Alrededor de 1,7 millones de trabajadores de la confección, predominantemente mujeres, viven con salarios de pobreza en Europa. En países como China, Turquía, Bangladesh o Marruecos, la situación es aún peor. Junto a otros organismos, Fashion Revolution ha puesto en marcha la campaña Good clothes, fair pay para recoger un millón de firmas y pedir a la Comisión Europea que garantice por ley salarios dignos para las trabajadoras del sector de la moda.
El refranero español nos dice que es muy difícil encontrar una aguja en un pajar. Casi tan complicado como encontrar una prenda de fabricación nacional en las grandes superficies comerciales copadas por los gigantes de la fast fashion. Basta con realizar un ejercicio tan sencillo como consultar las etiquetas para darnos cuenta de que la ropa con que nos vestimos recorre miles de kilómetros antes de llegar a nuestras manos.
China, Turquía, Bangladesh y Marruecos, por este orden, son los principales puntos de procedencia de la ropa que compramos, según el informe El comercio textil en cifras 2021 de la Asociación Empresarial de Comercio Textil, Complementos y Piel (Acotex). Cierto es que no estamos desvelando ningún secreto porque la externalización de costes determina –o es– el mercado, amigo. O, mejor dicho, era el mercado: existe una creciente sensibilización en los consumidores, que cada vez demandan en mayor número que las mujeres que mayoritariamente elaboran nuestra ropa en esos lejanos países tengan unas condiciones mínimas de dignidad laboral.
Esa sensibilización global es la que está detrás del lema «¿Quién hizo mi ropa?» del movimiento internacional Fashion Revolution, surgido como protesta tras el colapso del edificio Rana Plaza en Bangladesh, ocurrido el 24 de abril del 2013. El derrumbe se llevó por delante la vida de 1.134 personas, en su mayoría mujeres, que trabajaban en condiciones infrahumanas para talleres de ropa que producían para algunas de las marcas más conocidas del sector.
Desde esta tragedia se han dado algunos pasos, aunque ciertamente insuficientes, en favor de la protección de las trabajadoras, como el Acuerdo de Bangladesh sobre seguridad de los edificios, en ese mismo 2013. El año pasado, sindicatos y marcas firmaron el nuevo Acuerdo Internacional sobre Seguridad y Salud en la Industria Textil y de la Confección. Según la Campaña Ropa Limpia de la ONG SETEM, se trata de un «programa legalmente vinculante que las marcas de ropa pueden firmar para garantizar que las fábricas de ropa de su cadena de suministro sean seguras».
Objetivo: un millón de firmas
Uno de los problemas es precisamente que el programa sea voluntario: las marcas e industrias fabricantes pueden o no adherirse si quieren, pero no hay nada que las obligue. Para ello sería necesario una legislación fuerte que se aplicara al margen de las decisiones corporativas. Esta es la razón de que Fashion Revolution, con el apoyo de la ya citada Campaña Ropa Limpia, y de la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO) y el sello de Comercio Justo Fairtrade Internacional, entre otras entidades, haya puesto en marcha este año la campaña internacional Good Clothes, Fair Pay. Se trata de una Iniciativa Ciudadana Europea —parecido a una iniciativa legislativa popular pero a nivel comunitario —para pedir a la Comisión Europea que garantice por ley salarios dignos para las trabajadoras del sector de la moda.
Hablamos de un reto descomunal: para que una Iniciativa Ciudadana Europea sea tenida en cuenta –lo cual no garantiza su aprobación, solo su valoración– por la Comisión Europea, es necesario recoger como mínimo un millón de firmas en al menos siete países de la Unión y en un plazo de doce meses. Desde finales de julio, cuando se puso en marcha la campaña, se han recogido cerca de 80.000 firmas. Queda por tanto mucho por hacer, pero los promotores de la iniciativa son conscientes de que el esfuerzo merece la pena.
