Jesús Terrés

Jesús Terrés: «La literatura es la primera victoria frente al miedo»

¿Si un barco reemplaza poco a poco todas sus partes, sigue siendo el mismo barco? Y si nosotros vamos cambiando lo que nos construye -nuestras emociones-, ¿acabamos siendo otras personas? Jesús Terrés (Valencia, 1977) tiene la respuesta: caminamos por la vida aprendiendo a cambiar, pero sin dejar nunca de ser. Con su nuevo libro, Vivir sin miedo (Editorial Destino), el escritor habla precisamente de la búsqueda de los nos hace mejores con nosotros mismos -la felicidad de lo pequeño, la valentía para buscar la vida buena, la luz que entra en la grieta-. Una recopilación de sus relatos más íntimos en los que se reconocen, cada semana, las miles de personas de la comunidad de Nada importa y que, ahora, quedarán plasmadas sobre el papel.


El libro se titula Vivir sin miedo y recoge algunas de las cartas íntimas que llevas ya años compartiendo con tu comunidad de Nada importa. ¿Por qué darles ahora este formato?

Ha sido una cuestión orgánica, culpa de la comunidad que me lee cada día. Llevaba tiempo recibiendo esa petición, ese anhelo de tener impresas todas mis cartas, y es algo que no deja de sorprenderme cada día, porque para mí escribir es un acto muy íntimo y, sobre todo, muy solitario. Y sin embargo han llegado a escribirme incluso para pedirme permiso para usar alguna de mis cartas como votos para una boda. Me parece alucinante y me emociona muchísimo esta travesía de cariño y empatía en la que estoy embarcado. Además, tengo la sensación de que las lectoras -la mayoría sois mujeres- aman el papel, que necesitáis el formato físico porque apreciáis una lectura pausada que os deje escribir sobre las palabras, arrugar las páginas, tener todas esas sensaciones plasmadas para llevarlas de viaje, a una cafetería, a un fin de semana a Roma o dondequiera que sea. Eso me parece maravilloso.

¿Ha sido muy difícil escoger qué textos incluir entre los cientos que ya acumula tu archivo?

Complicadísimo. Ha sido un trabajo intenso que he hecho acompañado de mi editora Martina, quien me recomendaba las que consideraban que tenían que estar sí o sí. Y la verdad es que yo he sido egoísta -creo que tenía que serlo- porque lo que hice fue imprimir todos los textos elegir con las tripas y el corazón.  

Y en esa selección tan emocional, ¿descubriste algún patrón sobre los temas que has ido abordando cada semana?

A veces tengo la sensación de que llevo toda la vida escribiendo sobre lo mismo todos los sábados, pero desde distintos ángulos. Por resumirlo, veo que mi corpus literario gira en torno a rebañar al máximo el plato que es la vida y hacerlo muy conscientemente, apreciando los detalles y viviendo pegados a nuestras emociones. Vivir pegado al presente, al fin y al cabo, con sus más y sus menos: he visto que tengo cartas muy alegres y otras tremendamente tristes. Pero es que esa es la vida.

«He aprendido a convivir con el miedo porque he descubierto que no se trata de vencerlo; sencillamente, no se puede»

Una emoción con la que estás muy conectado es el miedo. Y así has decidido demostrarlo en el título de este nuevo libro, a pesar de que en tus relatos hablas de muchísimas otras cosas. 

El título del libro, en realidad, fue una serendipia, que a mí me encanta porque me fascina que los acontecimientos causales te lleven de un lado a otro. En las presentaciones de mi otro libro, Buscaba la belleza, descubrimos que la palabra que más se repetía era precisamente el miedo. Se me quedó la mosca detrás de la oreja, así que le eché un vistazo a las notas personales que he ido tomando todos estos años en terapia y descubrí que, efectivamente, el miedo había estado presente, en diferentes grados de intensidad, tanto en mi vida personal como en mi literatura. Para mí tuvo todo el sentido del mundo titular con Vivir sin miedo porque verdaderamente creo que la literatura es la primera victoria contra el miedo. Y no hablo de la literatura profesional, hay literatura cada vez que volcamos sobre el papel nuestras preocupaciones. Es ganar un primer round a esa emoción porque, a partir de ahí, dejamos de verlo tan terrible que podemos seguir conquistando otros espacios. En mi caso, mis textos me han ido ayudando a vencer el miedo en el resto de aspectos en mi vida.

¿Has aprendido a vivir con él? El libro ya estaba en imprenta cuando, hace apenas unas semanas, compartiste una carta muy íntima que precisamente se titulaba Miedo. «Lo prometo hoy, aquí, intentarlo una vez más. No tener miedo». ¿Cómo vas con esa promesa?

