Hace unas cuantas décadas, si alguien decía que hacía grafitis –o, siendo un poco más pureta, que se dedicaba al arte urbano–, era poco menos que considerado un vándalo, un peligroso delincuente que se dedicaba a garabatear las paredes sin respetar ni el patrimonio ni la propiedad privada. Afortunadamente, hoy eso ya ha cambiado tanto que ese tipo de expresiones artísticas han llegado a las paredes de los museos y han alcanzado cantidades millonarias en prestigiosas casas de subasta –ejem, Banksy–. Pero, además, la tecnología ha permitido que no solo ya no se consideren algo que ensucia la ciudad, sino que pueden incluso limpiar su aire.
La pintura fotocatalítica es un material fabricado a partir de cal y grafeno que absorbe CO2, ayudando a reducir la contaminación urbana. Tres botes de quince litros de esta pintura absorben aproximadamente unos 14,40 kg de CO2, más o menos lo que un árbol adulto durante un año.
Laia Polo y Joseba Astigarraga son dos jóvenes artistas que acaban de lanzar ARTBY, una plataforma que, a través de Artby Outdoor, utiliza el arte urbano para ayudar a las marcas a lanzar su mensaje mientras contribuyen a limpiar el aire de la ciudad, apostando por un modelo menos contaminante. Graphenstone, la empresa con la que colaboran, ha realizado distintos proyectos artísticos utilizando su pintura, como EcoTruckstersByTaruga –pintaron uno de los camiones de Trucksters– o el #ConverseCityForest, impulsado por la marca de zapatillas.
«Los jóvenes tenemos otra percepción ante este tipo de iniciativas y, en concreto, hacia el arte urbano. Creemos plenamente que las calles u otro tipo de espacios son mejores lugares cuando se visten de arte ya que eso le aporta un valor único al lugar», explican.
Si quieres saber más de este proyecto de arte urbano verde, Ximena Arnau te lo cuenta en este reportaje de Yorokobu.