Ilustración: Diego Rodríguez

¿Cuánto pesa la nube? Cómo ser la Marie Kondo de la basura digital

Saca la calculadora: si cada correo electrónico genera cuatro gramos de CO2, ¿cuántos kilos tienes almacenados y caducados en tu bandeja de entrada? Emails de spam, fotos repetidas… La basura digital es un problema creciente que, aunque no veamos, existe. Y ser consciente de ello es el primer paso para ponerle solución.


Decenas de correos electrónicos que recibimos a diario y que jamás leemos –y, a menudo, tampoco abrimos–. Números de teléfonos que guardamos por si acaso, pero a los que nunca llamamos. Miles de fotos que almacenamos y nunca volvemos a ver. Si todos esos archivos ocupasen espacio en una habitación, serían un problema de grandes dimensiones pero, como no los vemos, vamos acumulándolos sin ser conscientes de ello. Un síndrome de Diógenes digital que termina afectando a nuestro día a día y, por supuesto, al planeta, que sí ve toda esa basura intangible. 

Cada año, en el mundo se generan 82 millones de toneladas de residuos electrónicos y digitales. La primera, la basura electrónica o e-waste, comprende una amplia gama de dispositivos: desde teléfonos móviles y ordenadores hasta electrodomésticos y herramientas electrónicas cuya gestión es extraordinariamente complicada debido a la gran cantidad de materiales que se emplean en su fabricación. En los últimos años, la buena noticia es que han proliferado una gran cantidad de iniciativas de economía circular para impulsar el reacondicionamiento de dispositivos y luchar contra la obsolescencia programada. 

Sin embargo, cuando hablamos de basura digital, no solemos pararnos a pensar hasta qué punto nos rodean los residuos. Un ejemplo: nuestra bandeja de entrada acumula emails que no abrimos, pero que guardamos en una nube que, a su vez, necesita de servidores que requieren de ingentes cantidades de energía para funcionar. Si tenemos en cuenta que entre el 45% y el 85% de los e-mails que se mandan a diario en todo el mundo son spam, podemos hacernos una idea de la magnitud del problema y del desperdicio de energía que eso supone. Y, si añadimos los archivos o fotos duplicadas, el peso de la bolsa de basura digital que cada uno cargamos en nuestros dispositivos sube exponencialmente. 

Pablo Barrenechea, director de acción climática en ECODES, trabaja a diario para sensibilizar a la población sobre la importancia de gestionar de manera más consciente el espacio que utilizamos en la nube. El especialista tiene claro que estamos ante «basura invisible». Lejos de buscar culpables, apuesta por la pedagogía. «La mayoría de las personas no son conscientes de que cada correo electrónico que almacenan o cada foto en la nube que no usan está generando una huella ambiental significativa debido a la energía que se necesita para mantener esos datos y que con pequeñas acciones se puede resolver».

El aumento del almacenamiento digital ha sido vertiginoso en los últimos años, y aunque el uso de la nube reduzca la necesidad de fabricar dispositivos electrónicos, ese almacenamiento digital necesita grandes centros de datos que requieren cantidades masivas de electricidad para mantener operativos los servidores. De hecho, se estima que el sector tecnológico ya consume aproximadamente el 2% de la energía mundial, y la cifra sigue aumentando, según apunta Barrenechea.

Para combatir esta tendencia, ECODES cuenta con una aplicación llamada Digital CO2ach para informar al usuario sobre el impacto ambiental de sus archivos digitales y ofrecerles herramientas para gestionar mejor su huella digital. «La idea es que cada persona sea consciente del impacto que tiene su uso digital. Para ello, ofrecemos recomendaciones personalizadas para reducir el uso de datos, por ejemplo, eliminando correos innecesarios, desinstalando aplicaciones que ya no usamos o gestionando de manera más eficiente las fotos y archivos en la nube», explica Barrenechea.

Desde su lanzamiento, la app ha tenido un impacto significativo entre quienes la han utilizado. Se han realizado acciones de concienciación que han llegado a 70.000 personas, que sirven de altavoz para que esta basura invisible deje de serlo. Los resultados iniciales muestran que, una vez conscientes del impacto ambiental de su basura digital, muchas personas se sienten motivadas a reducir su huella. «Hemos notado que cuando la gente se da cuenta de cuánto CO2 genera simplemente por mantener correos o archivos viejos, tienden a ser más proactivos en limpiar su espacio digital. No es solo una cuestión de orden, sino de tomar responsabilidad por el impacto que nuestro uso digital tiene en el planeta», apunta el experto. 

Por intentar ponerle cifras al problema, un simple correo electrónico genera 4 gramos de CO2 por el servidor en el que se aloja. Barrenechea reconoce que tiene más de 15.000 emails sin leer, lo que traducido implica una basura digital que genera cerca de 60 toneladas de CO2. Es decir, el equivalente a 17 vuelos transatlánticos entre Madrid y Lima. Este tipo de datos son los que aplicaciones como Digital CO2ach exponen para que las personas podamos ser conscientes de ellos y actuar para reducirlos. Aunque la iniciativa es poderosa, Barrenechea admite que todavía queda mucho trabajo por hacer para que este tipo de ideas sean más ampliamente adoptadas. «Estamos empezando a ver un cambio cultural en torno a la basura digital, pero la tecnología solo será efectiva si viene acompañada de una conciencia ambiental real. No basta con tener una app, necesitamos un esfuerzo colectivo para integrar este tipo de prácticas en nuestra vida cotidiana».

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