En el poemario ‘Nana de la medusa’ (Espasa, 2023), Marina Perezagua ofrece una geografía que construye a partir de la erótica femenina, el ejercicio del deseo y una maternidad consciente. Esta dimensión real de nuestra corporeidad convierte a esta obra en conquista capaz de modificar no solo nuestra mirada, sino la relación que las mujeres hemos establecido con el sexo y nuestro cuerpo. Un verso íntimo y orgánico que pone en el centro aquellas asimetrías que han condicionado la vida de las mujeres.
En el libro reflexionas sobre la vulnerabilidad que se aloja en las vidas de las mujeres por las construcciones culturales que hemos heredado en el sexo, el deseo y la maternidad.
Intenté expresarla no sé si de manera consciente, lo cual hace aún más significativa e inquietante tu pregunta. La poesía me brindó el espacio para explorar las intersecciones entre la fortaleza y la fragilidad, desenredando los hilos de las expectativas impuestas y tratando de encontrar la autenticidad en medio de esa maraña. Así que, en esencia, Nana de la medusa es mi manera de tejer la complejidad de ser mujer en un mundo tejido con prejuicios y, al mismo tiempo, liberar la resistencia a ser definida por esos mismos prejuicios.
Siempre me ha resultado curioso que la inercia hegemónica hable de nueva genealogía cuando, en realidad, de lo que se trata es que el curso de la humanidad se cuente tal como ha sido.
Es fascinante y a menudo perverso de qué manera las construcciones culturales hegemónicas moldean incluso nuestra comprensión de la genealogía y la historia, dejándolas totalmente al margen de la autenticidad y la veracidad. Es más, creo que estamos en un momento en que ni siquiera importa el concepto de lo veraz histórico, como lo expresaba Solzhenitsyn: «Sabemos que nos mienten Ellos saben que mienten Ellos saben que sabemos que nos mienten Sabemos que ellos saben que sabemos que nos mienten. Y sin embargo, siguen mintiendo». La narrativa histórica ha sido silenciada en gran parte, sesgada, y se sabe qué partes fueron amputadas, pero a veces me pregunto si existe un verdadero interés en dar materia a esos dolores, a esos miembros fantasmas, más allá de los términos de moda que se auto enredan para venir a decir algo muy simple, como dices: contar el curso de la humanidad tal como ha sido.
«Al cuestionar los estereotipos, nos encontramos con la verdad de nuestros deseos»
Este pensar activo y crítico, sin censura, convierte este poemario en una obra conceptual en la que asumes muchos riesgos, especialmente, en el ejercicio de lo íntimo.
Siento una profunda convicción sobre la necesidad de explorar sin restricciones temas íntimos desde la perspectiva del deseo femenino, de manera especial aquellos que han sido relegados a las sombras durante demasiado tiempo. Me interesa lo erótico y lo sexual, contemplando también el porno desde los ojos de una mujer y explorando aquello que tradicionalmente ha sido presentado a través de la mirada masculina. En literatura, en el cine, en cualquier arte se puede ver que incluso nosotras, en muchas ocasiones, nos narramos desde la voz de un otro masculino. En el cine hay un ejemplo muy común y que no es tan trivial como parece: esas escenas de mujeres que están solas en su cuarto y empiezan a bailar y saltar sobre la cama en un pijama sexy o ropa interior. Esta es una narrativa muy masculina, aunque haya sido filmada o escrita por una mujer. Esas amigas que bailan y saltan con el cabello largo y suelto lo hacen desde el deseo del hombre. No digo que yo no pueda hacer esto con una amiga, lo que digo es que cuando se lleva a la pantalla, o a las letras, se estetiza de un modo que no sale de nuestra mirada o modo de vivir ese momento sin ser vistas por otro. Abrazar estos riesgos literarios es un modo de intentar (y digo intentar) la captura de la experiencia humana en todas sus dimensiones, destacando en particular aquellos aspectos que han permanecido silenciados debido a la incomodidad o a tabúes impuestos por el canon. Creo que se hace necesaria una exploración que trasciende lo convencional y, al mismo tiempo, invita a una reflexión sobre las estructuras más amplias que dan forma a nuestras vidas. En mi caso, no ha sido fácil hablar en la medida de lo que yo misma me permito –no creo en absoluto ser libre de lo que yo misma critico– sobre cuestiones tan íntimas, pero considero la necesidad del cuestionamiento y el desafío de las narrativas preestablecidas que han moldeado durante tanto tiempo nuestra comprensión de lo erótico, lo sexual y el deseo en la sociedad.
