A veinte kilómetros de Burgos y otros tantos de Lerma, se encuentra la pequeña localidad de Villangómez. Aunque es el mayor productor de carne avícola en la zona, sus apenas doscientos habitantes dan testimonio de que el pueblo ejemplifica perfectamente lo que es la España vaciada.
Para remediarlo, en 2010 pusieron en marcha el festival Pollogómez, una iniciativa que, sin pretenderlo, se ha convertido en un mecanismo para la revitalización de la zona. Dos días en los que se suceden actuaciones de grupos de música, comida y fiesta veraniega para animar al pueblo y duplicar sus habitantes.
Tras el parón forzoso provocado por la pandemia, el pueblo se prepara para retomar la actividad este agosto con un programa que aún es un misterio. En 2019, en la última edición que pudieron celebrar, fue Kiko Veneno. Otros nombres como Luar na Lubre o los burgaleses de La M.O.D.A. también se han acercado.
Pero la actividad cultural no se limita solo a la música. En 2016, iniciaron una campaña para llenar el pueblo de murales que pasaran a formar parte de la estética local. Convocaron a artistas de toda España y les dieron vía libre para decorar las paredes de las casas que se encuentran esparcidas por sus 40 kilómetros cuadrados de superficie.
La localidad hoy cuenta con 43 murales ligados a la literatura, de Cortázar al Quijote pasando por Boris Vian o Gloria Fuertes. Muchos de ellos, pintados sobre casas abandonadas, conforman una ruta de murales con identidad propia que se incluyen en la plataforma de Street Art Cities. «Ha llamado la atención de mucha gente. Y se acercan a verlos, aunque sea en una visita de unas horas. Tienen un código QR para el móvil con el año, quién lo hizo y una explicación», describe Ana Belén Díez, una de las impulsoras.
Los murales han servido también para poner el pueblo en el mapa de las redes, sobre todo Twitter e Instagram. Si quieres ver algunos de ellos y animarte a visitar Villangómez, lee este artículo de Alberto G. Palomo en Yorokobu.
