Los deportistas son héroes cuando comienza el partido, referentes para los más pequeños y auténticos símbolos nacionales. Vivimos como propios sus éxitos, pero las batallas más importantes las libran solos: el burnout en el deporte también existe y pone en riesgo la salud mental de los profesionales.
En los últimos años, varios deportistas de élite han hecho públicos sus problemas de salud mental en relación con la práctica deportiva. Sin embargo, los medios suelen reducirlos a la ansiedad y la depresión.
En un documental de Netflix estrenado el pasado mes de julio, Simone Biles vuelve a volar, la gimnasta estadounidense explica lo que vivió durante los Juegos Olímpicos de Tokio, en 2021. Al poner las manos en el potro, cambió el salto porque perdió la orientación. Al terminar, se dijo a sí misma: “No puedo seguir así. Estoy quemada”.
Otros deportistas han tenido experiencias similares: sufren el síndrome del burnout (estar quemado). Con la presión que afrontan desde jóvenes, es más importante que nunca visibilizar esta situación y crear soluciones para disfrutar de un deporte más saludable.
Burnout en deportistas: un síndrome con rasgos propios
La palabra “burnout” la usó por primera vez el psiquiatra estadounidense de origen alemán Herbert Freudenberger en 1974. Trabajando como voluntario en una clínica para personas con adicciones, notó que muchos de sus compañeros, y él mismo, se sentían muy cansados y frustrados. Notaban un exceso de tareas, así como poca energía y recursos para llevarlas a cabo. También observó que, por culpa de este cansancio, la calidad de la atención a los pacientes empeoraba.
Años después, el burnout se estudió mucho en el contexto laboral. Christina Maslach y Susan Jackson, dos psicólogas sociales, explicaron cómo avanza este problema. Primero, el individuo “quemado” empieza a sentir un cansancio mental fuera de lo habitual (agotamiento emocional). Si esto se prolonga, cambia su forma de ver el trabajo y desarrolla una actitud negativa o cínica hacia las personas a las que ayuda (despersonalización) y hacia sí misma (baja realización personal).
Desde el entorno de trabajo, el síndrome de estar quemado se ha extendido a otras áreas, como el deporte. En 1997, Thomas D. Raedeke presentó la definición más aceptada en el ámbito que nos ocupa. Radecke sumó al agotamiento emocional el cansancio físico causado por entrenar y competir, mientras que trasladó la actitud negativa hacia las personas a la propia práctica deportiva. Adicionalmente, redefininó la baja realización como una percepción de falta de éxito en el rendimiento deportivo.
Tomando como punto de vista las ideas de Radecke, muchos estudios han investigado cuántos deportistas sufren burnout.
Señales de alerta
Para entender mejor este problema, es importante saber qué lo causa, qué puede empeorarlo y cuáles pueden ser sus consecuencias.
En primer lugar, el burnout surge como una consecuencia de entrenar demasiado y no descansar lo suficiente. Esto puede generar problemas como cansancio constante, una recuperación deficiente entre entrenamientos y más lesiones. Otros síntomas son tensión, irritabilidad, problemas para dormir y pérdida de interés por el deporte.
El síndrome afecta también a la forma en que los deportistas se ven a sí mismos. Además, quienes pasan mucho tiempo dedicados a su actividad pueden perder la oportunidad de desarrollar otras facetas de su personalidad. Esto hace que la autoestima dependa mucho de sus logros en la práctica deportiva.
A la postre, no solo afecta al rendimiento físico: también puede causar tristeza, ansiedad y cambios en la forma de comportarse.
Estrategias para frenarlo
El burnout puede provocar que el individuo afectado se retire antes de tiempo. Para evitar que aparezca o se agudice es necesario contar no sólo con el deportista, sino también con el resto de personas con las que se relaciona.
Es común el sentimiento de no contar con el apoyo del entrenador y que la relación con él sea difícil. Hay una falta de comunicación y comprensión y pocas recompensas. A veces, el deportista “quemado” también percibe el entrenamiento como monótono.
Los entrenadores deberían crear un ambiente donde todos se sientan parte del equipo. Es necesario valorar el esfuerzo, los logros y la colaboración entre los compañeros. Así, cada uno sentiría que su papel es importante, lo que ayuda a que se sientan con ganas de mejorar.
Además, las emociones pueden “contagiarse”, aumentando el riesgo de burnout para todo el equipo. Un ambiente de apoyo y comprensión es capaz de reducir esas emociones negativas.
La familia y los amigos son así mismo muy importantes para el desarrollo del deportista y la comprensión de su deporte. A veces, es necesario ajustar lo que no funciona bien entre ellos. Por ejemplo, si las personas cercanas no apoyan su práctica o la apoyan en exceso, o si el estilo de vida fuera del ámbito deportivo no encaja con lo que un deportista necesita.
En estas circunstancias, la figura del psicólogo del deporte resulta esencial. Es la persona que sabe cómo ayudar tanto al deportista como a quienes lo rodean.
Respecto al primero, puede ayudarle a mejorar sus habilidades personales y sociales, y enseñarle cómo hacer frente a situaciones de estrés que, mantenidas en el tiempo, generan burnout. En cuanto al entorno, el psicólogo ayuda a crear un ambiente de apoyo y comprensión. Esto significa mejorar la comunicación interpersonal y ajustar las expectativas, lo que aleja el riesgo de engrosar la larga lista de deportistas “quemados”.
Cristina De Francisco, Profesora de Psicología de la Actividad física y el Deporte. Miembro del grupo de investigación «Psicología del Deporte: About Smocks And Jocks» (Universidad de Sevilla), Universidad de Sevilla; Jesús Portillo Morillas, Profesor de Psicología del Deporte. Miembro del grupo de investigación: About Smocks And Jocks, Universidad Loyola Andalucía y Maria Claudia Scurtu Tura, Profesora de Psicología Social, grupo de investigación «Psicología del Deporte: About Smocks And Jocks», Universidad de Sevilla. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.