Andreu Carulla

Diseñar para repoblar, inventar para transformar

A Andreu Carulla le gustan los retos. Desde imaginar restaurantes con un enfoque sostenible como Tramo, hasta largarse a un pueblo del Pirineo sin herramientas para realizar una colección inspirada en la artesanía de la zona.


Muchas veces, el mundo en el que vivimos puede parecer absorbido por la marca y los personalismos, dejando de lado lo trascendente. Personas como Andreu Carulla, sin embargo, vuelven la mirada al oficio, a ese buen hacer que se aprende de generación en generación y que deja, a pesar de todo, su poso en el presente. El diseñador catalán se aleja de lo volátil de la tendencia, del artificio, para devolver el foco a eso, a la esencia del trabajo artesano. Solo así es posible devolver la atención a lo pequeño, a lo local, a lo que puede parecer silencioso, pero esconde un propósito inmenso.

Cerca del lago de Banyoles, en Girona, se levantan los molinos que un día impulsaron las industrias. En su centro, la presencia de ese lago, en el que una leyenda del siglo XVIII cuenta que un dragón llamado Mon-mon era responsable de naufragios y accidentes. Carulla y su equipo ocupan ahora uno de esos molinos que rodean este lugar mágico. Él, que de niño quiso ser inventor y hacer robots, hoy se refugia en esta construcción de cuento para dar vida a sus creaciones. Las aspas de aquellos molinos industriales ahora giran por otros motivos. El suyo: llevar un diseño distinto  y que atraviesa los espacios, hogares y corazones de esta zona rural. 

Diseñando la repoblación

En el transcurso de la entrevista con Igluu, Carulla desliza lo que hoy por hoy se revela como intención subterránea de su labor. «A ver si la gente se va a vivir a los pueblos», señala. En su último proyecto, cambió por un tiempo el molino en la campiña gironesa por el pequeño pueblo aragonés de Gistaín. De apenas 150 habitantes, Gistaín mantiene una antigua tradición artesanal. Perdido de la mano de dios, como quien dice, bajo la atenta mirada del Pirineo, azotado por la despoblación y la falta de servicios, como tantos otros pueblos a lo largo y ancho del país, pero aún con una identidad que prevalece.

Cucharones pulidos de madera, recipientes hechos con la corteza abultada de los troncos, taburetes y mesas de una robusta madera tallada… Las piezas que componen la exposición están protagonizadas por el cuero y la madera, dos elementos fundamentales de la tradición artesanal de la zona. Carulla apunta que, a través de su trabajo con estos objetos, tiende puentes con el ámbito rural: «Esto es lo que me gusta. Involucrar temas sociales, culturales, ayudar a artesanos, pero no por compasión, sino porque la artesanía es un enorme valor que tenemos en este país que no se tiene que perder».

Ser artesanía para hacer diseño

Parece imposible hablar de diseño, de la convergencia entre funcionalidad, belleza y eficiencia, sin mencionar a Dieter Rams. Su máxima del menos, pero con mejor ejecución nos habla de sostenibilidad, aprovechamiento de recursos y de la utilidad que no pierde el foco de lo bello. Carulla destaca esa gestión inteligente y pensada, la responsabilidad del diseñador como canalizador de la sostenibilidad: «los diseñadores tenemos mucha responsabilidad porque somos los prescriptores de material y de procesos».

«El diseño sostenible como consumidor se integra con educación, conociendo lo que compras, sabiendo de dónde viene»

Lo que nos rodea habla de nosotros. El póster adolescente que sigue colgado en tu pared, los libros que superan las mudanzas… Habitar, existir en un espacio de objetos, muebles, elecciones que podemos hacer más (o menos) conscientes. La importancia del conocimiento es vital en esta elección: «El diseño sostenible como consumidor se integra con educación, conociendo lo que compras, sabiendo de dónde viene», puntualiza Carulla, «como diseñador lo integras eligiendo bien los partners en fabricación, los materiales y proveedores».

De alguna forma, la manera de trabajar que proponen diseñadores como el catalán nos acercan hacia el pasado. Al oficio minucioso y planificado del que conoce la materia prima, el proceso y a los personajes implicados. Carulla vuelve a los orígenes y tiene claro que la eficiencia es clave: «Tenemos que recuperar la optimización de recursos, el no desperdiciar nada. Los recursos son finitos, en los lugares donde hay pocos recursos esto es más evidente y se utilizan de una manera muy buena y muy afinada».

Ahora, emprendido el camino de vuelta, a la tierra, a la lentitud del origen, proyectos como como el suyo refuerzan la importancia, parafraseando a Barbara Ward, de ser buenos huéspedes sobre la tierra y caminar ligeramente como hacen sus otras criaturas. Algunos, como él, lo hacen desde un molino de la campiña gironesa, otros desde una oficina, una casa o un trayecto a algún lado.

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