Hablemos de los psicofármacos

En un mundo donde la salud mental ha pasado de ser un susurro a un grito colectivo, ¿realmente hemos roto todos los tabúes? Mientras hablamos abiertamente de ir a terapia, aún persisten muchos prejuicios y mitos acerca de los tratamientos farmacológicos. El doctor David López Gómez lo analiza en Hablemos de los psicofármacos (Arpa)


¿Quién no ha tomado un psicofármaco alguna vez? ¿Y quién no tiene algún prejuicio sobre ellos, sobre las personas que los toman o sobre los médicos que los prescriben, los psiquiatras? 

Los afortunados que sobrevivimos a la pandemia de coronavirus pudimos tomar conciencia de lo importantes que son las relaciones humanas, la libertad y la salud. La experiencia colectiva de miedo, incertidumbre, dolor y malestar emocional nos permitió que pudiéramos hablar unos con otros, de igual a igual, acerca de cómo estábamos viviendo esa dramática situación, lo que permitió que el movimiento de concienciación sobre la salud mental que se había promovido antes avanzara rápidamente. En 2020, la salud mental se convirtió en un tema central de preocupación de la ciudadanía y sigue siendo una cuestión prioritaria hasta nuestras fechas. ¿Significa esto que hemos dejado de considerar la salud mental un tabú? 

Hablar de nuestro bienestar emocional y promover hábitos saludables ha sido todo un avance. La disminución del consumo de tabaco, la mejoría de nuestra nutrición, fomentar la actividad física y el descanso son medidas que se han promovido durante los primeros años del siglo XXI. Estas medidas, encaminadas inicialmente a mejorar la salud física, se han erigido también como estandartes de una buena salud mental. En los últimos años se han añadido cuestiones como reducir el número de horas de trabajo, pasar tiempo de calidad con los hijos, garantizar un buen descanso semanal y otros factores que mejoran la salud mental de las personas.

Todas estas recomendaciones provienen habitualmente de profesionales sanitarios que, en algunos casos, no se dedican directamente a la salud mental. Nutricionistas que hablan de una dieta sana y equilibrada. Fisioterapeutas, licenciados en educación física y entrenadores que hablan de los beneficios del ejercicio físico y el deporte. Pediatras que hablan de la crianza. Neurólogos que hablan de la prevención del deterioro cognitivo. Dermatólogos que hablan del cuidado de la piel a través del autocuidado emocional. Y, cómo no, psicólogos y psiquiatras que promueven el bienestar emocional, las relaciones sanas, el manejo de las emociones, la meditación, etc. 

Sin embargo, una cosa es promover la salud mental y el bienestar emocional y otra bien distinta, el tratamiento de los trastornos mentales. La sociedad ha avanzado mucho en lo que respecta a la promoción de los hábitos saludables, pero todavía siguen existiendo mitos y prejuicios en torno a los trastornos mentales y a sus tratamientos, especialmente hacia los farmacológicos. 

[…] Al igual que el término «salud mental» se ha utilizado mucho más estos últimos diez años, también se ha hablado más de la medicación psiquiátrica o los psicofármacos. Es una pena que mucho de lo que se dice sean prejuicios, más que experiencias propias reales. Aun así, las experiencias individuales son difícilmente extrapolables a otras personas. En primer lugar, porque en salud mental cada caso es único. En segundo lugar, porque los psicofármacos pueden ser muy distintos entre sí. Cada uno, al menos cada grupo, tiene características propias que lo distinguen de otros grupos. Por este motivo, hemos organizado el libro dedicando un capítulo a cada grupo de psicofármacos. Aunque existen también diferencias individuales entre los fármacos de un mismo grupo, esto ya son sutilezas que solo los psiquiatras y algún otro especialista prescriptor de psicofármacos debemos conocer. 

Los principales mitos asociados a los psicofármacos son: 

Los psicofármacos son todos iguales. Este es uno de los mitos más importantes, porque hace creer a las personas que hay que estar muy mal para tomar medicación. La decisión de tomar medicación se realiza sobre un balance beneficio-riesgo. Hay fármacos con más riesgos porque tienen más efectos secundarios, mientras que hay otros fármacos con muy poco riesgo. El beneficio va a depender de los síntomas que queramos tratar y su gravedad. Hablaremos de esto más adelante. 

Los psicofármacos son adictivos. Este mito toma una característica de los hipnosedantes, concretamente el potencial adictivo de las benzodiacepinas como Orfidal® y Lexatin®, y lo aplica incorrectamente a todos los psicofármacos en general, sin reconocer que el resto no son adictivos. Esta generalización contribuye a estigmatizar injustamente a otros tratamientos psiquiátricos, como los antidepresivos, los antipsicóticos y los estabilizadores del ánimo. 

Los psicofármacos cambian mi personalidad. Los medicamentos que se utilizan en psiquiatría pueden influir en el estado de ánimo, las emociones y el comportamiento. A pesar de que estos cambios pueden influir en la manera en que una persona se percibe a sí misma y en cómo interactúa con los demás, ello no modifica la personalidad. Por el contrario, el tratamiento persigue que el paciente pueda recuperar su funcionamiento previo y vuelva a sentirse como antes. En la gran mayoría de los casos, este objetivo se logra con el tratamiento. No obstante, también es cierto que la medicación puede producir efectos indeseables que pueden ser percibidos negativamente por el sujeto. Estos efectos adversos emocionales y del comportamiento, como la apatía o la indiferencia emocional, deben ser abordados con ajustes o cambios de medicación. Es importante señalar que estos cambios son reversibles al suspender la medicación y, por tanto, no se ve alterada la personalidad. 

Me gustaría ser yo mismo quien hiciera el esfuerzo por recuperarse. En el proceso de recuperación es muy importante y necesario que el individuo se sienta protagonista y participe activamente. Lamentablemente, la voluntad no siempre es suficiente y podrá necesitar un apoyo psicoterapéutico y/o psicofarmacológico. En estos casos, la medicación no le va a cambiar ni va a invalidar su esfuerzo. Simplemente le va a ayudar a encontrarse mejor, neutralizando los síntomas que, de otra manera, difícilmente desaparecerían. 

Una vez que tomas psicofármacos, ya no puedes dejarlos. Hemos explicado que las benzodiacepinas pueden ser adictivas y podrían generar una dependencia. Esta afirmación suele estar relacionada con el temor a que, si uno sale de una depresión con la ayuda de una medicación, eso significa que la próxima vez que tenga una depresión, necesitará otra vez la medicación o, peor aún, tendrá que tomarla indefinidamente. Ante esto, lo que podemos asegurar es que los trastornos mentales, como la depresión, tienden a recurrir y convertirse en enfermedades crónicas. Tomar medicación no cronifica la enfermedad. No tratar un episodio depresivo y permitir que se prolongue en el tiempo, o que persistan síntomas residuales, sí puede cronificar la enfermedad. 


Este es un fragmento de Hablemos de los psicofármacos, del Dr. David López Gómez (Arpa editores). Puedes hacerte con él en este enlace.

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