Cada poema se hace poderoso cuando lo vinculas a lo colectivo simbólico. Haces saltar por los aires los prejuicios y los corsés que les han impuesto a las mujeres.
Tal vez he abrazado una perspectiva vinculada con la teoría crítica, buscando desafiar las estructuras subyacentes en la sociedad. Estas estructuras, permeables y penetrantes, han restringido históricamente la autonomía de las mujeres en la configuración de sus vidas sexuales y en la expresión consciente de la maternidad deseada, incluso en contextos adversos. Me gusta pensar en el arte como artefacto de resistencia y deconstrucción simbólica. Conectando estas vivencias personales a un entramado simbólico colectivo, busco refutar las matrices de significado que han perpetuado la opresión y el control sobre las voces femeninas y de minorías. Considero la obra de arte, y no hablo de mí, como un intento de construir una contranarrativa crítica. A través de este enfoque teórico, pretendo una poderosa crítica que reivindica la agencia y la autoridad de las mujeres o cualquier tipo de vulnerabilidad en la esfera de su sexualidad y su maternidad, transformando las narrativas convencionales en una expresión resistente y consciente que desafía tanto los prejuicios internalizados como las estructuras externas de dominación.
«Hay que pararse, mirarse, apreciarse. Tomarse el tiempo para reconocernos en el espejo»
Abordemos el ecosistema de lo concreto. En este poemario, escribes y piensas sobre el sexo de la mujer. Sobre el placer y deseo propios.
He trabajado sobre el placer y el deseo como expresiones autónomas y auténticas. He intentado escribir desde un concepto del sexo que se aleja decididamente de la narrativa indolente y pasiva que la creación masculina ha intentado imponer sobre nosotras. Ni siquiera busco un relato del sexo femenino, obviamente, sino un relato sólo mío. En contraposición a la perspectiva hegemónica que ha perpetuado una mirada estereotipada y objetivada de la sexualidad femenina, he buscado representar el sexo como una expresión poderosa y autónoma, liberada de las limitaciones que históricamente se han erigido. Este enfoque concreto es una declaración de independencia y autoridad sobre nuestras propias experiencias íntimas. Al cuestionar los estereotipos, nos encontramos con la verdad de nuestros deseos y placeres como legítimos y válidos. Se trata casi de una indagación sobre una misma al tiempo que se escribe, un descubrimiento para tratar de ser –de nuevo en la medida de lo posible– autónoma en una celebración de la diversidad y la profundidad de nuestras experiencias sexuales y deseos propios.
Algunos poemas como Máquina número 10 y Niña martillo se aproximan a la dureza y ternura de la maternidad. Una maternidad que se teje entre biografías de mujeres.
Exploran la intrincada dualidad entre la crudeza y la ternura que define la maternidad. Es la experiencia maternal que traza una línea emocional abrazando a aquellas mujeres que han estado presentes en el pasado, a las que están en el presente y a las que estarán en el futuro. Se crea un tapiz de continuidad y conexión a través de las generaciones. Me interesa mostrar que la maternidad es una experiencia universal, tejida en la intersección de lo contradictorio, la dureza, la ternura e incluso la perversidad, esperando honrar la diversidad y la complejidad de las experiencias maternales, una travesía única para cada una. Pero al mismo tiempo me interesa el concepto de madre universal como aquello que, a pesar de cada individualidad, ignora las diferencias mediante la solidaridad y abraza la esencia compartida de la experiencia femenina. Es más, ni siquiera creo que haga falta ser madre para serlo, no sé si me explico: entiendo madre como tierra, como tolerancia, como fuerza que se rebela y muerde y mata para proteger su linaje, un linaje que puede empezar y acabar en una misma, en su grito de protesta, en su derecho a la extinción de sus apellidos, pero también a existir ahora y en esta vida tal como lo desea.
Una de las conquistas de nuestro tiempo es saber escuchar al deseo propio, conversar con él. Alejarnos del deseo que siempre ha buscado complacer al otro, responder al deseo ajeno y ser objeto de deseo.
Exactamente. Esta transformación en la relación con el deseo nos permite cultivar una autoconciencia profunda y una autonomía emocional. Al hacerlo, nos liberamos de la presión de ser constantemente objetos de deseo para otros y encontramos un espacio para la autenticidad en nuestras interacciones y relaciones. Por eso hablaba antes de indagación, porque pensamos que lo sabemos todo sobre nosotras, pero no, en absoluto, no lo sabemos porque no podemos saberlo. Esta evolución en la comprensión del deseo es un paso crucial hacia la afirmación del yo, hacia la construcción de relaciones más equitativas y hacia la creación de una sociedad que valora la diversidad en la expresión del deseo y la sexualidad.