He aprendido a convivir con él. Porque he descubierto que no se trata de vencerlo; sencillamente, no se puede. Y hacer que no existe o meterlo en un cajón es la peor decisión que se puede tomar. Ahora que lo pienso, creo que estoy siendo muy contradictorio con el título: quizá lo más sensato sería al revés, Vivir con miedo. Pero creo que lo que demuestra el libro es que lo importante es vivir con una entrega total a las emociones, tanto si estás amando como si estás viviendo un duelo. Sin ataduras.

De hecho, esa carta la compartías justo después de escribir acerca de la pérdida de vuestro hijo. Reconocías que tenías dudas sobre contar o no todo lo que pasó: «Laura me confesó estos días lo sanador que ha sido para ella traducir el dolor (su dolor) a través de su obra. Que si lo escribo a lo mejor me sienta bien. Algo me frena, se hace guijarro, no prende la lumbre. Lo hago igualmente, quizá tenga razón». ¿Por qué te lanzaste?

Las razones son complejas. Paré las cartas cuando nos dijeron aquel 20 de diciembre que no había latido desde la octava semana. Laura, por entonces, estaba en la 12. Sucedió casi todo prácticamente en Nochebuena, así que paré para estar centrado en lo que verdaderamente importaba. Después, a mediados de enero, decidí volver a ello tras los ánimos de Laura porque se me hacía dificilísimo hacer cualquier cosa: solo tenía eso en mi cabeza y en mi corazón. Pero al final pensé que quizá, como proceso de duelo, estaba bien que compartiera con la comunidad lo que había pasado. Es un proceso con tantos niveles que es complicadísimo de procesar. Hay alrededor -todavía hoy- mucho silencio, muchísimos tabúes. No se habla del sufrimiento por el que pasan las mujeres en algo así, ni de la sangre, ni de la violencia obstétrica, ni de los sinsabores hospitalarios.

Me da la sensación de que hay muchísimo desconocimiento. Y no digo que en la Sanidad haya malas profesionales porque es como en todo y, nosotros, de hecho, tuvimos muchísima suerte, pero también vivimos en algunos momentos una falta de empatía y, sobre todo, de sensibilidad en una situación que es de absoluta vulnerabilidad. 

«El día a día nos aletarga y, cuando estamos en los extremos, volvemos a la capacidad de sentir a flor de piel (para bien o para mal)»

¿Crees que compartir tu duelo ha ayudado a otras mujeres que se han enfrentado o están enfrentándose a lo mismo?

La verdad es que después de publicarlo recibí muchos mensajes dándome las gracias por haber hablado de ello y hacerlo, para mí, fue quitar esa cortina que hay alrededor del aborto con el mayor respeto posible. Los dos recibimos muchísima empatía. Fue como un gran «gracias por compartir». Me alegra muchísimo que haya podido ayudar a otras personas en su duelo porque lo que yo he experimentado en mi entorno cercano con otras historias de abortos es que no se habla tanto como se debería, cuando hay un sufrimiento físico y emocional enorme. Por supuesto, es completamente legítimo que exista ese silencio, pero a mí personalmente me ayuda escribir para arrojar luz. Siempre desde el respeto.

¿Te ayudó a sanar la herida?

Sí. Desde mi experiencia personal, en el momento en el que estás escribiendo y llorando, ya estás estás alumbrando una cosa dolorosa e íntima y eso es un pequeño pasito para ti, tanto si después publicas tus palabras como si no.

Volviendo a tu obra literaria: primero Buscaba la belleza, después Vivir sin miedo. ¿Están conectados lo bello y lo terrorífico? ¿Hay algo en común?

Justo acabas de recordarme una frase de Leonard Cohen que me encanta: «Hay una grieta en cada cosa. Así es como entra la luz». Y es que es la verdad. Por ejemplo, el año pasado tuvimos unos días muy complicados con uno de nuestros gatos, Tractor, y fue un proceso muy duro porque estuvo hospitalizado una semana y no sabíamos si iba a sobrevivir o no. Hubo muchísimo dolor y, sin embargo, recuerdo que viví todo con más intensidad. Sí, era terrible verlo solo en su jaulita y con la mitad de su peso. Pero era maravilloso ver que nos reconocía, que cuando nos veía, enroscado en su mantita, nos hacía pequeños ronroneos. Esos días fueron los peores y los mejores a la vez, fui tremendamente infeliz en los días previos al ingreso, pero los que vinieron después fueron como un ecualizador: los de más gozo, los de llorar de felicidad. Creo que el día a día nos aletarga a la hora de vivir las emociones. Entramos en una especie de stand by emocional que nos desconecta y, cuando nos pasan cosas así, que nos llevan a los extremos, nos volvemos a posicionar frente a la capacidad de sentir a flor de piel -para bien o para mal-. Sientes esa brizna de aire cuando sales del hospital, ese maravilloso sabor del café después de noches sin dormir…

«La belleza juega un papel fundamental a la hora de salir de las urgencias del día a día»

Pero parece que nos despierta más emocionalmente la tristeza que la alegría. Cuando nos ocurre algo maravilloso, lo celebramos y después seguimos con lo nuestro. Sin embargo, cuando viene algo malo ocupa toda nuestra cabeza y corazón.

