La semilla verde de la creación artística 

El arte, además de ser alimento para el alma, también es una herramienta para mover conciencias. A través de las semillas, Luna Bengochea reflexiona sobre la soberanía alimentaria, mientras que Lucía Loren utiliza técnicas y materiales tradicionales para vincularse a la tierra. Ambas se encuentran en ISLA, un espacio situado en Robledo de Chavela que quiere explorar la intersección entre la creación artística y la ecología.


El arte ha sido un espacio cultural históricamente poco preocupado por la sostenibilidad ambiental, al menos tal y como la entendemos ahora. Sin embargo, la cultura tiene un papel fundamental en las propuestas de concienciación y creación de narrativas sociales sobre la importancia de la vinculación con el territorio, la visión no antropocéntrica del mundo y la reflexión sobre la realidad en un momento de emergencia climática.

Lucía Mendoza, que capitanea la galería madrileña que lleva su nombre, conoce muy bien la relación entre el arte actual y las inquietudes medioambientales. Desde hace años, muestran un firme compromiso con la sostenibilidad no solo en la oferta artística que difunde, sino en el uso de materiales o acciones responsables medioambientales. «Comenzamos a depurar nuestra línea hasta llegar a trabajar con grandes artistas, que se acercan a través de la mirada del arte contemporáneo, a los distintos problemas que existen hoy en el planeta», cuenta. Esa perspectiva le llevo a crear un manifiesto, que sostiene los valores de la galería, basado en cómo llevar a cabo prácticas profesionales sostenibles en el mundo del arte.

La galerista cuenta que una de las artistas que más influyó en su giro hacia la concepción del arte como motor de cambio social fue Luna Bengoechea, que de hecho ha participado en el encuentro inaugural de ISLA y cuenta con una intervención en el espacio. Se trata de una artista canaria cuyo trabajo se basa en los modos de producción de la industria alimentaria: semillas ordenadas en perfectos mosaicos alejados del caos natural o representando monedas, un billete como alfombra de granos bajo una cumbre andina, una hermosa espiga de trigo elaborada con dólares americanos, dibujos animados pintados con azúcar refinada y coloreada o la pirámide alimenticia con la forma de un vitral de iglesia…No es difícil adivinar acerca de qué quiere hacernos pensar su obra. 

¿Puede ser la alimentación un recurso artístico y, al mismo tiempo, capaz de hacernos reflexionar? Su obra demuestra que sí. Desde hace más de una década, cuando empezó a enfrentar algunos problemas de salud, obligándole a cambiar su alimentación, decidió volcar sus propias preguntas en su obra. Con ese enfoque, su trabajo artístico nos interpela mayormente sobre la relación de las personas con la industria alimentaria, sobre sus formas de producción masiva e incesante. En palabras de la artista, los alimentos son la excusa y el punto de partida para cuestionar «el contexto contemporáneo al que nos enfrentamos».

Bengoechea siente que su arte es una herramienta lúdica que sirve para contar historias que vinculen los alimentos con los problemas del mundo actual. Le atrae el hecho de poder usar materiales físicos y tangibles para poder manifestar ideas intangibles. Al fin y al cabo, eso es el arte. No construye al azar: lo primero es escoger un alimento y conectarlo como punto inicial con esas inquietudes, tras lo que hay una búsqueda meditada de los materiales, texturas y diseños que sostendrán esa plasmación artística. «Trato de buscar la coherencia entre el contenido y la forma de los materiales que uso», explica. 

Hay que añadir que un concepto artístico como este, girando en torno a la alimentación, está irremediablemente enlazado también con los entornos naturales. Luna ha expuesto en cumbres andinas, por ejemplo, y más recientemente en las salinas de su tierra natal, concretamente en La Palma, El Hierro y Lanzarote. La sal no es solo un alimento, es una forma de vida artesanal de muchos pueblos y parte del paisaje de muchos lugares del mundo. En Proyecto Salinas, Bengoechea despliega pájaros de sal sobre las piedras bañadas y golpeadas por el mar. Estos pájaros hechos de un alimento imprescindible para el ser humano nos recuerdan que la comida puede ser más que eso: un vínculo ancestral a proteger. Por otro lado, que se trate de una construcción efímera nos evoca la relación entre el patrimonio natural y el cultural, binomio que en paisajes como el canario es prácticamente la misma cosa.

