«Necesitamos nuevas brújulas basadas en el bienestar común, compartido, justo y democrático que nos indiquen futuros aún por construir, desligando progreso de crecimiento, alimentando utopías en vez de distopías»
Cuando pensamos en la crisis ambiental global, nos inundan las imágenes catastróficas. Nuestra hemeroteca mental, a poco que hayamos prestado algo de atención al asunto, tiene a buen seguro un archivo inconmensurable de recortes trágicos, de instantáneas dolorosas, de noticias desesperanzadoras. Y es por ello que, cuando tratamos de imaginar futuros, nuestra mente extrapola lo que conoce. Las distopías se adueñan del imaginario colectivo, permeando desde la cultura popular hasta las cuentas de resultados empresariales o las decisiones personales. Vivimos en lo que la filósofa Marina Garcés llama «presente póstumo»: ¿hasta cuándo durará lo poco que tenemos? Atenazados por una realidad asfixiante y por un porvenir hacia el que no queremos caminar, lo irreversible se torna una rutina de la que creemos no poder escapar. ¿Es así?
No, no lo es, aunque es cierto que existen impactos irreversibles derivados del aumento de temperatura. Nunca en nuestras vidas veremos bajar el nivel del mar, ni una temperatura media inferior a la actual, ni cómo vuelven los glaciares que ya se han derretido. Pero eso no debería impedirnos entender que el calentamiento que podemos evitar es mucho mayor al que ya hemos experimentado, que el mar puede subir muchos más centímetros de los que lo ha hecho hasta ahora, que son más los glaciares que quedan con nieve que los que ya se han licuado. ¿Qué sentido tiene entonces abandonar toda esperanza, dejar de luchar, abrazar el derrotismo? Si la situación es cada vez más complicada y urgente, lo que exige no es cruzarnos de brazos, sino justamente lo contrario: redoblar los esfuerzos.
Desde hace años pongo siempre el mismo ejemplo. Imagina que una habitación de tu casa se está quemando. El dormitorio, por ejemplo. ¿Qué haces? ¿Abres la puerta para que el fuego devore el resto de las estancias y te marchas sin más? ¿O cierras la puerta, arrojas agua, te pones a salvo y llamas a los bomberos sin perder un solo segundo? Sí, muy probablemente lo que tuvieses en el dormitorio será ya irrecuperable, pero queda toda una casa por salvar. Y la Tierra, que es nuestro único hogar, siempre merecerá la pena. Nunca tendremos justificación científica, política, social o moral para sentarnos a esperar que venga la catástrofe.
Para ello, tenemos que saber hacia dónde dirigirnos. Y es aquí donde tropezamos con una distorsión que nos está haciendo perder un tiempo valiosísimo: la concepción banal y mercantilista de la sostenibilidad y el desarrollo sostenible. La sostenibilidad se ha convertido, tras un proceso de vaciado y resignificación, en uno de los principales soportes del sistema capitalista y del modo actual de producción y consumo, causante en última instancia de la emisión masiva de gases de efecto invernadero y del cambio climático. La única función de la sostenibilidad es, por paradójico que parezca, sostener un sistema insostenible.
Necesitamos nuevas brújulas basadas en el bienestar común, compartido, justo y democrático. Brújulas que nos indiquen futuros aún por construir, desligando progreso de crecimiento, alimentando utopías en vez de distopías. Brújulas capaces de orientarnos sin el peso de la hemeroteca de las calamidades pasadas y venideras, mostrándonos caminos por recorrer, espacios en blanco, la belleza y el valor incalculable de lo que puede y debe ser salvado. En primer lugar, el concepto mismo de futuro. Y también la conciencia de ser afortunados por estar aquí y ahora, vivos en esta lotería cósmica que es la superficie del único planeta habitable en miles de millones de kilómetros a la redonda.
Andreu Escrivà es divulgador ambiental especializado en cambio climático y biodiversidad. Es autor, entre otros, de los libros Y ahora yo qué hago: cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción (Capitán Swing) y Contra la sostenibilidad: por qué el desarrollo sostenible no salvará el mundo y qué hacer al respecto (Arpa).
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