Antártida

Hallamos vida en la Antártida más inhóspita: los secretos del aire y el hielo

Se trata de una inclinación inherente al ser humano: buscar vida allí donde parece imposible. Eso han hecho los investigadores españoles que firman las siguientes líneas, y traen sorpresas: el aire y el hielo antárticos albergan muestras de vida. Muestras que, más allá aún, pueden tener la clave de la vida en otros planetas.


Desde principios del siglo XX, numerosas expediciones han penetrado en el interior del continente antártico, impulsadas por un espíritu de exploración e interés científico. Entre ellas, destacan las hazañas de Roald Amundsen y Robert Scott, quienes en 1911 se embarcaron en una carrera épica por alcanzar el polo sur, localizado en la meseta antártica.

La meseta antártica es una enorme extensión de hielo a más de 3 000 metros de altitud sobre el nivel del mar, con condiciones extremadamente frías y áridas. En ella se localiza el punto más frío de la Tierra, registrado a -89 ºC en la estación Vostok.

El frío y la aridez de la meseta limitan la disponibilidad de agua líquida, dificultando la vida en este entorno. Sin embargo, no la hace imposible.

En nuestro último estudio hemos encontrado bacterias atrapadas durante décadas en el interior del hielo y hemos analizado su similitud con las bacterias capturadas por primera vez en el aire de la meseta antártica.

Estos análisis han revelado que en algún momento las bacterias del hielo fueron transportadas por el viento desde distintos puntos del continente, el mar que lo rodea o incluso de lugares más alejados, para acabar su viaje en esta vasta extensión helada. A lo largo de los años, este hielo se ha convertido en un registro histórico microbiano que alberga información sobre las condiciones ambientales del pasado.

A bordo de un trineo de viento

Llegar a la meseta antártica para hacer investigación no es nada sencillo; supone un gran desafío logístico.

La mayoría de las bases antárticas son costeras y la meseta es un desierto de hielo. Entonces, ¿cómo hemos llegado hasta allí? La respuesta está en la naturaleza: con el viento, como las bacterias.

En el verano austral de 2018-2019, cuatro exploradores realizaron una travesía de 2 578 km en la meseta antártica impulsados por el viento. Viajaban a bordo del Windsled, un trineo de viento único en el mundo, inventado por el explorador Ramón Larramendi. El trineo de viento tiene capacidad para albergar 2 000 kg de carga y moverse por la meseta sin generar emisiones de gases de efecto invernadero.

Los exploradores partieron desde las cercanías de la base antártica Novolazarevskaya, llegaron al domo Fuji y retornaron al punto inicial, realizando una travesía circular.

Durante el recorrido, recogieron muestras de hielo de hasta cuatro metros de profundidad, atraparon microorganismos del aire con un captador de microorganismos que inventamos para esta expedición y realizaron experimentos en el “laboratorio móvil” que instalaron dentro de una de sus tiendas de campaña.

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El explorador Hilo Moreno trabajando en el laboratorio móvil del trineo del viento Windsled (izquierda), el colector de microorganismos del aire MicroAirCollector (arriba a la derecha) y el trineo de viento navegando sobre la vasta meseta antártica impulsado por una cometa (abajo a la derecha). Cortesía de Windsled Society, CC BY-SA

Vida microbiana en condiciones extremas

Los tripulantes del trineo de viento analizaron la vida microbiana en el hielo durante la travesía. Llevaron consigo el LDChip (Life Detector Chip), un test inmunológico con más de 200 anticuerpos para la identificación de microorganismos.

El LDChip es el corazón del instrumento SOLID (Signs Of LIfe Detector), diseñado para la detección de restos microbianos en exploración planetaria.

Las muestras se trasladaron posteriormente a España para realizar más análisis. Los resultados revelaron la presencia de ADN de distintos grupos de bacterias en el aire y en el hielo.

Además, fuimos capaces de aislar y hacer crecer en el laboratorio una cianobacteria encontrada a cuatro metros de profundidad en el hielo, lo que se corresponde con unos 40 años de antigüedad. Esto demuestra la viabilidad de algunos microorganismos a pesar de estar expuestos a condiciones de sequedad y frío durante décadas.

El análisis de ADN permitió clasificar a esta cianobacteria como Gloeocapsopsis sp. Se trata de un género de cianobacterias extremófilo, es decir, capaz de resistir condiciones ambientales que serían letales para la mayoría de los seres vivos.

Este género produce azúcares para protegerse contra la desecación y congelación. Algunos azúcares son expulsados al exterior de la célula, formando una capa gruesa que previene la desecación. Otros los acumula en el interior para reducir el punto de congelación del agua dentro de la célula, previniendo la formación de cristales de hielo que podrían dañar las membranas celulares durante la congelación.

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Cultivo de la cianobacteria Gloeocapsopsis sp. aislada en el laboratorio (izquierda) y fotografía tomada con microscopio mostrando su estructura típica en grupos de cuatro células (derecha). Armando Azúa Bustos (CAB) y Jacek Wierzchos (MNCN), CC BY-SA

Analogías con otros mundos helados del universo

La presencia de microorganismos vivos en la profundidad del hielo de la Antártida alimenta la esperanza de la posibilidad de vida, pasada o presente, en otros lugares fuera de la Tierra.

La meseta antártica tiene similitudes con otros ambientes planetarios, por lo que estudiar la vida en este entorno contribuye a evaluar la posibilidad de que también exista en el subsuelo helado de Marte o en Europa (luna de Júpiter), hacia donde se dirigen actualmente las sondas espaciales Europa Clipper, de la NASA, y Juice, de la ESA.

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Concepto artístico de la nave espacial Europa Clipper de la NASA. NASA/JPL-Caltech

La hipótesis sobre la existencia de vida microbiana en Marte o en otros lugares fuera de la Tierra se basa en la posible formación de salmueras que reducen el punto de congelación y retienen agua líquida.

Marte tiene una amplia distribución de sales de perclorato que puede favorecer la presencia de agua líquida a temperaturas bajo cero. Para confirmar esta posibilidad, se realizó un experimento con sal en el trineo de viento durante toda la travesía. Los resultados revelaron la presencia de condiciones ambientales compatibles con la formación de agua líquida.

Estos resultados refuerzan la hipótesis sobre la posible existencia de vida microbiana en salmueras de Marte y contribuye a apoyar la idea de la meseta antártica como un laboratorio natural único donde encontrar las claves para comprender los límites de la vida en nuestro planeta y quizá fuera de ella.


María Ángeles Lezcano Vega, Investigadora, IMDEA AGUA; Ana Justel, Catedrática de Estadística, Universidad Autónoma de Madrid; Antonio Quesada de Corral, Catedrático de Fisiología Vegetal, Universidad Autónoma de Madrid y Victor Parro, Profesor de Investigación, Astrobiología, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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