¿Cómo logran reconstruirse las sociedades tras un desastre? En Un paraíso en el infierno: Las extraordinarias comunidades que surgen en el desastre (Capitán Swing), la escritora Rebecca Solnit analiza grandes calamidades, desde el terremoto de San Francisco al 11-S, el huracán Katrina o la pandemia. En medio del horror, la fuerza de la solidaridad y el altruismo da una potente lección de interdependencia. Una lección a tener en cuenta estos días.
Hay dos cosas verdaderamente relevantes en el breve instante del desastre. En primer lugar, la revelación de aquello que siempre fue posible o, más precisamente, aquello que siempre estuvo latente: la generosidad de quienes nos rodean, su capacidad para sobreponerse e improvisar otro tipo de sociedad. En segundo lugar, la comprensión de lo profundo que es nuestro deseo de conectar con los demás, de participar, de ser generosos y resolutivos. De ahí nace su sorprendente alegría.
El psiquiatra Viktor Frankl, tras sobrevivir a Auschwitz, afirmó que encontrar sentido y objetivo vital era, en muchas ocasiones, un factor decisivo para la supervivencia. Tras el 11-S, el filósofo neoyorquino Marshall Berman citaba a Nietzsche: «El hombre, el animal más valiente y más acostumbrado a sufrir, no niega en sí el sufrimiento: lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un sentido del mismo». Frankl cita otra versión del mismo aforismo: «Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo». Cuando Dorothy Day abandonó a su amante, también cambió un amor intensamente tangible y privado por otro, mucho más amplio, vago. Era el amor a Dios, pero también el amor al sentido, al trabajo, al compromiso y a la comunidad. Sin ese amor, aun conservando su relación afectiva, se habría sentido miserable. Entregó su cómo a cambio de un porqué.
La felicidad del desastre se encuentra, si se hace, en esa labor de inmersión y entrega a la propia supervivencia y a la supervivencia de los demás, en un afecto que no es privado y personal, sino cívico: el amor que se profesan los desconocidos, el amor de un ciudadano hacia su ciudad, el amor al todo al que pertenecemos, el amor a lo que es realmente importante.
En la sociedad postindustrial contemporánea, por lo general, estos amores permanecen dormidos, ignorados: es así como la vida diaria se torna desastre. Sin embargo, cuando esos amores se realizan, cuando desempeñan un papel importante, construyen sociedad, comunidad, propósito vital, fortaleza, sentido. La vida privada es importante, pero la apología del eros y el espacio doméstico nunca ha sido tan intensa ni el lenguaje de la vida pública se ha visto tan atrofiado, al menos en los medios de comunicación de masas del mundo angloparlante. De la periferia nos llegan multitud de ideas sobre comunidades no mercantiles, democracia directa y participativa, sociedad civil, regeneración urbana, comunidad amada, dicha y solidaridad.
[…] En el desastre del día a día, en Nueva Orleans como en cualquier otro sitio, nuestra tarea consiste en cerrar heridas y enmendar desigualdades. Nuestra recompensa, reconocer la profundidad del amor y el sentido de esa labor. La alegría también es importante y el hecho de que pueda hallarse en las circunstancias más inhóspitas es una nueva prueba de cómo los deseos sobreviven siempre a la división y la pesadumbre. El sistema actual se construye sobre la escasez y el miedo a los demás y se dedica a crear más escasez y más temores. Día tras día, son el altruismo, la ayuda mutua y la solidaridad los que mitigan el desastre, las acciones motivadas por el amor, no por el miedo, de individuos y organizaciones. Se trata de una especie de gobierno en la sombra, un sistema paralelo listo para actuar cuando lo decidan los electores. El desastre es, en cierto sentido, esos electores, pues tales lazos y habilidades constituyen una respuesta efectiva ante la emergencia, al contrario que el miedo y la división. El desastre muestra en qué podría convertirse el mundo: muestra la fuerza de esa esperanza, de esa generosidad, de esa solidaridad. Muestra que la ayuda mutua es el principio operativo por defecto y que la sociedad civil siempre aguarda entre bambalinas, aunque parezca haber hecho mutis por el foro.
Sobre tales cimientos podría construirse un mundo que corregiría las inequidades que provocan el dolor, la pobreza y la soledad de cada día, y el miedo homicida y el oportunismo del desastre. Este es el único paraíso posible, y jamás será pleno, ni estable, ni completo. El paraíso ha de surgir constantemente en respuesta al sufrimiento y las dificultades: en realidad, nuestra única misión habría de ser la de fabricar el paraíso. Todas las versiones del paraíso alcanzado parecen hablarnos de unas vacaciones eternas, de un lugar donde nada tiene demasiado sentido, pues no hay que crearlo. En cambio, los paraísos que se construyen en el infierno son improvisaciones adaptadas a las necesidades de la situación. Al fabricarlos, ponemos en funcionamiento toda nuestra energía y nuestra creatividad, libres para inventar y plenamente inmersos, al mismo tiempo, en la comunidad. Los paraísos que se construyen en el infierno nos enseñan lo que queremos y podemos ser.
Tras el terremoto de 1906 de San Francisco, una mansión ardió hasta derrumbarse y solo quedó en pie el pórtico columnado del atrio, todo de piedra. Se ha conservado una fotografía que parece mostrar cómo, de repente, en lugar de enmarcar y dar acceso a un interior privado, el pórtico se abre al resto de la ciudad, más allá de la colina sobre la que ahora solo quedan ruinas. En ocasiones, el desastre derriba las instituciones y las estructuras, suspende brevemente la vida privada y nos permite observar lo que hay más allá. Nuestra labor consiste entonces en reconocer las posibilidades que contemplamos al otro lado y en poner todo nuestro empeño, día tras día, para llevarlas a cabo a este lado del umbral.
Este es un fragmento de Un paraíso en el infierno: Las extraordinarias comunidades que surgen en el desastre, de Rebecca Solnit, editado por Capitán Swing. Puedes hacerte con uno en su página web o en tu librería más cercana.