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El Benidorm Fest, Blanca Paloma y la apuesta por la ‘marca España’

Inspirado en el emblemático Festival de San Remo, el Benidorm Fest se ha convertido en un aperitivo del festival de Eurovisión y una nueva proyección de la imagen de nuestro país en el exterior. Este año, Blanca Paloma logró la victoria con una nana que ayudará a internacionalizar y difundir nuestro folclore.


Justamente en el XX aniversario del memorable Europe’s living a celebration, interpretado por Rosa de España, RTVE regresa a Eurovisión con más fuerza que nunca. Todo ello gracias a la resurrección de un formato como el Festival de Benidorm para elegir al representante español en el concurso europeo de la canción.

Si en 2022 Chanel arrasó con los ritmos latinos de SloMo y su «hipnótica» coreografía, este 2023 Blanca Paloma se arranca con Eaea: una propuesta «de raíz», que fusiona flamenco y electrónica, envuelta en los flecos de una escenografía elegante, minimalista y sugerente.

Benidorm, sol y playa

El Benidorm Fest, con su evidente guiño al turismo de sol y playa, cliché del país en el extranjero, es el marco incomparable para promocionar dichas propuestas. Su público objetivo es mayoritariamente europeo, procedente de países para los que la costa levantina suele ser destino vacacional.

Por tanto, se trata de un envoltorio inconfundible para vender su producto. El skyline de la ciudad, presente en la identidad visual del festival, se convierte en un recordatorio que aviva cierta «marca España», ya que de dicho decorado sale la propuesta española para Eurovisión.

Además, al vincularse a una ciudad, el festival se materializa, se hace real, instando así al espectador a fantasear e incluso peregrinar a dicho lugar, dándole una entidad.

Pero el Benidorm Fest no es tan genuino como parece. Se inspiró en el italiano Festival de San Remo, fundado en 1951 y que, a su vez, daría lugar a la creación de Eurovisión en 1956.

En efecto, la retromanía es un síntoma de nuestro tiempo, la cual experimentamos en 2020 cuando el confinamiento motivó revivals de todo signo. Así, gracias a la red, cualquier pasado, en cualquier momento, puede ser activado y compartido, extrayéndose de él cuanto pueda ser utilizable en el presente.

La puesta en escena de Alfred García para esta edición, ambientada en el Benidorm de 1962, es un buen ejemplo de ello. También la de Xeinn el año pasado, que evocaba el pop de los 80.

¿Autoparodia? ¿Homenaje? El caso es que el festival, previa traducción de su rótulo al inglés, vuelve a estar entre nosotros. Un «toque de glitter (purpurina)», como cantaba Vicco, y… voilà.

De la polémica al éxito

Los excelentes índices de audiencia del concurso no han estado exentos de polémica, como ocurrió con la victoria de Chanel. Su canción encajaría en el ámbito de la música urbana latina, con muchos golpes de efecto marcados por su tempo e ilustrados en una sensual coreografía, juegos de luces y una desenfadada letra en spanglish.

Pero curiosamente, al no parecer lo suficientemente española, se añadieron al tema unos arreglos finales, como el sonido de una corneta y la agitación de un abanico en el clímax de la actuación, esto es, en el puente de la canción.

El intento ad hoc de «españolizar» parte de la actuación de la cantante cubano-catalana no resulta tan estrafalario: responde a cómo en el imaginario colectivo del público internacional lo latino y lo flamenco conviven indistintamente.

Algunos éxitos de Madonna, Geri Halliwell e incluso David Bisbal así lo demuestran. ¿Hasta qué punto la apropiación cultural y el sincretismo encubren un viso colonial? Tras lograr un tercer puesto en Eurovisión, algo insólito para RTVE, Chanel fue recibida en Barajas como una auténtica heroína, siendo además felicitada por los Reyes de España. Una muy particular llamada a la identidad nacional.

Este año, sigue su estela Blanca Paloma (que, de hecho, ya ha cantado ante sus majestades), quien participaría también en aquella primera edición, dejando claro su sello: predominio de la interpretación vocal, instrumentación que conjuga melodías folclóricas con arreglos electrónicos, escenografías que combinan juegos cromáticos y utilería minimalista.

Flamenco, Lorca y Carmen

En esta ocasión, «Eaea» se presenta como una nana que, con sus continuos cambios de ritmo, deja al espectador más absorto que dormido, subvirtiendo su cometido.

La alusión a su abuela sevillana en una bulería que remite líricamente a las nanas de Lorca y a una especie de folclórico «Hijo de la luna» aumenta el dramatismo. La letra cuenta la historia de una madre que desea velar por su hijo desde la luna todas las noches de su vida, todas las noches «menos una»: esto es, la del deceso del retoño.

Por otro lado, el nombre de la cantante, auténtico, remite a Andalucía como sinécdoque de lo español. La que sí está más preparada es su caracterización, inspirada en el mito de Carmen, la femme fatale española, con el rojo pasión presente en maquillaje y vestuario.

La escena, a cargo de la compañía La dalia negra, consigue impactar desde el comienzo, que arranca con un «olé» por parte del coro y la silueta de la cantante entonando las notas iniciales. Los primeros planos y planos cenitales predominan, aunque sin perder los planos de conjunto, que sumergen al espectador en una atmósfera peculiar. Las luces sinuosas son filtradas por una estructura circular compuesta a base de flecos que simbolizan el mantón de su abuela… que precisamente se llamaba Carmen.

La cantante, licenciada en Bellas Artes, ha dejado su sello en una refinada propuesta, apoyada por un equipo formado por, entre otros, José Pablo Polo, compositor, artista sonoro y productor musical, y Álvaro Tato, escritor, actor y dramaturgo.

Para RTVE es la primera vez en mucho tiempo que tantos profesionales de la denominada cultura erudita toman parte en un espectáculo de masas que durante años se tildó de kitsch, hilarante y hasta de mal gusto.

En efecto, tanto la actuación como el videoclip recientemente estrenado de «Eaea» y los arreglos que están por venir nos invitan a pensar que se tratará de un número muy especial.

Un momento del inicio de la actuación de Blanca Paloma en la final del Benidorm Fest. RTVE

Además, la «marca España» ha sido reinterpretada, pero no desde la distancia del estereotipo, como en el caso de la candidata de Aritz Arén, «Flamenco», sino desde la propia historia de la artista. Todo ello sin imposturas, aunque siendo conscientes de que el concurso fomenta los clichés de los participantes. Solo por el hecho de que en él participen países identificándose a través de canciones eso ha de ser evidente.

En suma, quizás esta sea una oportunidad para aprovechar este escaparate insólito y que profesionales del ámbito artístico contribuyan a crear imaginarios sugerentes y vanguardistas en la televisión pública, más allá de las corrientes mayoritarias que estamos tan acostumbrados a consumir.

Esta reconciliación, no obstante, no obvia que se trata de un concurso de televisión cuyas reglas han sido suscritas. Entremos en el juego… y a ver qué pasa.


José Luis Panea, Contratado Post-doctoral SECTI Margarita Salas, Departamento de Filosofía, Antropología, Sociología y Estética, Universidad de Castilla-La Mancha. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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