Hace más de 25 años, junto a Enrique Morente, fusionaron a Lorca y Leonard Cohen para firmar Omega, uno de los discos más brillantes y rompedores de la música española en las últimas décadas. Desde entonces, Lagartija Nick no ha parado de experimentar sin perder la esencia que, por derecho propio, los convirtió en uno de los grupos de referencia del indie y el rock español que estalló en los noventa. En su nuevo trabajo, El perro andaluz, vuelven a explorar los caminos del arte de la mano de Luis Buñuel. Hablamos con Antonio Arias (Granada, 1965), vocalista y fundador de la banda, sobre la creación y fusión de estilo, la gentrificación y la nueva cultura andaluza en estos tiempos tan surrealistas como los del genio aragonés.
Al escuchar El perro andaluz, es inevitable transportarse a los paisajes y a la iconografía que Luis Buñuel desarrolla en su obra, sobre todo a su faceta más desconocida: la de poeta. ¿A qué se debe este viaje? ¿Fue algo premeditado?
Todo comienza cuando el festival de cine Abycine nos propuso un espectáculo que consistía en ponerle música en directo a una parte de la filmografía de Luis Buñuel. Al prepararnos el trabajo nos tropezamos con su poemario y nos quedamos prendados. Observamos que se adentraba en aspectos del subconsciente y la destrucción del orden lógico, que son facetas muy actuales para cualquier tipo de artista y con las que nos sentimos muy identificados como grupo. Descubrir que el poemario recibe el nombre de Un perro andaluz, igual que la película, despertó la conexión total entre Lagartija Nick y el director.
Aprovechando la coyuntura de nuestra tierra nos sumergimos en dos aspectos fundamentales de Buñuel y su poesía: el nacimiento del surrealismo a principios del siglo XX y la exploración del entorno cultural a través de sus obsesiones. Estos aspectos sirvieron como base para la composición y producción del disco que hoy presentamos. Un acercamiento valiente y libre, tal y como fue la figura de Luis Buñuel.
Es como si los Ramones y Pink Floyd se liaran a golpes dentro de la Basílica del Pilar mientras escuchan el Sgt. Pepper’s de los Beatles.
Todos esos grupos encajan perfectamente en el disco, ya que todos ellos pertenecen al mismo contexto del siglo XX del que es parte Buñuel.
¿Cómo habéis llegado a este sonido?
Hemos querido hacer una interpretación sin tapujos de la música onírica. A raíz del encargo del festival compusimos unos cincuenta minutos que sirvieron como base para el disco. Después vino la pandemia y tuvimos mucho más tiempo para reflexionar sobre lo que habíamos creado, que a nosotros también nos parecía raro. (Risas).
Esta fue la chispa para que investigásemos más en la figura del director y nos zambulléramos en la cultura aragonesa, algo que ni nos habíamos planteado. Llegados a ese punto, David Soler y Marcel Bagés –dos productores y artistas que juegan muy bien con los sonidos contemporáneos– nos ofrecieron la posibilidad de colaborar con ellos para darle la forma definitiva a El perro andaluz.
«Con la gentrificación se vive y se convive, pero Granada se está convirtiendo en un parque temático»
¿Encontráis paralelismo entre nuestra época y el surrealismo del siglo XX al que pertenece Buñuel?
Por supuesto. La modernidad surrealista del Nueva York que intentamos transmitir en el disco la consideramos muy actual, y se encuentra presente en el poemario no editado de Buñuel. De ahí la necesidad de transportarlo a los locos años veinte del siglo XXI que vivimos en el presente. Estamos asistiendo al nacimiento del metaverso, el control social, la ejecución del avatar, guerras, pandemias…. Todo este trasfondo del subconsciente freudiano encaja muy bien con la estructura social de la imagen que propone el director y que se expande inexorablemente hoy en día.
Vuestro trabajo con Enrique Morente significó un antes y un después en la historia del flamenco y también de la música independiente. Más de un cuarto de siglo después del Omega, ¿sois consciente de la influencia que ha tenido para las generaciones posteriores?
Con Omega redireccionamos el rock andaluz y creamos una relación visceral entre ambos géneros y establecimos un punto medio. Triana nos abrió el paso y nosotros terminamos de andar el camino. Nos atrevimos a tratar de tú a tú al flamenco desde el rock y creamos la torre de la que beben los nuevos grupos. Mucha gente lo considera una continuación de lo que hicieron Camarón y Paco de Lucía con la Leyenda del Tiempo.
La industria ha cambiado mucho desde que empezaste con Lagartija Nick y con 091: internet, las plataformas, cierre de tiendas de disco, vuelta del vinilo, redes sociales…
No existe la actualización forzosa, existe la adaptación: aparecen nuevos conceptos, máquinas y formatos. Ahora nos encontramos con una versatilidad mucho más grande que cuando utilizábamos secuenciadores analógicos y samplers de primera generación. Nos gustan las nuevas tendencias y, aunque seamos un grupo guitarrero, creo que aprobamos de manera notable estas cuestiones. Por ejemplo, en El perro andaluz hemos utilizado por primera vez la claqueta para que los productores pudieran tener más libertad.