Creadoras que utilizan sus cuerpos para vender libros, influencers que entregan sus cuerpos a cambio de likes. Cuerpos consumo. ¿Cómo abordar esta complejidad? ¿Cómo generar resistencias?
Así es, la incursión del capitalismo contemporáneo en nuestros cuerpos plantea preguntas fundamentales sobre la autonomía, la dignidad y la influencia de la mercantilización en nuestras vidas. Creo que generar resistencias pasa por una acción colectiva. Para generar resistencias significativas tal vez sea esencial fomentar la educación crítica y la conciencia pública. Debemos promover la alfabetización mediática que permita a las personas cuestionar y comprender los entresijos de la economía digital y cómo impacta en la valoración de los cuerpos. Celebrar las voces y las historias que desafían las narrativas superficiales del cuerpo como mera mercancía puede contrarrestar la homogeneización de la belleza y la identidad en línea. Y reconocer la importancia de la autoestima, absolutamente vital para la salud física y psíquica de cualquier persona, y a la que a menudo no prestamos la suficiente atención. Hay que pararse, mirarse, apreciarse. Tomarse el tiempo para reconocernos en el espejo. Me interesan los proyectos de expresión que trascienden la comercialización pura, creo que contribuyen a crear un ecosistema en línea que resalta la riqueza de las narrativas humanas en lugar de reducirlas a simples objetos de consumo. Abordar esta complejidad y generar resistencias podría implicar cierto nivel de cambio y la construcción de una conciencia colectiva que valore la dignidad humana por encima de la explotación comercial. Asimismo, la colaboración entre críticos, creadores, activistas y académicos también me parece esencial para enfrentarnos a esta complejidad. Crear espacios de diálogo y de intercambio de ideas puede llevar a la formulación de estrategias más efectivas para desafiar las dinámicas de consumismo y explotación de otros cuerpos o de los nuestros propios.
«La maternidad es una experiencia universal, tejida en la intersección de lo contradictorio, la dureza, la ternura e incluso la perversidad, una travesía única para cada una»
Una de las grandes audacias políticas de nuestro tiempo es escribir, conversar y crear obras que aborden nuestro sexo y su lenguaje, sin imposturas ni complacencias.
Me parece super interesante esa palabra: complacencias. Creo que ahí cabe todo este universo al que tenemos que dar la vuelta para que podamos expresarnos genuinamente. No quiero ser complaciente. Es mi manera de reclamar mi derecho a mi propia narrativa, a mi propio sexo y lenguaje en su capacidad de redefinir la experiencia humana en todas sus dimensiones y matices. Ni siquiera soy complaciente conmigo misma, me exijo mucho, me cuestiono mucho, me contradigo a menudo, esa es mi manera de pensar y de vivir.
Otro asunto sobre el que me gustaría conversar es la estructura ritual que generas en este poemario, curiosamente, en un tiempo que destruye todo tipo de ritual que nos vincule a lo humano.
Los rituales, históricamente, han sido una forma de conectarnos con lo trascendental, con lo sagrado y con los aspectos más profundos de nuestra identidad. En un tiempo de cambio vertiginoso y pérdida de tradiciones, crear esta estructura es una afirmación de que seguimos necesitando rituales para anclar nuestra existencia y comprender nuestras vidas desde una perspectiva más amplia. En mi escritura, estos rituales no solo son una forma de homenajear a lo humano, sino también un acto de resistencia ante una época que a menudo prioriza la eficiencia, la desconexión y la superficialidad. A través de la estructura del ritual, siento como más sencilla la búsqueda de la trascendencia en medio de la modernidad fraccionada y la construcción de una relación más rica y significativa con lo que significa ser humano en un mundo en constante fragmentación. Al fin y al cabo, en todas las culturas los rituales crean un orden simbólico en medio del caos, permitiéndonos comprender y contextualizar nuestro lugar en el mundo.
El cuerpo, el instinto y los fluidos desempeñan un papel fundamental en el verso. Quizá esto dote a estos poemas de una plasticidad similar a la de la pintura.
Sin duda. La creación artística a menudo se convierte en una especie de autorretrato emocional y conceptual de quien la crea, pero es que yo era además consiente de esto durante el proceso. Este libro es un retrato plástico de mis últimos años y experiencias. Si tuviera el talento de pintar o esculpir, habría elegido ese modo de expresarme y este libro existiría mejor en un lienzo, una instalación o una escultura.