Abrimos el móvil y el scroll infinito hace acto de presencia. Vemos tiktoks, tweets y reels sin parar y, cuando miramos el reloj, no sabemos a dónde se nos ha ido el tiempo. Quizá abandonar esta costumbre sea una misión casi imposible, pero sí podemos redirigir nuestra atención a generar un cambio en el planeta: gracias a Ecus, a través de la pantalla podemos ayudar a hacer realidad proyectos que generen impacto positivo.
«¿Has pensado tomar un descanso?». Podría preguntárnoslo cualquier app que tengamos en el móvil, pero la que lo hace es precisamente la que tiene mayor capacidad para mantenernos enganchados. TikTok, como ya hizo Instagram en su tiempo, lleva desde 2022 enviando a sus usuarios –previa configuración voluntaria– un recordatorio para que «se tomen un respiro», como si de un trabajo se tratara, tras un consumo ininterrumpido de contenido durante horas. No es para menos: los españoles podemos pasar hasta cinco horas al día haciendo scrolling o, dicho de otra forma, deslizando contenido tras contenido casi sin ser realmente conscientes de lo que estamos viendo.
Cuando por fin bloqueamos el móvil, sabemos que hemos visto vídeos graciosos de animales, explicaciones sobre cómo se forman los huracanes y tres recetas otoñales por menos de veinte euros. Pero ¿de cuánta información nos acordamos dos horas después? Los efectos a nivel cerebral de acostumbrarnos al ruido visual del scroll son más que conocidos: cuanto más tiempo deslizamos en la pantalla, más dopamina libera nuestro cerebro y más nos cuesta levantar la vista del móvil. Pero hay otro efecto colateral especialmente problemático y es cómo pasa el tiempo sin que nos demos cuenta.
«El cerebro no tiene un reloj para medir las horas y juzga por la información que ha procesado. Solo a lo que prestamos verdadera atención tiende a durar mucho más en el tiempo. Además, acumulamos información y percibimos que el tiempo pasa más despacio solo cuando hacemos algo nuevo», explicaba recientemente el profesor de Neurociencia Cognitiva del Darmouth College Peter Tse, responsable de varios estudios pioneros sobre cómo la tecnología altera nuestra percepción del tiempo.
En otras palabras, nos hemos habituado a deslizar en la pantalla tanto como a hacer la tarea más cotidiana del día –ponerse el primer café de la mañana, caminar hasta la parada del autobús o planchar la ropa–. Ya no hay novedad, por lo que cuando cerramos nuestra aplicación favorita y miramos el reloj somos incapaces de explicarnos a dónde se ha ido el tiempo. Simplemente, ya no está.
El scroll infinito nació en 2016 de la mano de Aza Raskin, un matemático y físico que decidió darle un lavado de cara a las redes sociales para impulsar su consumo y que, tan solo dos años después, confesó arrepentirse de haber contribuido a hacer las redes sociales tan adictivas. «Detrás de cada pantalla hay miles de ingenieros que han trabajado para hacerlo lo más adictivo posible», explicaba en una entrevista a la BBC. «No damos tiempo al cerebro para recuperar nuestros impulsos».
No es posible recuperar el tiempo perdido frente a la pantalla, especialmente si tenemos en cuenta, que, además, subestimamos las horas que pasamos frente a ellas –otro estudio realizado por Tse estima que nuestra percepción del tiempo escroleado se sitúa siempre un 20% por debajo de lo que es en realidad–, pero sí que tenemos la oportunidad de transformar la experiencia para hacerla más reconfortante y recuperar esa conexión con nuestro entorno y con otras personas que no podemos perder, porque eso es fundamental para sentirnos bien por dentro y por fuera.
Aplicaciones para no mirar hacia otro lado
¿Y si nuestra tendencia al scroll pudiera invertirse en algo positivo? Ya existen cientos de apps que aprovechan nuestra costumbre digital para ofrecernos actividades más útiles, como Duolingo, con lecciones rápidas y entretenidas para aprender idiomas o Brilliant, para aprender matemáticas e informática en fragmentos de tan solo quince minutos, la mitad del tiempo que se necesita para engancharnos a Tiktok según reconoce la propia compañía. De la misma forma, también han proliferado las aplicaciones –por ejemplo, Oroeco, diseñada para hacer un seguimiento de nuestros hábitos en movilidad, alimentación y compras– que nos ayudan a tomar decisiones más conscientes con el planeta.
Pero hay una en concreto que derriba por completo esa pared entre la pantalla y la realidad porque permite, con un simple scroll, generar un impacto positivo en pequeñas localidades de España. Se trata de Ecus, una solución digital creada por un grupo de jóvenes convencidos de que otra forma de hacer sostenibilidad es posible, lejos del greenwashing y del cansancio en torno a lo verde.
La dinámica de esta plataforma es sencilla. Su feed muestra a los usuarios distintos proyectos medioambientales en España, seleccionados por el propio equipo entre decenas de propuestas, que necesitan de un pequeño empujón económico para salir adelante. Cada uno aporta lo que puede a través de los ecus, una moneda virtual que se adquiere en la app con dinero real a través de distintos planes de suscripción (por ejemplo, diez ecus equivalen a un euro).
O también pueden elegir acudir directamente a las convocatorias para participar en el proceso. Así, una expedición de recogida de huevos de tiburón y raya en las Islas Canarias, la construcción de cajas nido para murciélagos en Buñuel (Navarra) o la limpieza en kayak y paddle surf (Valencia) tienen la posibilidad de hacerse realidad gracias a nuestro scroll.
A Ecus pueden sumarse todo tipo de proyectos que busquen generar un impacto positivo en el planeta, ya sean reforestaciones, limpiezas marinas y terrestres o talleres de educación ambiental. Tan solo deben darse de alta en la plataforma a través de un formulario para iniciar el proceso de inscripción.
Además, para garantizar que ninguna buena intención caiga en saco roto, la app hace un seguimiento a través de la tecnología blockchain y permite que los usuarios tengan la trazabilidad de lo que sucede, para que puedan ver cómo evolucionan los proyectos donde han decidido invertir su atención y su dinero y, por tanto, los minutos que han pasado en la pantalla. Aunque el tiempo sea algo abstracto, hay nuevas formas de aprovechar la tecnología para ganar al reloj y saber que, fuera de la pantalla, hemos provocado un impacto positivo en algún rincón de España.