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Ganaderas en red: trabajar juntas para salir de la sombra

Pese a ser un sector masculinizado, las mujeres siempre han estado muy presentes en el trabajo en el campo. Para visibilizarlo, desde Ganaderas en Red, además de fomentar el pastoreo y las prácticas extensivas, trabajan para impulsar la igualdad y el apoyo entre mujeres.


«Un grupo de mujeres de diferentes pueblos del territorio que caminan juntas y pelean por lo suyo entre todas. Reivindican su espacio como mujeres en el mundo ganadero, donde siempre ha sido el hombre el visible y el que tomaba la voz. Las mujeres en ganadería siempre han estado ahí, aunque muchos no quieran verlo, prefieran omitirlo. También juntas, de la mano, hablan y se enfrentan con la burocracia que cada día les hace más difícil la tarea y les pone trabas para su forma de trabajo y de producción». En su ensayo Tierra de mujeres (2019), la escritora María Sánchez resumía así la labor de Ganaderas en Red que, en el momento de publicación del libro, ya llevaba a la espalda algunos años tejiendo redes entre mujeres del campo para formar una red cooperativa en la que compartir conocimientos y apoyo para sacar sus proyectos adelante.

El inicio de la historia se remonta a 2015, cuando un grupo de ganaderas que participaban en una mesa de diálogo sobre territorios pastoreados decidió ponerse en marcha para potenciar la presencia de las mujeres y reivindicar su valía dentro del sector. Tras el evento, mantuvieron el contacto y, a finales de 2016, algunas de ellas acudieron a un encuentro organizado por la  Fundación Entretantos en el que una veintena de ganaderas pusieron en común algunos de los problemas y retos que supone ser mujer en el campo. Y esa fue la semilla que hizo brotar el colectivo.

«Como somos mujeres ganaderas / creemos en una vida diferente / donde poder ser más dueñas de nosotras mismas y de nuestro entorno / enseñar a los hombres su lugar en el mundo / valorarnos y apoyarnos entre nosotras / encontrarnos y compartir», explica el inicio del poema que abre su página web. Hoy, Ganaderas en red tiene más de 180 socias, mujeres que hacen de la ganadería extensiva y de la venta de sus productos derivados su modo de vida. Muchas de ellas no vienen de estirpe familiar ganadera y es la primera vez que se dedican a ello pero, gracias al apoyo de las demás, eso no supone un problema: el colectivo cuenta además con redes sociales (Facebook, Instagram y Twitter) y diversas herramientas con las que pueden ayudarse unas a otras. En definitiva, una auténtica red colaborativa que utiliza la tecnología como soporte para llevar a cabo proyectos de impacto económico, social y medioambiental.

Cada explotación, una historia

Mientras que casi todos hemos dicho alguna vez eso de «qué ganas de dejarlo todo e irme a vivir al campo», hay muy poca gente que lo hace de verdad y, mucho menos, para dedicarse a un trabajo de agricultura o ganadería. Las dudas, el miedo o la falta de formación hacen que parezca una meta inalcanzable, pero no lo es.

Laura Martínez es una de esas mujeres valientes que han sido capaces de dar un cambio radical a su vida para dedicarse a lo que realmente quería.  Tras estudiar veterinaria, esta valenciana de 30 años decidió irse a Bustarviejo (Madrid) y montar junto su propia quesería y explotación ganadera junto a su pareja y una amiga. «Durante la carrera, empecé a tener contacto con los animales de campo y mientras realizaba las prácticas me di cuenta de que la rama que me gustaba era esa, pero nunca había tenido familia que se dedicase a la ganadería», explica Laura. «Una vez licenciada, me enfoqué en la veterinaria de campo, entablé relaciones con ganaderos y me lancé a tener mi propia ganadería. Hice distintos cursos de formación y en uno de ellos conocí a Concha, que me ofreció entrar en el proyecto que estaba creando. Compré mis cabras a un precio asequible y nos asociamos en la quesería al 50%», añade. 

