escuela aire libre

Aulas, patios y viceversa: lecciones de la escuela al aire libre

En estas épocas nostálgicas que nos toca vivir, la reivindicación de que ya nada es lo que era no nos suena a nuevo. Cine, música, vida… Las experiencias personales nos empujan a pensar que, a veces, cualquier tiempo pasado fue mejor. Para eso hay muchas respuestas pero, si no mejor, algunas cosas sí eran diferentes hace unas décadas. La educación y la escuela, también.

Para empezar, a comienzos del ya pasado siglo XX, dar clase al aire libre no era algo tan raro. Lejos de las aulas, pasillos y paredes que han protagonizado la docencia, las escuelas al aire libre respondían a criterios, en muchos casos, médicos e higiénicos. En las primeras décadas, las viviendas y colegios eran lugares bastante precarios que favorecían la aparición de enfermedades como la tuberculosis, por lo que, cuando las condiciones eran favorables, muchos centros optaban por dar las clases en el exterior. ¿De qué nos suena?

Este tipo de centros se diseminaron por toda Europa, de Alemania a Francia pasando por Austria, Bélgica, Holanda o España, donde podemos encontrar ejemplos en la Escuela del Bosque (1914) o la Escuela del Mar (1922), ambos en Barcelona. Además de su interés educativo, este tipo de escuelas tienen un enorme interés arquitectónico, ya que estaban pensadas para garantizar la buena circulación del aire o para mejorar las condiciones de aislamiento y poder controlar la temperatura.

Si quieres saber más sobre el funcionamiento de la escuela al aire libre, Pedro Torrijos hace un recorrido histórico en este reportaje.

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