A treinta kilómetros de Estepona y con apenas trescientos habitantes, se esconde Genalguacil, el único pueblo museo de España… y del mundo. En él es imposible escapar del arte, que aparece por sorpresa al doblar cada esquina entre paredes encaladas y árboles frutales.
Hace siglos que los artistas se preguntan cómo mezclar el arte con la vida. Lo primero –escrito normalmente en ampulosas mayúsculas, el Arte–, suele comerse en lo discursivo a lo segundo. En la búsqueda de la dichosa conjunción lo fácil es perder el contacto con algo que tocan muy pocos, aunque se vuelquen ríos de tinta intentando definir qué es. Hay, por otra parte, quienes defienden que la vida va por un lado, y el arte por otro. Un problema casi filosófico que, en todo caso, a buena parte del común de los mortales le puede importar un comino. Por eso quizás es tan llamativo el caso de Genalguacil, un lugar tan entregado al debate en el que apenas se discierne un concepto del otro.
Este pueblo de apenas 300 habitantes enclavado en el valle del Genal, en el corazón de la serranía malagueña de Ronda, decidió hace casi treinta años celebrar unos Encuentros de Arte abiertos a todo el globo. La idea puede parecer como mínimo chocante. Surrealista, teniendo en cuenta que, si uno mira un mapa, Genalguacil podría decirse que está en mitad de la nada. A más de 30 kilómetros de Estepona, a 40 de Ronda y a casi 120 de Málaga capital. Rodeada de una vegetación inmensa, con los pinsapos prehistóricos haciendo acto de presencia desde hace siglos. No es, precisamente, donde uno piensa que pueda nacer el dadaísmo. Pero la decisión de su alcalde, Fernando Centeno, lo cambió todo aquel 1994.
Desde entonces, Genalguacil lleva acogiendo de forma bianual a una pléyade artistas internacionales cada mes de agosto. Llegan al pueblo, crean, se mezclan con los vecinos, engarzan con la cultura local, festejan a la noche, se inspiran de la naturaleza, de las charlas y, como fruto, dejan un legado en forma de obra. Es por eso que, a día de hoy, la localidad es no solo conocida en el mundo artístico, sino en el mundo en general, como el único ‘pueblo museo’ habitado que existe en España y el extranjero.
Así lo definen desde su Ayuntamiento y razón no les falta. El resultado de esos encuentros veraniegos son calles y más calles repletas de arte entre las tradicionales paredes blancas de pueblo andaluz que lucen como abrigo. Más de 180 artistas han pasado por aquí en estas tres décadas, dejando un reguero de obras creadas e incrustadas en todas y cada una de las esquinas que conforman el laberinto de calles andalusíes de la localidad.
El arte en cada esquina
Es cierto que es imposible comprender este pueblo sin su antropología y sus sinergias encontradas. Pero es el urbanismo que resulta, claro, lo que verdaderamente merece capítulo aparte. Ya desde la entrada al municipio es necesario estar atento. Es recomendable hacer el viaje por la mañana, con tiempo para observar con pausa cada rincón. Literalmente hay una obra en cada uno de ellos. Entrando desde la carretera que lleva a Ronda, lo primero a encontrar es el popular árbol de caras esculpidas que, como si de un monte Rushmore se tratara, recibe al visitante. Es fácil pasar de largo entre tanta vegetación. Antes, sin ir más lejos, se encuentra el mirador del Lentisco, que ya da buena cuenta de la estampa de bosque verde oscuro y huertos de árboles frutales, limoneros y almendros.
Aparcar es sencillo y, si se quiere parar a desayunar, se encuentra por este camino uno de los pocos sitios donde hacerlo en el pueblo, el Pub Cabry, que de comida casera, buen ambiente y vecinos dispuestos a comentar el día va sobrado. Porque el tiempo se para en seco en Genalguacil. Lo suyo es perderse. Caminando calle abajo comienzan a aparecer las primeras obras: una Pantera Rosa en escultura, un cuadro colgado con un duelo a garrotazos fotografiado, una farola a medio caer sostenida por una naranja esculpida, serigrafías, decenas de figuras de todas las corrientes, del expresionismo a lo abstracto… Hay ocasiones, incluso, en que uno duda si la mera casualidad de una hoja en el suelo o un cartel de ‘se vende’ es también parte de la exposición permanente en este museo al aire libre.
Genalguacil comienza a ser lugar de artistas de todo el mundo, y también es fácil cerciorarse de ello en el paseo. Los estudios independientes tienen de hecho una placa que los diferencia del resto de casas, a las que cada vez más familias y parejas jóvenes se mudan: el arte se ha convertido en una forma de combatir la despoblación rural.
Pasando la plaza que se citaba al inicio, donde merece la pena quedarse un buen rato contemplando la vida, se llega –por el lugar al que los genalguacileños llaman la lomilla– al enclave fundamental: el Museo de Arte Contemporáneo Fernando Centeno, que debe su nombre al alcalde que ideó la iniciativa de los encuentros. Abierto todos los días de la semana excepto los martes, y a un módico precio de dos euros, este lugar posibilita adentrarse en el museo dentro del museo que es el pueblo, en el resultado de la experiencia colectiva, en el arte que ha quedado y que sigue nutriendo sus paredes cada año. Su interior es una visita indiscutible para entender lo que significa el arte para la localidad y el altísimo nivel de los artistas que han estado en él.
Las obras que se encuentran en esta zona de Genalguacil, no obstante, son de lo más llamativas igualmente. Las esculturas con forma de vagina dando a otro de los miradores de la localidad, la hilera de sillas volantes en una de sus bocacalles, el icónico lápiz grueso surcando el cielo pintando la pared, la fuente con esculturas de burritos como grifos… es un no acabar. Porque uno no elige cuándo empieza a buscar obras de arte vienen de cara y se aparecen.
Lo cierto es que, si bien Genalguacil puede visitarse en apenas una mañana, no hay razón para irse tan pronto. Las casas rurales en el mismo pueblo son múltiples, lógicamente, después de tantos años llamando la atención en todo el mundo. Hostales, posadas… Hay opciones para pasar, al menos, el fin de semana que se merece un pueblo único entre tantos y que, además, se encuentra a una relativa corta distancia de la playa. No hay, quizás, un lugar de paso más peculiar y más artístico que este en todas las carreteras nacionales.
Para llegar hasta Genalguacil, la forma más rápida es el coche. Y la forma mejor es el coche eléctrico. Si te han entrado ganas de acercarte a disfrutar de este pueblo museo, te dejamos unas rutas muy bajas en emisiones y muy altas en disfrute de la mano de ALD Automotive | LeasePlan.