Así nació Ganadería la Caperuza, que hoy cuenta con 180 cabras malagueñas de producción lechera, 60 vacas para crías de ternera 100% de pasto y un huerto de verduras ecológicas. También acaban de empezar un proyecto de gallinas para comercializar huevos de corral. «Mi pareja, su hermano y yo llevamos la ganadería; y la quesería se sostiene gracias a la ayuda de mi amiga Concha. También realizamos visitas guiadas a los dos establecimientos para que la gente conozca los productos y la vida en el campo», cuenta orgullosa Martínez.

Ganadería La Caperuza.

Una historia similar a la suya es la de Rosalía Fernández, una leonesa de 25 años que en 2019 cambió su trabajo como administrativa en la ciudad por la explotación ganadera que sus padres tienen en Prioro (León).  «Me cansé del teclado y me lancé a continuar con el negocio familiar. Hoy, en Ganadería RF tenemos vacas asturianas de montaña dedicadas a la producción de carne que después vendemos a distintos intermediarios y online. Llevo poco tiempo con el comercio en red y de momento me da para vivir sin grandes lujos: aunque los consumidores no están demasiado concienciados, la venta por internet fomenta que la gente valore más nuestros productos y nos da un ingreso extra», dice.

Ella, que además acaba de ser madre, reconoce el apoyo que ha encontrado en sus compañeras de Ganaderas en Red para sacar adelante el proyecto. «Las conocí por redes sociales y, si no llega a ser por ellas, no habría podido lanzar la tienda online. Es un trabajo muy duro, pero entre nosotras nos ayudamos muchísimo», reconoce.

En la red, además de novatas, también hay mujeres que ya trabajaban en el campo pero que necesitaban el respaldo de las demás para continuar con su oficio. Es el caso de Maricarmen Vera, manchega de 51 años, y su ganadería en Agudo (Ciudad Real). Aunque su familia se dedicaba al campo, sus primeros trabajos fueron de camarera. «Cuando me casé, mis padres nos dieron tierras a mi marido y a mí, pero al divorciarme perdí los animales y la finca que compartía con él. Entonces, mis padres repartieron las tierras que les quedaban y me volqué en ellas. Ahora tengo 600 ovejas y 55 vacas para producir carne que vendo a intermediarios para poder salir adelante», relata.

Después de una vida en el campo, ella misma hace hincapié en el duro trabajo que supone. «Para llevar una explotación tienes que tener conocimientos de ingeniería agrícola, nociones de veterinaria, contabilidad… Muchas cosas. En mi zona, la mayoría de la gente mayor cuando se jubila no cuenta con relevo generacional y vende sus tierras, porque los jóvenes prefieren irse a la ciudad y trabajar de cualquier cosa antes que dedicarse al campo», subraya. Sin embargo, hay excepciones. Y quizá una de ellas esté en su casa. «Tengo dos hijas que estudian fuera. A ellas también les gusta la ganadería y me animan a que siga con ello: la mayor estudia Ingeniería Aeroespacial, pero dice que no le importaría dedicarse al campo si no consigue trabajo de lo suyo», cuenta.

Mayor apoyo administrativo para impulsar la economía local

En un contexto en el que las urbes están masificadas, volver al campo –que, además, recordemos, es el que produce los alimentos que dan de comer a las ciudades– es una alternativa que cada vez más personas tienen en cuenta. Sin embargo, la vuelta al mundo rural no es tarea fácil, más si te quieres dedicar a ello. Como denuncian desde Ganaderas en red, a nivel administrativo, la falta de apoyos es evidente, sobre todo si eres mujer.