Una ISLA artística consciente

Además de representar a artistas que hacen de la sostenibilidad el epicentro de su creación como Luna Bengochea, Lucía Mendoza cuenta cómo han dado un paso más allá. Recientemente lanzaban ISLA (Ideario de Sostenibilidad y Laboratorio de Arte), un espacio desde el que impulsar la investigación y experimentación en el que confluyen el arte y la ecología. Situado a las afueras de Robledo de Chavela, en la sierra de Madrid, con él quieren promover la reflexión sobre la capacidad de las artes visuales para crear nuevas posibilidades para afrontar la emergencia climática. 

Se trata de un proyecto personal de la propia Mendoza que cuenta con la dirección artística de Blanca de la Torre y la colaboración activa de diversos artistas como la propia Luna Bengochea, Bárbara Fluxá, Agustín Ibarrola, Toshiro Yamaguchi, Mercedes Lara o Miguel Sbastida, entre otros. Como explica la propia directora artística, ya están trabajando en una programación heterogénea que combinará proyectos site specific que mezclarán el trabajo de diferentes artistas visuales con profesionales de otros campos que abarcan de la agricultura a la danza. «Acogeremos propuestas basadas en la observación, la investigación, el descubrimiento y diversas estrategias de acercamiento al entorno en el que se ubica, generando nuevas experiencias y modos sostenibles de concebir cultura», apunta de la Torre

Asistentes en el espacio ISLA junto a la intervención de Toshiro Yamaguchi

Desde ISLA se definen como un proyecto de naturaleza colaborativa a diferentes escalas porque, además de tejer alianzas y redes locales, también buscan conectar sus líneas estratégicas de trabajo con otros agentes y organizaciones que operan a nivel nacional e internacional. «Queremos que ISLA sea el inicio de un archipiélago de espacios que trabajan en el mismo sentido, generando un flujo de ideas, prácticas y expresiones que reflexionen sobre las opciones del arte como agencia constructora de nuevos relatos sobre la sostenibilidad y la ecología», explica Mendoza. Así, desde el espacio se abordarán algunos de los principales retos a los que nos enfrentamos actualmente, como la protección del agua, la acción climática, la protección de la biodiversidad y los ecosistemas o la soberanía alimentaria. 

La vinculación con el territorio de Lucía Loren

Otra de las artistas representadas por esta galería y que también ha participado en ISLA es Lucía Loren. La madrileña posee una larga trayectoria artística, repleta de un elaborado compromiso intelectual y humano con el mundo rural. Al igual que en el trabajo de Luna, el territorio es para ella una inspiración permanente: vive desde hace 20 años en un pueblo de montaña de Madrid, y su relación con este entorno marca definitivamente su concepción del arte. 

Su trabajo es una extensión de su manera de vivir, de su vida cotidiana y, para ella la cultura está vinculada a los espacios naturales en un sentido muy amplio, de tal forma que cuando crea una obra requiere de todos los actores disponibles del ecosistema: la tierra, el agua, el cielo, las plantas, los animales, los artesanos, los pastores…Existe entonces una simbiosis entre la creación artística y el activismo ecológico

Intervención de Lucía Loren en ISLA. Foto: Javier Pérez Pla

Todo suele empezar con la investigación de un material propio de la zona, elemento que irá construyendo el eje del relato y que abarcan mimbres, piedras autóctonas o cañas son algunos de estos materiales usados. Para trabajarlos, las técnicas empleadas suelen ser antiguas formas de trabajar dichas piezas, como por ejemplo la llamada técnica de la piedra seca, incluida en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Unesco.

Esta topofilia, como ella misma designa su trabajo, busca la manera de aportar objetos al paisaje que se integren en él, sin alterarlo, pero con un encuadre lo suficientemente llamativo para hacer que nos fijemos en ellos y en su significado. La creación aquí siempre es colectiva y, a menudo, igualmente lúdica. No es extraño que en sus creaciones se celebren los cambios de estación o las siembras, a las que se invita a formar parte a todos. Esas actividades grupales ofrecen sinergias de alegría, empatía y colaboración, que para Loren deben ser las columnas sobre las que se sostenga el cambio de paradigma. Así sea. 

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