De desperdicio a recurso: la reinvención de la industria textil

Para 2030, se espera que se desechen 134 millones de toneladas de residuos textiles en todo el mundo. Llamar residuo a lo que se descarta de un proceso productivo o de uso está fuertemente enraizado en un sistema lineal: homogeneizar el lenguaje despojando la palabra residuo de connotaciones negativas es el primer paso para apostar por la verdadera circularidad textil.


Desde hace más de una década, el sector textil lleva siendo objeto de escrutinio por el alto coste medioambiental y social de su actividad. A pesar de los esfuerzos de las marcas por adoptar prácticas más sostenibles en sus modelos de negocio, la realidad es que en 2022 la industria textil sigue representando uno de los sectores que más impacta negativamente en el medio ambiente. Pero, además del alto consumo energético y de recursos naturales, la rapidez con la que se pone el producto en el mercado también ha provocado un cambio de comportamiento en el consumidor convirtiendo las prendas de moda en objetos de usar y tirar.

Los datos nos dicen que compramos más que nunca y desperdiciamos más que nunca, colocando los residuos en el mismo centro de la industria textil. Esta situación de desperdicio inabarcable se ha convertido en el próximo gran reto de una industria que produce alrededor de 100.000 millones de prendas al año globalmente, generando 92 millones de toneladas de desperdicio textil, de las cuales el 87% acaba en un vertedero o se incinera, y solo el 13% se recicla o reutiliza. Para 2030, se espera que se desechen 134 millones de toneladas de residuos textiles en todo el mundo.

Estos datos resultan chocantes, sobre todo cuando los comparamos con la constante aparición de noticias asociadas a las buenas prácticas de las empresas de moda. Pero la realidad es que, a pesar de los esfuerzos, la industria textil sigue siendo un sistema lineal que promueve el consumo y la rápida desechabilidad de las prendas. Y aunque este modelo lleva en funcionamiento apenas unas décadas, ha conseguido provocar cambios estructurales en los comportamientos de consumo, que se ve reflejado en el crecimiento exponencial de las ventas de ropa y el descenso de su tiempo de utilización. Según los datos de Ellen MacArthur Foundation, en los últimos 15 años la producción de ropa se ha duplicado, mientras el uso de cada prenda ha disminuido un 36,3%.

En este contexto, con crecimientos de producción y generación de desperdicio exponenciales, se da un paradigma doloroso, pero no por ello menos ubicuo y transversal al sector textil: toda prenda, sea cual sea el nivel de sostenibilidad y circularidad aplicado en su producción, una vez comercializada se convierte automáticamente en un potencial desperdicio. Si atendemos a los datos para ver cuál será el destino de una prenda una vez el consumidor ha decidido desecharla, encontramos una tasa de vertedero/incineración del 85%. Esta realidad choca frontalmente con esa visión transformadora y circular hacia la que el sector textil aspira, en donde la ropa, los tejidos y las fibras mantienen su valor durante el ciclo de vida completo y se reincorporan a la economía tras su uso, sin nunca pasar a ser considerados desperdicio.

Necesitamos un cambio de paradigma

La necesidad de proponer un cambio de paradigma con respecto al desperdicio textil resulta evidente cuando se observa la paradoja en la que se encuentra actualmente el sector, en pleno proceso de cambio hacia la circularidad, pero con grandes dificultades para abandonar viejas prácticas y conceptos incompatibles con los principios básicos de la economía circular.

Ya existen ejemplos en donde seguir hablando de desperdicio en lugar de recurso resulta contrario a la transformación circular e incluso un impedimento para el propio desarrollo de la industria del reciclaje. Como bien explican desde Novetex Textiles, empresa china pionera en reciclaje textil de ciclo cerrado –utiliza textil descartado como materia prima para el hilado de nuevas prendas– «la empresa tiene dificultades para enviar las fibras, procedentes de desperdicio textil, directamente desde la fábrica de Hong Kong a la fábrica de Zhuhai porque hay una normativa contra la importación de residuos».

Si bien es cierto que en este caso concreto el problema parte de la situación específica de las regulaciones derivadas de la desmesurada importación de residuos que afecta a ciertos países como China, esta asincronía lingüística que a priori podría parecer un tema menor, en muchos casos es uno de los grandes impedimentos a los que se enfrentan iniciativas pioneras en circularidad que ya operan bajo ese cambio de paradigma, pero han de hacerlo en un sistema que aún no ha evolucionado con ellas.

Llamar residuo a lo que se descarta de un proceso productivo o de uso está fuertemente enraizado en un sistema lineal en el que se nombra al material en función de su utilidad directa, lo que complica la posibilidad de incluir otras utilidades que no formen parte de ese proceso lineal, algo fundamental si lo que se persigue es la circularidad. En T_NEUTRAL proponemos una homogeneización del lenguaje, sustituyendo residuo textil por emisión textil, definido como la cantidad de textil resultante de cualquier proceso productivo o de uso, aquel textil que se emite, que se expulsa, que sale. De esta forma, despojamos de toda cualificación de utilidad a dicho material, abriendo completamente el círculo a todas las posibles formas de aprovechamiento y utilización, tanto presentes como futuras. Es el cambio de paradigma necesario para poder dejar atrás lo que la industria textil es hoy y empezar el camino hacia lo que queremos que sea. Un cambio consciente del lenguaje que persigue combatir la realidad de hoy con las palabras del mañana.


(*) Mariana Gramunt y Carlota Gramunt son co-fundadoras de T_NEUTRAL.

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