biomimesis

Biomimesis: la revolución de la inteligencia natural

Sumidos en una cuarta revolución industrial, la ingeniería y la mecánica miran a lo que siempre estuvo ahí:  la innovación se fusiona con la biología para descifrar los secretos de la naturaleza y mejorar la vida del ser humano y su relación con el entorno. ¿Llega la era dorada de la biomimesis?


Desde que puso un pie en el planeta, el homo sapiens ha seguido el ejemplo y la inspiración de la naturaleza para sobrevivir en él. Entonces lo hacía de forma rudimentaria, siguiendo su instinto, pero ahora, con todas las herramientas que la tecnología pone a nuestro alcance, es posible llevarlo a cabo de forma mucho más sofisticada. Es lo que, al hablar de ingeniería, se conoce como biomimesis: estudiar los mecanismos de la naturaleza, para más tarde imitarlos y aplicarlos a cualquier campo industrial.

Como el resto de prácticas humanas, esta técnica se ha ido perfeccionando a lo largo del tiempo. Si para nuestros antepasados fabricarse un abrigo de piel de oso o una lanza que simulase el colmillo de un puma era algo abrumadoramente innovador, hoy la ciencia va mucho más allá y parece no tener fronteras: cuanto más aprendemos de lo que nos rodea, mayores son las lecciones e ideas que podemos extraer para solucionar nuestros problemas como especie. Y uno de los más grandes a los que nos enfrentamos es la emergencia climática.

Si la biotecnología es la rama del saber que extrae de la naturaleza aquellos procesos susceptibles de ser beneficiosos para el ser humano independientemente de la sostenibilidad del proceso para conseguirlos, la biomimesis sí los tiene en cuenta: precisamente la sostenibilidad es el punto central de este tipo de técnicas, centradas en buscar soluciones con el mínimo impacto ambiental posible.  

Una aliada en la nueva arquitectura urbana

Uno de los campos que más está aplicando y experimentando con la biomimesis es el urbanismo y la arquitectura. Si tras la época industrial las ciudades se caracterizaron por las fábricas y los bloques de cemento y ladrillo,hoy las propuestas más vanguardistas piden abrirse y volver los ojos a la naturaleza, y esta nueva técnica le permite abrir un sinfín de posibilidades.

Ya a inicios del siglo pasado arquitectos como Antoni Gaudí abogaban en sus edificios por la imitación de las formas naturales. «Es el método más racional, duradero y económico», sostenía el catalán y, por ejemplo, en la Sagrada Familia podemos encontrar elementos que evocan a un bosque con la intención de invitar a los visitantes a rezar. También hay otros elementos biomiméticos como las cubiertas que utilizan el sistema de ondulación de las hojas de las magnolias para drenar la catedral, y otros que cumplen fines estéticos como las columnas del porche de pasión que se asemejan a la base del tronco de una secuoya.  

Una de las puertas de la Sagrada Familia (Callum Parker / Unsplash)

Otro nombre en la arquitectura nacional contemporánea que no ha dudado en aplicarla es Santiago Calatrava. Por ejemplo, con la intención de imitar las alas de un pájaro, proyectó en el Museo de Arte Milwaukee un enorme techo solar desplegable.

Muchos más edificios en Europa también siguen patrones de la naturaleza en sus distintas formas. Por ejemplo, el edificio Gherkin (Inglaterra) está diseñado como una anémona gigante, el Kunsthaus de Graz (Austria) se asemeja a una criatura marina o el Edificio BIQ (Alemania), bien apodado como «casa de algas».

Sin embargo, más allá de ejemplos concretos, la biomimesis en arquitectura puede aplicarse desde muchos puntos de vista: las estructuras –si la naturaleza es capaz de crear complejos exoesqueletos o caparazones para proteger el cuerpo de los seres vivos, ya hay cubiertas que las simulan– o los propios materiales. Por ejemplo, ya hay ladrillos y pinturas capaces de absorber CO2 como los árboles con un mecanismo ‘similar’ al de la fotosíntesis o incluso edificios capaces de producir energía eléctrica, agua potable y cultivos, funcionando como un auténtico ecosistema. El proyecto Sahara Forest, en Qatar y Jordania, es un buen ejemplo de este tipo de construcciones y las posibilidades que juegan en climas desérticos.

Otras tecnologías cotidianas inspiradas en la naturaleza

A pesar de que las técnicas biomiméticas aún están incipientes en la arquitectura de las ciudades o en los grandes edificios, en otras ramas de la ingeniería la cuestión se encuentra en un estadio mucho más avanzado.

Actualmente podemos disfrutar de tecnologías muy útiles que utilizan la naturaleza como fuente de inspiración para hacer nuestro día a día más fácil y eco. Aunque, si antes hablábamos de Gaudí, ahora podemos remontarnos a Leonardo Da Vinci: el genio renacentista ya se inspiraba en ello para desarrollar sus inventos, como lo fueron los primigenios aeroplanos en forma de pájaro o los sistemas hidráulicos que se miraban en los caudales de los ríos.

Estudio de Leonardo Da Vinci

En un ejemplo más reciente, en la planta andaluza de Gemasolar se fijaron en el mecanismo de los girasoles para buscar la mejor orientación para sus placas solares: al igual que estas plantas se mueven persiguiendo al sol, sus dispositivos rotan para buscar siempre la máxima luz posible.

Aunque no hace falta irse a grandes proyectos de ingeniería, porque muchos de esos ejemplos de esa biomimesis son –además de grandes ideas– objetos cotidianos para nosotros. Por ejemplo, el AVE debe su forma a un intento de imitar la aerodinámica del pico del martín pescador; o las ventosas que encontramos en infinidad de objetos deben sus formas a las extremidades de algunos cefalópodos para pegarse en diferentes superficies, y el velcro se miró en la forma de las pequeñas púas de los cardos. Los chubasqueros impermeables, en su origen, estaban pensados para recrear las propiedades de las hojas del loto, que repelen el agua de su superficie –y que también ha servido para inspirar no solo tejidos, sino también pinturas–, y el sónar que permite a los barcos no colisionar es el desarrollo tecnológico del mecanismo de defensa de los murciélagos.

Las plantas y la fotosíntesis son un ejemplo recurrente que se aplica en múltiples campos: Bioo, por ejemplo, es una startup que ha partido de ese mecanismo sencillo para generar electricidad a partir de la naturaleza, usando las hojas de las plantas a modo de paneles solares. Con una maceta, puedes cargar dispositivos, pero con su panel, con apariencia de césped, se pueden generar hasta 280 kWh anuales. Y siguen innovando.

¿Problemas con la movilidad sostenible? La fotosíntesis también está ahí: la empresa china Shanghai Automotive está ya trabajando en un coche que ahorra más de lo que consume –bautizado como Ye Zi, hoja en japonés– y que basa su funcionamiento en el mecanismo de la fotosíntesis, recogiendo el CO2 del aire, convirtiéndolo en metano para impulsarse y devolviéndolo a la atmósfera en forma de oxígeno. Aún están diseñando el prototipo, pero, hasta que triunfen, no deja de ser un buen ejemplo del potencial de la biomimesis. La naturaleza nos sobrevivirá pero, ¿qué tal si tomamos su ejemplo para intentar vivir mejor todos y ayudar de paso a conservarla?

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