«Está ampliamente documentado que las trabajadoras de la industria global de la confección reciben sueldos extremadamente bajos, en muchas ocasiones por debajo incluso del salario mínimo fijado en los países donde las empresas internacionales deslocalizan su producción de ropa», afirma Eva Kreisler, coordinadora de la Campaña Ropa Limpia en España.
Este problema de los bajos salarios ocurre no solo en esos lejanos y empobrecidos países. También pasa aquí mismo, en suelo europeo. «Una investigación reciente de la red Campaña Ropa Limpia llevada a cabo en Europa Central, Oriental y Sudoriental muestra que alrededor de 1,7 millones de trabajadores de la confección, predominantemente mujeres, trabajan y viven con salarios de pobreza en esta parte de Europa. Los salarios netos mínimos legales en estos países están por debajo de los umbrales de pobreza estadística definidos por la UE y cubren por término medio sólo el 26% de un salario digno», destaca Kreisler. «Al mismo tiempo, los beneficios que obtienen las marcas y los minoristas en la cadena de suministro de la confección son enormes, incluso durante la pandemia», añade.
Aprobar una ley europea es imprescindible, según las entidades promotoras de Good clothes, Fair Pay, porque, según su propia experiencia, los acuerdos voluntarios no funcionan. Así lo asegura Nadège Seguin, coordinadora de Fashion Revolution en España: «Como vimos con la tragedia del Rana Plaza, cuando un tema se hace mediático y provoca que la gente está pendiente, es posible que sí se logre algún cambio. Pero después, cuando pasa un año o dos de ese cambio y el asunto ya no sale en los medios, como no haya una ley que apoye la permanencia de este avance, tan rápidamente como ha venido, se va».
«Las distintas iniciativas corporativas voluntarias puestas en marcha en las últimas dos décadas no han logrado ningún avance. Sin una legislación ambiciosa al respecto, sin que se promuevan sindicatos fuertes y acuerdos vinculantes entre marcas y sindicatos, pasarán otros veinte años y seguiremos igual o peor», comparte su compañera Kreisler.
Legislación y acuerdos para garantizar una moda justa
Las expertas coinciden en que la presencia de los sindicatos también resulta fundamental. De hecho, donde no hay salarios dignos, las trabajadoras tampoco suelen contar con el derecho a sindicarse. «Y aunque tengan este derecho a afiliarse a un sindicato, a veces pertenecer a uno te puede costar la vida en algunos países», lamenta María Fernández, responsable de campañas de La Coordi, la Coordinadora Catalana de Comercio Justo y Finanzas Éticas, otras de las entidades impulsoras de la campaña. Fernández recomienda echar un vistazo al documental True Cost, de acceso libre en YouTube, para profundizar en esta y otras cuestiones relacionadas.
Para las impulsoras, es evidente que hace falta una legislación como la propuesta por esta Iniciativa Ciudadana Europea, cuya aplicación afectaría a todas las marcas y comercios minoristas que deseen comerciar dentro del territorio comunitario, independientemente de que tengan su sede en algún país miembro de la UE o en cualquier otro lugar.
La propuesta de ley también exige a las marcas que identifiquen los grupos de riesgo especialmente afectados por los bajos salarios, como las mujeres y los trabajadores inmigrantes. Y contempla otra serie de obligaciones. Como destaca la coordinadora de la Campaña Ropa Limpia: «En la medida en que la Iniciativa Ciudadana Europea solicita a la Comisión que determine qué estándares de referencia pueden tenerse en cuenta para determinar el salario digno y que estos estándares de referencia del salario digno también se tengan en cuenta en las negociaciones salariales del sector, las empresas se estarían comprometiendo de manera real».
«Proponemos que la legislación incluya elementos detallados de obligado cumplimiento respecto a transparencia, prácticas de compra, derecho de los consumidores a la información o cláusulas en la contratación pública, entre otros aspectos; y se contemplan sanciones o penalizaciones para las empresas que incumplen», añade Kreisler. Todo ello para que en el mundo de la moda haya en un futuro cercano algo seguro, mucho más que los colores o el estilo que serán tendencia: la dignidad de quienes hacen nuestra ropa.