Aunque los muros normalmente se levanten para aislarse y evitar el contacto con el resto de pueblos, en el Sahara le están dando la vuelta a la historia. En la zona del Sahel se está llevando a cabo un proyecto gigante para construir una muralla verde a base de árboles y plantas para frenar el avance del desierto, impulsar la agricultura y unir a las comunidades locales.
Cuando los chinos levantaron su Gran Muralla allá por el siglo V a.C, lo hicieron para evitar los ataques del pueblo mongol y manchú. El mismo fin perseguían los romanos con el muro de Adriano en Inglaterra, con el que querían frenar el avance de los escoceses. La muralla de Ávila, la de Lugo, la de Albarracín, la de Morella… Todas las construcciones de este tipo fueron levantadas con fines defensivos, para protegerse frente al de fuera.
Si la historia nos enseña que el ser humano siempre ha estado ocupado en construir muros que hoy siguen en pie, el momento actual de emergencia climática exige cooperación y unión para conservar el único lugar que tenemos. Y en el Sahara están construyendo un muro no como barrera, sino como puente de unión para conseguirlo.
La ecologista keniana Wangari Maathai, premio Nobel de la Paz en 2004, fue la primera mujer en soñar con una muralla que uniese en lugar de separar. Ella fue quien diseñó e impulsó la creación del Movimiento Cinturón Verde, una iniciativa que logró unir a los kenianos en torno a la creación de un anillo de 30 millones árboles.
Pocos años más tarde, en 2007, la Unión Africana, junto con el apoyo del gobierno de Irlanda, se inspiró en el proyecto de Maathai para anunciar la Gran Muralla Verde, una inmensa franja de árboles que cruzará todos los países que se encuentran en torno al Sahel, una zona semiárida que limita al norte con el desierto del Sáhara y al sur con el inicio de la sabana Africana. Se trata de una extensión de 8.000 kilómetros de largo y 15 kilómetros de ancho que va de Senegal a Yibuti, atravesando Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía.
Grandes beneficios para la región
A pesar de las grandes diferencias y conflictos que existen entre estos pueblos a causa del terrorismo y la escasez de recursos naturales, el avance del desierto debido a la emergencia climática, que no entiende de fronteras, es la mayor de sus amenazas. Por ello, decidieron unirse en la Agencia Panafricana de la Gran Muralla Verde que, junto con el apoyo de la ONU, la FAO y grandes empresas, consiguió sacar adelante esta barrera natural para detener la desertificación y la degradación del suelo fértil. Y lo están consiguiendo.
A fecha de hoy, esta otra gran muralla ya cuenta con más de cuatro millones de hectáreas de suelo regenerado. En estas zonas, se está revitalizando la agricultura y el pastoreo gracias al compost generado por las hojas que caen de los árboles. Ese es solo el primer eslabón de la cadena: gracias a ello, se ha impulsado la economía, ha aumentado el trabajo y, lo más importante, se ha logrado atraer lluvia gracias a la extensa cobertura forestal, lo que ha permitido que proliferen pozos subterráneos gracias a la acumulación de agua que producen las raíces de los árboles en una zona donde antes había escasez.
Además, gracias a las mejoras en las condiciones climáticas y económicas, se está reduciendo la migración de los pueblos hacia otras zonas y se está favoreciendo la inclusión de mujeres en las tareas de reforestación, ya que se necesita mano de obra, reduciendo la brecha de género en el ámbito laboral y aumentando su participación en tareas de la comunidad que habitualmente estaban reservadas para los hombres.
Por ello, este proyecto se ha convertido en uno de los grandes símbolos no solo de la lucha climática en todo el mundo, sino del poder de regeneración de las comunidades que va mucho más allá del territorio y de los conflictos geopolíticos. El director Fernando Meirelles, nominado al Oscar por Ciudad de Dios y El jardinero fiel, contó su historia en el documental La Gran Muralla Verde, en el que Buena Vista Social Club viaja junto a la artista maliense Inna Modja por algunos de los países que atraviesa esta gran barrera forestal hablando de música, pero también de esperanza y perseverancia para sacar adelante el proyecto.
Es necesaria más financiación
Aunque el proyecto avanza con éxito, la Gran Muralla Verde todavía está lejos de sus ambiciosos objetivos, que pretenden conseguir cien millones de hectáreas reforestadas para 2030. A pesar del fuerte impulso económico que recibió el proyecto en sus inicios, con una inyección que rondaba los 1100 millones de dólares, hoy por hoy se está topando con problemas de financiación igual de grandes que su estructura, sobre todo debido a la dificultad de canalizar los fondos internacionales e involucrar a todos los países participantes con la misma intensidad.
Según sus últimos cálculos, la ONU estima que serán necesarios 38.000 millones de euros para que esas cien millones de hectáreas se hagan realidad. Para conseguirlo, además de estos organismos internacionales, hay numerosas organizaciones privadas y ONG que están sumándose al proyecto a través de donaciones y microdonaciones.
A pesar de ese necesario impulso económico, la última cumbre del One Planet Sumit, celebrada en París durante el mes de enero, insufló de esperanza a la iniciativa gracias al compromiso del Gobierno de Francia, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Mundial de aportar 14.000 millones de dólares al proyecto en los próximos diez años. También la COP26 de Glasgow incluyó entre sus conversaciones medidas concretas para impulsar un proyecto que ejemplifica el poder que tienen las alianzas para afrontar los retos comunes.
FOTO DESTACADA: La cantante maliense Inna Modja, en un fotograma del documental La gran muralla verde.