cine sostenible

Cómo hacer que las películas dejen huella solo en ti

La acción climática se cuela cada vez más en la gran pantalla… y tras ellas. Diferentes iniciativas públicas y privadas están trabajando para que la industria del cine sea cada vez más sostenible en el plano social y medioambiental.


La industria está en transformación. El problema actual con la energía y el cambio climático impulsa a tomar acción y repensar los modos de producir. Probablemente, los primeros ejemplos que se nos vengan a la cabeza al pensarlo sean grandes empresas multinacionales o fábricas que emiten grandes cantidades de residuos al medioambiente, pero todas las compañías, sea cual sea su ámbito de actuación, están trabajando en ello.

Sin embargo, todo es susceptible de adaptarse y ser más respetuoso con el entorno. El cine no es una excepción, y las particularidades de esta industria hacen que se hayan creado planes de acción específicos para adaptar los modos de hacer a la nueva realidad climática y conseguir crear películas verdes no por la etiqueta de apta para todos los públicos, sino por su respeto medioambiental.

Aunque depende mucho del tipo de cinta y del presupuesto que haya tras ella, en una película pueden llegar a trabajar cientos de personas de campos muy diferentes: hay un equipo de arte, de fotografía, de maquillaje, de posproducción, de sonido, de iluminación, de vestuario, el propio reparto… Y, según la ocasión, es posible encontrar a entrenadores personales, expertos en artes marciales, paracaidistas, traductores, literatos, físicos o profesionales de cuantos campos sea posible imaginar.

A la hora de plantear el proceso de adaptación, esta diversidad de sectores y perfiles puede suponer un problema. Cada uno tiene sus propios dilemas y particularidades y, en general, aún existen muchos campos que tampoco conocen qué pueden hacer ellos para reducir su huella medioambiental, desde sus emisiones a sus residuos. Y la pandemia, con la vuelta a los materiales de un solo uso, lo ha complicado aún más. ¿La buena noticia? El reto de encauzar estas dispares profesiones hacia la senda más verde posible es complicado, pero no imposible.

Iniciativas institucionales y privadas para crear películas verdes

En los últimos años se han impulsado diferentes procedimientos que llevan hacia un consumo y una producción más consciente climáticamente hablando. Una de estas propuestas es el sello verde de la Academia de Cine española. Tras el parón de la industria durante la parte más dura de la pandemia, se ha repensado la forma de hacer películas, para lo que la entidad ha creado una suerte de decálogo con el que se marcará a aquellos largometrajes que cumplan con los preceptos de sostenibilidad que les hagan merecedores del Sello Verde.

Esta guía de sostenibilidad cinematográfica se divide en once grandes bloques entre los que se engloba la producción, el transporte, uso restringido de papel y plástico, la eficiencia energética o el apoyo a la España vaciada, rodando al menos un 5% de las jornadas en pueblos con menos de 10.000 habitantes. Si cumplen con estas premisas, las producciones pueden adquirir el Sello Verde como distintivo de que la película está en consonancia con su entorno y hace lo posible para no contaminar.

De forma similar, el ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales) también viene trabajando en esto desde 2019. Su objetivo es integrar las medidas y acciones que se deben llevar a cabo dentro del marco amplio de la sostenibilidad, incorporándola en toda la cadena de valor. Por ejemplo, una de las acciones de esta institución es que cada dos meses se reúnen con otros institutos de cine europeos para tratar estos temas.

Entre los cometidos del ICAA se encuentran la difusión de guías de buenas prácticas, la mejora de las plataformas de encuentro para debatir y hablar sobre el tema y la creación de puentes entre el sector nacional y el europeo.

Estas dos iniciativas son dos ejemplos del compromiso de diferentes instituciones públicas, pero también en el ámbito privado se están poniendo en marcha propuestas que comparten este objetivo verde. Por ejemplo, el movimiento Dante se inspira en el gran escritor y pensador italiano Dante Alighieri para trasladar, a un «lenguaje vulgar» y entendible por todos algunas iniciativas para enseñar cómo ser más sostenibles.

Sus creadoras, Paloma Andrés y Rhoda N. Wainwright, expertas en el sector audiovisual, han creado un decálogo y un sello Dante para las producciones que se atengan a sus premisas. Se busca encontrar un equilibrio entre sensibilizar un tema para los espectadores sin descuidar el entretenimiento. Así, el proceso de escritura del guion será cooperativo, junto con personas expertas en sostenibilidad, medio ambiente o discriminación, según lo que se quiera tratar en la historia de ficción. Un aspecto especialmente interesante de su proyecto es el peso que dan a la documentación empleada antes de hacer la película: por ejemplo, si trata de cuestiones como el deshielo de los polos, todas las fuentes deben estar contrastadas y basarse en datos fiables.

¿Contamina más ir al cine o quedarse en casa viendo una serie?

Según Netflix, consumir una hora de su contenido contamina lo mismo que hacer cuatro bolsas de palomitas en el microondas. Lo que más impacto medioambiental causa no es tanto el tiempo en que se está viendo una película o una serie, sino cómo se consume: la resolución (a menos calidad de imagen, menos contaminación), el dispositivo de reproducción (la televisión tiene contamina más que el teléfono móvil, pero normalmente está menos tiempo encendida) o el tipo de conexión a internet.

Si tenemos en cuenta que la mayor parte de las series las vemos en el televisor, la tablet o el teléfono móvil, en este campo parece que hay poco que hacer más allá de conocer la situación y apostar, aquí también, por un consumo responsable. Sin embargo, en cuanto a películas se refiere, sí hay una opción más eco sobre la mesa: ir al cine.

Pese que a priori se requiera de un aparataje logístico más sofisticado y complejo que un sofá y una televisión, ver un largometraje en el cine supone un acto colectivo en el que muchas personas ven la misma película al mismo tiempo en lugar de verla cada una en su casa. Aunque, más que una medida de sostenibilidad medioambiental, ir al cine supone sobre todo una forma de apoyar a un sector especialmente en crisis: sobre todo a nivel de distribución, las salas se han visto muy afectado por la pandemia, que alejó de la gran pantalla a la mayoría de usuarios.

Apoyar a las pequeñas salas y proyectos o fijarnos en aquellos proyectos adscritos a distintivos como el sello verde es una manera de apoyar al mundo del cine en una transformación que no será fácil, pero que es necesaria para dejar que las distopías climáticas sean solo una cuestión de ciencia ficción.

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