en las obras de los demás.
El Museo ICO le dedica a la obra de Anna Heringer la exposición Belleza esencial, disponible hasta el de mayo y comisariada por Luis Fernández Galiano, en la que se pueden ver fotografías y maquetas de la obra de la arquitecta alemana. Si necesitas aún más motivos para visitarla, sigue leyendo este reportaje de Mariángeles García en Yorokobu.