Año tras año, cuando el termómetro empieza a subir, supermercados, bares y chiringuitos llenan sus neveras del bocado estival más deseado: el helado.
Mientras algunos clásicos de este irresistible postre se mantienen en los congeladores, es cada verano más habitual que un despliegue de nuevos sabores parezca anticiparse a los caprichos de nuestro paladar. Las tendencias del sector, como de tantos otros, cambian, y las marcas se afanan por predecir el helado por el que nos derretiremos la siguiente temporada.
Gustos que tardamos muy poco en decidir, pero que son analizados durante meses por marcas que no paran de innovar en los procesos de diseño de sus helados, identificando las tendencias de consumo entre las que se cuela, desde hace tiempo, la cuestión de la sostenibilidad. Cada vez más buscamos alternativas heladas que nos hagan sentir una experiencia acorde a nuestra escala de valores, con menos azúcar, más naturales, sin gluten o veganos.
Y esto lo tienen en cuenta los fabricantes que, cada vez más, intentan ahorrar emisiones al elaborar su producto, como la B Corp Ben&Jerry’s, llevan a cabo prácticas que generan valor en el entorno en el que operan, como es el caso de la gallega Bico de Xeado o eligen solo ingredientes veganos, como la empresa emergente plant-based Pink Albatross.
Los helados sostenibles tienen futuro porque es una tendencia que se consolida y no solo cambiarán con qué están hechos, sino también a qué saben. «Nosotros queremos replicar la misma experiencia» de consumir un helado no vegano, «pero con ingredientes diferentes», apunta Luke Saldanha cofundador de Pink Albatross. Por eso, por ejemplo, tienen helado de chocolate, pero no de otros sabores tradicionales porque su sabor es imposible de servir con estándares de calidad sin usar ingredientes como la leche.
¿Cómo serán los helados sostenibles del futuro según nuestros hábitos de consumo? ¿Por qué en España nos sigue encantando la vainilla natural y en Chile no tanto? ¿Qué hace del almendrado un clásico que nunca muere? Sigue leyendo este artículo de Raquel C. Pico en Yorokobu y toma nota.