Eso es cierto. A mí me está pasando con el libro: los lectores me dicen que seguro que estoy contentísimo y la respuesta es «bueno, sí, pero», porque al día siguiente tengo otra cosa, y después otra… Pero también creo que la belleza juega un papel fundamental y aquí le doy la razón a Laura, que siempre me obliga (en el buen sentido) a salir a la naturaleza y hacer cosas tan simples como pasear por un bosque o pisar la arena descalzo. Y yo, que soy todo lo contrario, una persona tremendamente cosmopolita, tengo que admitir que la naturaleza me activa completamente. Piensa, por ejemplo, en ese primer baño justo antes del verano: te congelas, pero te emocionas. No quiero sonar a gurú, pero es verdad que así es más fácil conectar con muchísimas emociones en todos sus espectros.

De hecho, dentro de unos meses vamos a ver las auroras boreales, que este año dicen que van a ser espectaculares. Nunca las he visto y me emociona muchísimo porque creo que es una de las máximas expresiones de la naturaleza. Y estoy convencido que, cuando estás subyugado a una belleza que te quita el aire de esa manera, lo último que piensas es «tengo que responder ese mail».

Y cuando escribas esa vivencia para tus seguidoras recogerán el guante y se irán también a perseguir auroras, igual que conectan contigo cuando compartes los momentos más tristes. ¿Qué es lo mejor que te ha dado esta comunidad digital? 

Como he dicho antes, para mí la escritura es muy íntima. Soy una persona neurodivergente y, además, muy introvertida. Vamos, que lo tengo todo. Sin embargo, esta comunidad siempre me ha hecho sentir eso de «oye, que estamos aquí contigo», y a mí solo me sale responder «ah, ¿en serio?», porque me sorprende muchísimo y lo seguirá haciendo esa sensación de compartir y que te compartan de vuelta. Me hacen sentirme visto.

«Llegará un día en el que termine la última carta y mi cuerpo diga «ya está». Y será bonito y sano»

Pero también has dejado caer en varias ocasiones que tanto las cartas como el Consultorio sin miedo –uno de tus grandes hits– tendrán fecha de caducidad. ¿Te da vértigo ese después de?

Tengo que ser honesto: no. Es por algo tan concreto como que vivo sensorialmente -a nivel preocupaciones- en el presente. Eso es bueno en muchos sentidos, pero también negativo porque me cuesta mucho tanto proyectarme hacia el futuro como refugiarme en el pasado. Y me encantaría hacerlo, porque envidio a la gente nostálgica. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que no pienso en ello. Ahora lo disfruto y llegará un día en el que termine la última carta y mi cuerpo diga «ya está». Y será bonito y sano.

¿Es difícil ser creativo e innovar con los formatos después de tanto tiempo? Por ejemplo, el consultorio pasó de hacerse un domingo en Instagram a algo exclusivo para suscriptores en la web. También lanzasteis las charlas de Un ratito en casa en formato podcast.

Las personas tenemos una necesidad innata de conectar y de compartir historias, tanto contarlas como escucharlas. Y ese anhelo siempre va a estar, lo tengo clarísimo. Somos creadores y escuchadores, cada uno con su miedo. Por ejemplo, yo hace cinco años habría alucinado si me hubiesen dicho que íbamos a estar escuchando pódcasts todos los días. Y, si lo piensas, no es más que la evolución de la radio y el transistor. Innovaremos sobre los mismos raíles de siempre -la radio y el libro físico que, por cierto, estoy seguro de que no va a morir-, pero lo haremos. Porque lo que más cuesta cuando innovas es precisamente ese afán por contar y escuchar que ya existe en nosotros. Y yo, que confío mucho en la tecnología, creo que surgirán muchísimos formatos de la mano de las nuevas generaciones y habrá hueco para todos ellos. 

Para acabar, ¿qué le dirías a alguien que siente que el miedo lo paraliza?

En primer lugar, que entiendo perfectamente esa parálisis. Y luego, que expresar ese miedo más allá de los espacios comunes como la terapia es un pasito gigante. No hablo de escribir, puede ser sentarte con alguien que sabe escuchar, dibujarlo, cantarlo, pintarlo. Esa expresión, ya sea para ti mismo o para otro ser humano, te permite observar el miedo y estudiarlo casi físicamente. Y después viene todo lo demás. 

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Igluu, con su consentimiento, tratará sus datos para enviarle la newsletter. Para el envío se utiliza MailChimp, ubicado fuera de la UE pero acogido en US EU Privacy Shield. Puede ejercer sus derechos de acceso, rectificación o limitación, entre otros, según indicamos en nuestra Política de privacidad.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.