Según un estudio elaborado por el centro de análisis Funcas, por cada 100 hombres ocupados en el sector agrario, apenas hay 31 mujeres. La brecha de género sigue estando muy patente en el campo, pero se va reduciéndose: según el INE, en España, en 2020 había 261.634 mujeres al frente de explotaciones agrícolas, una cifra un 22 % superior que la registrada en 2009. En total, ellas tienen el 28,6 % del total de esa titularidad, una cifra aún lejana de la deseada paridad, pero que sí indica una tendencia hacia la igualdad en un entorno tradicionalmente muy masculinizado. 

Ganadería RF.

El apoyo por parte de las administraciones locales, regionales y nacionales es fundamental para darle la vuelta a esa situación. «Actualmente no contamos con subvenciones suficientes. La administración y los ayuntamientos no favorecen mucho al sector primario: les gusta presumir de que lo fomentan, pero la realidad es otra. Tienen buena intención, pero son lentos y todo depende mucho del partido que esté en el gobierno», opina Laura Martínez.  

Ella también pone el foco en la concienciación a los compradores para favorecer los pequeños proyectos del campo. «Los pequeños productores tenemos muy difícil llegar a la gran ciudad. Si la ganadería es pequeña, trabajar con empresas de transportes resulta carísimo y realizar repartos a domicilio por nuestra cuenta es inviable. Por eso es tan importante dar a conocer esta realidad a los consumidores, para animarlos a comprar productos de proximidad y a fomentar la economía local: la carne de extensivo puede ser algo más costosa, pero es de mucho mejor calidad y hace realidad proyectos como el mío», insiste.

Rosalía Fernández y Maricarmen Vera coinciden con ella en la necesidad de un impulso a nivel estatal para que la gente viva en los pueblos y trabaje en ellos. Según su experiencia, existen trabas burocráticas que los pastores y ganaderos no pueden sortear. «Nosotras estamos en contra de la ganadería intensiva: defendemos la extensiva, el pastoreo y la agricultura ecológica», declara Fernández. Y añade: «Creo que volver a las zonas rurales sería una buena medida para luchar contra la crisis climática, pero, siendo realistas, dudo que las personas de la ciudad puedan adaptarse a este estilo de vida. Además, el trabajo aquí también escasea».

La explotación de Maricarmen Vera.

«Tras la pandemia ha subido muchísimo la gasolina, los piensos… Se hace muy difícil mantener las explotaciones. Las personas que cuentan con grandes hectáreas de terreno sí que pueden subsistir porque reciben más ayudas, pero para los pequeños es muy complicado», manifiesta Vera, que lamenta que en su zona existen cada vez más granjas de intensivo, cebaderos y mataderos. «Es una pena ver a tantos animales estabulados mientras hay personas que intentan crear zonas de ordeño respetuosas con los animales y tienen que cerrar por falta de rentabilidad», lamenta.

«Yo actualmente cuento con la ayuda de joven agricultora de la PAC, pero con el tiempo el dinero que se percibía de estas ayudas ha ido bajando, los insumos del campo suben y se hace muy complicado afrontar los gastos derivados de la agricultura y la ganadería», relata Laura Fernández. «Sería necesario que existiesen más ayudas y subvenciones estatales como las de joven agricultor, que se fomentase a los jóvenes en el pastoreo y la agricultura y que se diesen más ayudas para empezar un negocio», concluye.

La red, extendida, va mucho más allá de apoyo en la búsqueda de respaldo institucional, o de ayuda de compañeras para montar una tienda online. «Sacan a la luz la autoexigencia y la culpabilidad que sienten con el trabajo que siempre cargan a la espalda. Porque es difícil quitarse esa mochila que se les impone desde pequeñas a las mujeres de nuestro medio rural», reivindica María Sánchez en su libro. O, Como dicen ellas en el poema que abre su web: «Siempre nos consideramos inferiores / pero es hora de hacernos valer / Hora de que el mundo se adapte a nosotras / vivir sin miedo al qué dirán/ Creer en una, cuidarse y todas juntas gritar/ Hacernos valorar / y salir de la sombra / Para que siempre luzca el sol a nuestro alrededor».

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