La inestabilidad es, en todas sus dimensiones, uno de los grandes retos que tenemos hoy. Incertidumbre económica y laboral que va desde la cesta de la compra a los intereses de las hipotecas, pasando por los escaparates o el precio de los apartamentos para pasar un fin de semana. En ese momento donde se nos acumulan las preguntas, es fácil buscar oráculos que nos ofrezcan respuestas. Yuval Noah Harari, el autor del superventas Sapiens, se lamentaba hace unas semanas en la presentación de su nuevo libro de que muchos –entre ellos, líderes políticos– le buscaban para que les diera pistas de qué iba a pasar. Por supuesto, ni él ni nadie lo sabe.
En tiempos de tormenta, afloran los gurús, las personas dispuestas a pensar cuando la gente no quiere hacerlo. Hoy, eso va de la mano también del negacionismo tan presente en crisis como la del covid o la climática: personas que se valen del desconcierto, la ignorancia o el hartazgo social para expandir sus ideas.
No es nuevo, y la historia da numerosos ejemplos de este tipo de gurús o charlatanes. Rasputín, por ejemplo, fue capaz de usar sus artimañas para engatusar al zar Nicolás II y a toda su familia: en un momento en el que era casi imposible medrar socialmente, él logró pasar de la Siberia profunda a palacio gracias a un misterioso magnetismo que le ha perseguido siglos después de su muerte, que tampoco estuvo exenta de leyenda. El cardenal Richelieu –y lo que de él retrató Alejandro Dumas en Los tres mosqueteros– también es un buen ejemplo de un gurú que llegó a tener un enorme poder en sus manos.
Los falsos profetas no solo se encuentran entre la política; también podemos verlos en las redes sociales enseñándonos a comer sano, a invertir o dándonos consejos de cualquier materia. ¿Cómo combatirlos? Con mucha información para poder tomar las mejores decisiones: las nuestras.
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