Por otro lado, la llegada de internet y las redes sociales ha puesto patas arriba la industria musical. Ahora cualquier grupo con una buena propuesta es capaz de avanzar y abrirse camino sin tener un disco o una gira programada con un sello. Sin embargo, las redes pueden ser una cárcel muchísimo más grande debido al acoso e inspección constante de los seguidores. Como todo en la vida, nada termina de ser blanco y negro del todo. Existen los grises. Y en ese tono es en el que debemos movernos.
¿Qué pasa con el flamenco hoy? ¿Crees que tiene cabida en el mainstream?
Para mí no existe flamenco malo y me gusta que llegue al gran público a través de ritmos latinos u otras fusiones. Sin embargo, creo que el flamenco más auténtico nunca podrá llegar a las masas porque las grandes productoras no están por la labor de que eso suceda. El mensaje y la esencia del flamenco siempre van a quedar fuera del sistema.
Califato ¾, Derby Motoreta Burrito Cachimba, los Voluble, Antonio Manuel… Son muchos los artistas que están innovando partiendo de las raíces y el sentimiento de pertenencia a Andalucía.
Un siglo después del andalucismo orientalista de Blas Infante, que miraba a Marruecos y a África, las nuevas generaciones sienten la necesidad de reconciliarse con su pasado árabe. Si el II Andalucismo lo encontramos con la reivindicación de Andalucía como Comunidad Autónoma y la muerte de Manuel José García Caparrós, esta nueva escena representaría un III andalucismo que dota de aire fresco e imaginación al panorama social y cultural del sur del país, que llevaba anclado bastante tiempo en los mismos clichés. Creo que este fenómeno se produce por el rechazo de la juventud a la estructura cultural y sistémica que representan tanto España como Europa y Occidente. Les cuesta encontrar referentes y buscan cobijo en las raíces.
«No existe el flamenco malo: me gusta que llegue al público con ritmos latinos y otras fusiones»
Granada también está viviendo una explosión de este III andalucismo con jóvenes raperos como Ayax y Prok o que experimentan con la electrónica como La Plazuela. ¿Qué paralelismos encuentras entre la Granada en la que se han criado ellos y la Granada que alumbró a Lagartija Nick hace treinta años?
Al igual que el rock y el punk fue nuestra vía de escape allá por los 70, 80 y 90, el rap, trap y todos los géneros urbanos son el vehículo con el que se expresan las nuevas generaciones. Antes Granada estaba plagada de grupos de guitarreo y ahora por cada esquina encuentras a chavales soltando versos. Que esta nueva hornada coja el bastón de mando es algo muy bonito y tiene muchísimos paralelismos con lo que nosotros hicimos. Siguen existiendo los mismos códigos granadinos.
¿De qué forma influye la ciudad a los artistas?
Por suerte, Granada es una ciudad muy pequeña que permite el contacto entre artistas. Cualquier persona con inquietudes culturales puede cruzarse con sus semejantes en lugares como el Sacromonte, el Albayzín, las salas de conciertos o bares de la ciudad. Aunque tampoco podemos ponernos una venda en los ojos: Granada se está convirtiendo en un parque temático.
«Es bonito que la nueva hornada de artistas coja el bastón de mando»
¿Cómo afecta esa gentrificación a la esencia cultural de las ciudades?
Al igual que la mayoría de grandes capitales del país, Granada se sustenta del turismo y el sector servicios, y sería ingenuo no verlo. Con la gentrificación se vive y se convive. El problema son los guiris que están comprando casas en los barrios tradicionales y se quejan de los ruidos: si tu residencia está en el Albayzín o el Sacromonte es lógico que escuches a chavales ensayando, a chavalas bailando o al primo Paco tocando la guitarra en una plaza. A ese tipo de turistas les encanta el folclore cuando vienen de visita y sacan fotos, pero convivir con ello día tras día es harina de otro costal. Vienen aquí, se dejan un pastizal en una casa y denuncian cualquier actividad que les rompa su calma.
¿Se puede coexistir?
Claro. También existe otro tipo turismo compuesto por extranjeros que vienen a la ciudad con ganas de aprender y empaparse de la cultura granadina. Un ejemplo de ello son figuras como Joe Strummer, Richard Dudanski o Alan McGee. Estas personas son muy respetuosas y son las primeras a las que les encanta interactuar y mezclarse entre la multitud: no hay mejor manera de conocer una ciudad que saliendo con la gente que vive en ella.
Lagartija Nick estará presentando El perro andaluz en Madrid (1 de febrero, Teatro Eslava, Inverfest), Valencia (10 de febrero, Teatre El Musical) y Barcelona (24 de marzo, La 2, Rock’n’Palmas).