Tras llevarse tres galardones en los premios Feroz, la ópera prima de Alauda Ruiz de Azúa se posiciona como una de las favoritas para la noche de los Goya. En Cinco lobitos, la directora aborda desde la gran pantalla una situación que rodea la maternidad y que, en muchos hogares, no es ficción: cómo las mujeres se ven obligadas a asumir el rol de cuidadoras de sus hijos y sus padres sin que exista otra alternativa.
El próximo 11 de febrero, en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla, tendrá lugar la 37ª edición de los Premios Goya. Una fiesta del cine que, como es habitual, se convertirá en una celebración del cine y de las historias que cuentan cómo somos y vivimos: entre las nominadas encontramos historias que retratan diferentes aspectos de la realidad como la familia, la convivencia, la transición ecológica en la España rural o los cuidados.
Si bien hasta hace no mucho era difícil ver a mujeres entre las nominadas en categorías principales, la excelente cosecha cinematográfica de este año tiene, en buena parte, nombre de mujer: tres de las cinco nominadas a mejor película están dirigidas por una mujer, dos optan a llevarse el premio a mejor dirección y tres al de mejor dirección novel. En este último caso, uno de los nombres que más ha resonado este año es el de Alauda Ruiz de Azúa, una de las favoritas para llevarse el cabezón a casa por Cinco lobitos, su ópera prima. Si los Feroz permiten intuir lo que va a pasar en los Goya, puede ser una gran noche: logró llevarse tres galardones –mejor guión a Alauda Ruiz de Azúa, mejor actriz protagonista a Laia Costa y mejor actriz de reparto a Susi Sánchez–, empatando con la favoritísima As bestas.
En el primer largometraje de su carrera, la cineasta habla de cuidados, de relaciones y de la maternidad real, sin idealismos ni edulcorantes: una historia de mujeres contada por mujeres que no es solo para mujeres, sino que ayuda a abrir el debate en un tema que, aunque feminizado durante siglos, nos compete a todos: los cuidados.
Cuidados e igualdad laboral, una asignatura pendiente
Por si alguien aún no la ha visto –está disponible en HBO Max, Movistar Plus+ y Filmin–, en Cinco lobitos se cuenta la historia de Amaia (Laia Costa) que, tras dar a luz a su primera hija, ve cómo su vida cambia radicalmente. Después de la llegada de la niña, se ve obligada a tomar ciertas decisiones que la alejan de la vida que había construido hasta entonces y que pasan por aparcar su carrera profesional o volver a casa de sus padres. La realidad de Amaia, además, dista mucho de la de su pareja (Mikel Bustamante) que continúa su vida como había sido hasta antes de la llegada del bebé.
Nada en esta historia se aleja de la realidad de muchos hogares y, quizá esa sea la razón por la que Cinco lobitos brilla con fuerza: una forma de retratar con cruda delicadeza la cotidianidad de una sociedad en la que, por tradición, las mujeres se han visto obligadas a asumir las responsabilidades del hogar y la familia en la esfera privada; mientras, en la esfera pública, los hombres reinaban como la cara productiva y visible.
Afortunadamente, hace años que la esfera pública dejó de ser exclusivamente masculina y pasó a ser un territorio compartido. Sin embargo, gran parte de las mujeres siguen cargando con el peso que supone asumir el liderazgo –o la exclusividad– de las responsabilidades familiares, el cuidado del hogar y la crianza de los niños. Así, mediante una historia de ficción, Cinco lobitos nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre cómo en la actualidad, pese a haber logrado grandes avances, todavía hay mucho por hacer.
Porque sí: muchas mujeres se ven en la misma situación que Amaia y tienen que renunciar –o posponer– su carrera profesional tras ser madres incluso aunque no quieran hacerlo porque la conciliación aún suena a utopía cuando, por ejemplo, desde Malas Madres estiman que seis de cada diez mujeres han renunciado a su carrera profesional por ser madres. Los cuidados se encuentran en buena parte detrás de ello: según datos del INE, en 2021 un 16,2% de mujeres trabajaron a media jornada alegando que necesitaban tiempo para poder cuidar de niños, adultos enfermos, incapacitados o mayores. Solo un 2,7% de hombres dijeron hacerlo por esa razón.
Ser madre sin dejar de ser hija: las mujeres de la generación sándwich
Ruiz de Azúa visibiliza las dificultades de una madre primeriza que continúa siendo vulnerable y que, al igual que su bebé, necesita descansar y ser cuidada tras el parto. Necesidades que, en muchas ocasiones, desaparecen ante la emoción de tener un nuevo integrante en la familia o que, simplemente, son invisibilizadas por el tabú que rodea a las partes menos bonitas de la maternidad. Porque, aunque la creencia popular haga pensar que una madre puede con todo, no es así: no son inmunes al cansancio, a la enfermedad o a la ansiedad.
Las dudas, el miedo o la culpa son temas que atraviesan la película pero, quizá una de las perspectivas más interesantes es cómo la responsabilidad de los cuidados se duplica sobre los mismos hombros de las mujeres. Tras la ausencia de su pareja, Amaia vuelve a casa de sus padres en busca de apoyo para cuidar de su pequeña, pero allí se da cuenta de otra cara de la realidad cuando su madre (Susi Sánchez) enferma: a pesar de haber sido madre, nunca dejó de ser hija con todo lo que ello supone.
