El agua es el líquido que hace de nuestro planeta un lugar habitable. En un contexto de emergencia y climática y sequía, ¿por qué no cuidar a quienes la cuidan? Con ese planteamiento, Nittúa está impulsando un proyecto junto a quienes trabajan en el campo, los montes y los bosques y que, con sus buenas prácticas, contribuyen a llenar los acuíferos.
Si abrimos cualquier manual básico de economía por el primer capítulo, seguramente nos dirá algo muy parecido a que el cometido de esta ciencia social es enseñarnos a administrar de manera eficiente los recursos materiales que necesitamos como seres humanos para subsistir, teniendo en cuanto que esos recursos son escasos y que, en cambio, nuestras necesidades son constantes.
Que muchas cosas –y no hablamos solo de dinero– nos falten o no sean accesibles fácilmente, es decir, que haya un problema de escasez, es precisamente la razón de ser de la economía. Ciencia que no haría falta, evidentemente, si los recursos de los que disponemos fueran infinitos. Lejos de ser así, la emergencia climática dibuja un futuro bastante crítico si hablamos de la disponibilidad de ciertos bienes materiales indispensables. Empezando por uno que es directamente insustituible simplemente para vivir: el agua.
A pesar de que las últimas semanas han supuesto un cierto alivio de la situación en nuestro país, no debemos olvidar que el último año hidrológico –calculado desde el 1 de octubre de 2021 a 30 de septiembre de 2022– ha sido uno de los tres más secos en España de las últimas seis décadas, con unas precipitaciones acumuladas un 26% por debajo de los niveles considerados normales, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Se da la circunstancia de que los otros dos pertenecen también a este siglo XXI (años hidrológicos 2004-2005 y 2011-2012). Una tendencia preocupante y, además, global. De hecho, la crisis climática hace 20 veces más probable que se produzcan episodios de sequía extrema, según un estudio de expertos internacionales.
Un problema económico añadido es que, a diferencia de otros recursos escasos que podemos producir de alguna manera –siempre a un determinado coste económico, social y ambiental– no es posible producir ni fabricar agua. O quizá, en cierto modo, sí. Así lo asegura el emprendedor social Raúl Contreras, que a través de su plataforma Nittúa está impulsando un proyecto dedicado a la creación de retornos económicos para quienes se dedican, tal vez sin saberlo, a la producción de agua.
El planteamiento es muy sencillo: ciertas buenas prácticas de gestión forestal, como las que realizan determinados agricultores, pastores o diversas profesiones ligadas a la conservación de nuestros bosques y montes, producen efectos beneficiosos sobre nuestros suelos. A su vez, «el cuidado del suelo es el que crea la capacidad de que haya una percolación, es decir, una filtración hacia los acuíferos», explica Contreras.
A mejor calidad del suelo, mayor percolación, lo cual significa que en la práctica se está produciendo «agua azul», término que hace referencia a la agua de lluvia que, precisamente tras su escorrentía o percolación, acaba llegando a nuestros ríos, presas y acuíferos. Lo interesante es que podemos medir claramente el incremento de producción de agua azul relacionado con estas buenas prácticas para intentar fomentarlas.
Así, Nittúa se ha aliado con el Instituto de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Valencia. Este grupo de investigación ha desarrollado una herramienta de medición dentro del proyecto Life Resilient Forests, iniciativa cofinanciada por el programa LIFE de la UE para promover la gestión forestal con el objetivo de que se mejore la resiliencia del bosque frente a los incendios forestales, la escasez de agua, la degradación ambiental y otros efectos del cambio climático.
Esta herramienta, llamada CAFE (Carbono, Agua, Fuego y Ecoresiliencia) determina cuáles son las actividades selvícolas más adecuadas para la gestión de los bienes y servicios naturales proporcionados por los propios ecosistemas forestales.
Las métricas obtenidas por CAFE permiten conocer, por ejemplo, en cuántos litros por metro cuadrado se ha incrementado la percolación de agua azul gracias a la gestión forestal. También puede medirse el incremento de la extracción de biomasa, del secuestro de carbono, de la respiración del suelo o de la biodiversidad estructural, entre otras variables de interés.
Un modelo de negocio justo
Una vez que podemos medir el agua producida por quienes cuidan del entorno, solo falta incorporar dicha variable a la práctica económica. Para ello, Nittúa está colaborando con la Universidad de Comillas, a fin de crear «un modelo de negocio innovador que nos permita meter en el mercado algo que el mercado no está aceptando hasta la fecha», lamenta Contreras.
«Cuando pagamos en nuestras casas la factura del agua, lo hacemos por cuestiones como la canalización, potabilización y depuración, junto a algún impuesto y canon. Pero, ¿qué pasa con la producción, qué pasa con el que trabaja en que el agua llegue al acuifero?», se pregunta el emprendedor social.
Contreras puntualiza que esto no persigue que la ciudadanía pague más por el agua. Todo lo contrario: plantea que este coste de incluir la producción recaiga «sobre los beneficiarios iniciales, que son además los que están gastando cantidades ingentes de agua y en muchos casos de forma poco cuidadosa como las empresas hidroeléctricas, textiles y papeleras, entre otras industrias con una alta –y a menudo nada sostenible– demanda de agua».
Además de implicar a estas grandes empresas, Nittúa también espera atraer, para la construcción de este modelo de negocio, a «todas esas entidades y personas que estamos convencidas de que, o cuidamos la vida, o la vida se esfuma». Ya cuenta con el interés de algunos aliados con los que espera poner en marcha los primeros proyectos piloto. Entre los que se encuentran el ayuntamiento valenciano de Aras de los Olmos, conocido por su proyecto de desconexión de las grandes eléctricas. Y que posiblemente sea el primer lugar donde arranque esta interesante iniciativa.
«¿Alguien tiene dudas de que el agua es un valor de mercado?», concluye Contreras. Por supuesto, cuando habla de valores y de mercados, no se refiere a los bursátiles, sino a la economía real. A los grifos de nuestras propias casas, en definitiva.