La ciudad de los sentidos

A pesar de que nos parezca una jungla formada por toneladas de asfalto y hormigón que resisten impasibles el paso del tiempo, la ciudad es un ecosistema vivo que muta cada segundo.


El urbanista Charles Montgomery sostiene que somos las personas quienes creamos ciudades felices cuando decidimos cómo y dónde queremos vivir y, aunque parezca imposible acompasar los ritmos e intereses de millones de personas, existen formas de alcanzar esa armonía para crear entornos más saludables y, sobre todo, más vivibles. Hoy te proponemos un viaje a través de iniciativas que hacen que las urbes sean más disfrutables en todos los sentidos. Literalmente.

La vista

Si el ojo humano fuese una cámara, tendría más de 500 megapíxeles. Aunque –todavía– no tenemos un botón mágico que conserve intactas en nuestro cerebro las imágenes que vemos, sabemos qué es sentir que algo va a quedarse para siempre grabado en tu retina. El sentido de la vista es el que priorizamos en nuestras descripciones cuando hablamos de un lugar: los monumentos, los edificios, los colores, la vida en las calles. Al fin y al cabo, está íntimamente ligado a la belleza, que circula veloz por una línea directa entre nuestra pupila y nuestro corazón.

Más allá de las rutas turísticas que recogen los lugares que no puedes perderte y los recorridos para sacar las fotos más instagrameables, conocer una ciudad es también fijarse en aquello que no llama la atención a simple vista. Con ese objetivo nació CoruñeANDO, una iniciativa puesta en marcha por la delegación coruñesa del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia para promover su patrimonio artístico singular a través de rutas físicas y virtuales con paradas en esos edificios desconocidos por los que se pasa mil veces.

Aunque es la historia la que la ha hecho llegar hasta hoy, las ciudades laten al compás de los tiempos, reflejo del arte que fue y el que está siendo. Madrid Street Art Project fue fundado en el año 2012 con el objetivo de crear y compartir actividades relacionadas con el arte urbano para acercarlo a todo tipo de público a través de iniciativas tan emblemáticas como Pinta Malasaña.

El oído

Es fácil saber dónde estás si ves una imagen o un vídeo. Pero a veces también puedes saberlo si cierras los ojos y escuchas atentamente. Cada ciudad es una sinfonía compuesta de ruido, sonido y música en la que millones de instrumentistas involuntarios improvisan en medio de un caos maravilloso en el que el silencio, a veces por desgracia, no es una opción.

Soundcities fue la primera base de datos abierta para crear mapas de sonidos urbanos usando grabaciones de campo. El proyecto, que comenzó a mediados de los años noventa, ha ido escalando hasta tener mapeadas ciudades de todo el mundo de Bangkok, a Granada, geolocalizando sonidos de tráfico, conversaciones espontáneas, procesiones, ladridos, relojes marcando la hora.

En España, ciudades como Sevilla, Málaga o Bilbao han lanzado sus propios proyectos de mapas sonoros como parte de sus estrategias para luchar contra el ruido, pero también para poner en valor el alma acústica de sus ciudades. Un ejemplo: durante la pandemia, el proyecto Sonidos en el balcón, coordinado por el Grupo de Investigación en Tecnologías Media (GTM) de La Salle-URL en colaboración con el ISGlobal, permitió recoger cómo se pudo escuchar el confinamiento en toda Cataluña, desde la ausencia de ajetreo en las calles de Barcelona a la naturaleza recuperando espacio en el Pirineo.

El olfato

El olfato es el sentido que tiene una mayor capacidad evocadora y el que más tiempo perdura en nuestra memoria. Las ciudades son un catálogo casi infinito de olores, agradables y no tan agradables, que las conforman y definen, porque podemos pensar que un contenedor a rebosar de basura apesta parecido en todas partes del mundo, pero hasta en eso hay matices. Kate McLean se considera a sí misma una «cartógrafa de olores» porque investiga la relación entre los paisajes olfativos percibidos por los humanos e intenta traducir en datos esas percepciones intangibles. Con su proyecto Sensory maps, dirige caminatas de olores en diferentes urbes y plasma los resultados en acuarelas, animaciones digitales y mapas. Ya lo ha hecho con Lausana, Singapur, Kiev o Nueva York.

Smellmap de Astor Place, por Kate McLean (Sensorymaps)

Plasmar gráficamente los aromas urbanos es sin duda complicado, pero, a la vista está, posible. Ahora, el más difícil todavía: ¿podríamos disfrutar de ellos sin necesidad de que nuestros pies toquen el asfalto? Pues quizá sí. Durante el último Mobile World Capital Barcelona, los visitantes pudieron recorrer la ciudad condal en el metaverso a partir del olfato: gracias a la alianza entre la entidad organizadora y la tecnología AirParfum de Puig, se creó una ruta que permitía pasear olfativamente por lugares como el Park Güell, las Ramblas o la basílica de Santa María del Mar a través de seis olores diseñados específicamente por uno de los maestros perfumistas de la marca. Esa misma tecnología fue la aplicada el año pasado en La esencia de un cuadro, un acercamiento a las colecciones del Museo del Prado a través del sentido del olfato.

El gusto

Un adulto tiene, de media, más de diez mil papilas gustativas que se regeneran cada dos semanas. Es imposible hablar del gusto sin hablar de gastronomía. En un mundo globalizado como este, tenemos a un clic un catálogo interminable de sabores: sin salir de nuestro barrio, podemos ir de Japón a Perú, pasando por la India tras hacer una escala en México. Sin embargo, el gusto se sublima distinto en cada rincón, algo que saben muy bien en Saborea España, una asociación de turismo gastronómico que lleva más de una década poniendo en valor el patrimonio culinario que hace únicos a los principales destinos de nuestro país.

Porque una ciudad también sabe a la autenticidad de esos puestos de comida callejera donde la experiencia gastronómica se funde con el ritmo de la urbe, ya sea Nueva York y sus perritos calientes, Berlín y sus currywurst, Estambul y sus simit. Aunque no hay nada más auténtico que atreverse a probar esos manjares según los vas descubriendo en tu deambular, la tecnología puede darte alguna pista de dónde encontrar verdaderos tesoros: hace unos años, por ejemplo, Google Maps ya anunció que pretendía crear un mapa con todos los miles de puestos de comida callejera de Ciudad de México, uno de los paraísos de los amantes del street food.

El tacto

Aunque quede relegado al último puesto, este es –o debería ser– uno de los sentidos fundamentales puesto que lo ejercemos con toda la superficie de nuestro cuerpo y con las decenas de miles de receptores que se distribuyen en él. Es, además, un puente con otros sentidos: se puede ver con las manos, que pueden tocar, pero también leer.

El tacto es por eso uno de los puntos clave en la construcción de ciudades accesibles, en este caso, para personas ciegas, sordociegas o con limitaciones en su visión. Además de facilitarles a ellos las actividades de su vida cotidiana, también puede ayudar a toda la ciudadanía a descubrir su entorno de otra manera. Ese es el fin principal de las Rutas Sensoriales, puestas en marcha por Órbita BCN en las que se reinterpretan todas sus rutas ordinarias para incluir a las personas invidentes. Van más allá de contar con mapas en braille: en ellas, el contexto visual desaparece, por lo que se refuerza la narración, oliendo y escuchando lo que hace diferente a cada barrio, pero también tocando todo lo que no se puede ver, desde el suelo de los edificios hasta las texturas de los monumentos.

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