Así, lo que se narra en Cinco lobitos es el ejemplo perfecto de lo que se denomina la generación sándwich, un concepto que alude precisamente a historias como la de Amaia. La trabajadora social Dorothy Miller lo acuñó a comienzos de los años ochenta para referirse a esas personas que se encuentran atrapadas entre dos rebanadas de pan, la del cuidado de los hijos y la de los cuidados de los padres o sus suegros. Aquí tampoco hay sorpresa: esas lonchas de queso son en su mayoría mujeres.
Si cuando Miller planteó la cuestión hablaba de mujeres entre 30 y 40 años, el aumento de la esperanza de vida, el descenso de la natalidad y el retraso en la edad de nacimiento del primer hijo ha hecho que, en España, el perfil mayoritario de este tipo de personas sea el de mujeres entre los 35 y los 50 años. Según dibujaba hace unos años el informe Cigna 360 Wellbeing Survey 2019, se trata de una parte de la población clave –tienen experiencia y ocupan puestos de enorme valor en las distintas actividades que desempeñan– que, sin embargo, no pueden desarrollarse al máximo precisamente por estar atrapados en el bucle de cuidados a padres y a hijos. ¿El resultado? Unas elevadas cotas de estrés y ansiedad: según el informe, el 88% de las personas englobadas en la generación sándwich reconocen sentirse «muy estresadas» y, de ellas, el 14% reconocía que sus niveles de estrés eran directamente «inmanejables».
Para darle la vuelta a las cifras, diferentes psicólogos apuntan a la importancia de generar condiciones que favorezcan al máximo la autonomía de padres y niños para intentar reducir el desgaste físico y emocional, así como poner límites y buscar ayuda profesional en la medida de lo posible. En el foco está también la importancia de cuidar a quienes están en el medio del sándwich, apoyándoles, proporcionándoles espacios seguros y dándoles tiempo para que atiendan sus propias necesidades. «Lo más importante es no culpabilizar a estas personas, ya que es una consecuencia de un problema estructural, en el que cada uno lo hace como sabe y puede. Para cuidar a otros, hemos de cuidarnos a nosotros mismos. Culturalmente se nos ha hecho creer que es al revés, pero está más que demostrado que si no le damos la vuelta acabamos agotados, con altos niveles de ansiedad y depresión, y sin poder cuidar a nadie», explicaba la psicóloga Ángela Rodríguez en Diario 16.
Referentes contra los roles
Fuera de casa, a nivel profesional, también son ellas mayoritariamente las que se dedican a las profesiones relacionadas con los cuidados, algo que no deja de ser un reflejo del papel de la mujer en la sociedad. Según datos de Cruz Roja, más del 80% de las personas cuidadoras todavía son mujeres: en las profesiones como la enseñanza no universitaria (71,9%), la enfermería (84%) o la limpieza (93%), el porcentaje de mujeres es claramente superior.
Por eso, otra de las cuestiones en las que hacen hincapié los expertos para impulsar la igualdad está en la educación: en enseñar a las nuevas generaciones la importancia de la corresponsabilidad en las tareas y los cuidados. Aún queda mucho por hacer: los datos recogidos por el Instituto de Estadística de Navarra (Nastat) en su Encuesta Social y de Condiciones de Vida 2020 estiman que las mujeres tienen 43 minutos menos de tiempo libre que los hombres de lunes a viernes debido a las tareas domésticas a las que se dedican en exclusiva.
En la película, cuando Begoña cae enferma, su hija no tiene solo que cuidarla a ella, sino que hereda las responsabilidades que su madre llevaba a cabo para garantizar el bienestar de su familia, principalmente de su padre (Ramón Barea), en materia de comida, compra de alimentos, limpieza e higiene. De hecho, es otro de los temas que aborda Cinco lobitos, que subraya también cómo, en muchos hogares, la mujer ejerce un rol de cuidadora no solo para sus hijos o sus padres, sino también para sus parejas.
Afortunadamente, las nuevas generaciones tienen otra concepción en materia de igualdad y corresponsabilidad en materia doméstica. Por ejemplo, el estudio Los roles cambian impulsado hace unos meses por Ariel junto a Ipsos, arrojaba esperanza sobre el reparto de tareas: los millennials ya no creen que tienen que ‘ayudar’ con las tareas domésticas porque creen que simplemente hombres y mujeres son igual de responsables en estas labores. Aunque el 57% de los menores de 35 años afirman compartir las tareas del hogar, la percepción de que estas están sexualizadas se mantienen: el 40% de ellos considera que hay tareas que se les dan mejor a ellas, como hacer la colada o fregar los platos; y el 42% de las mujeres mayores de esa edad coincide en ese pensamiento.
Del mismo modo que necesitamos referentes para comprobar que podemos llegar hasta donde antes no habíamos llegado, los hombres también necesitan ver a otros iguales para sentir que cuidar de los demás no es solo cosa de mujeres. Poco a poco, la igualdad y la corresponsabilidad doméstica va calando y lo hace de la mano de las medidas legislativas impulsadas en materia laboral: mientras que hace años, resultaba impensable que un hombre abandonara temporalmente su puesto de trabajo para cuidar de sus hijos, en 2021, nueve de cada diez padres cogieron el permiso de paternidad inmediatamente después del nacimiento del bebé. Para muchos expertos, esta inversión en tiempo de calidad entre padres e hijos podría resultar clave para la generación de referentes de una nueva generación que crecerá también bajo el cuidado paterno.
Ahora que somos conscientes de la importancia de cuidarse física y mentalmente, comencemos a dar importancia a cuidarnos unos a otros: somos seres sociales, que necesitan del otro, aunque a veces no lo veamos. También somos vulnerables y necesitamos, antes o después, ser cuidados. El reto es que no sean siempre las mismas manos las que enseñen sus cinco lobitos.