zona de confort

Lo que ver mil veces el mismo capítulo de una serie nos enseña de la zona de confort

¿Cuántas veces has escuchado o leído –o te han recomendado directamente– eso de salir de tu zona de confort? ¿De atreverte, de arriesgarte a hacer algo que normalmente no haces para probar aventuras vitales o laborales? Sin embargo, pocas cosas más humanas que buscar esa zona de seguridad en la que nos sentimos cómodos, seguros y con todo bajo control.

La tecnología, además, nos ha ayudado a crearla a nuestra imagen y semejanza. Las cookies y aplicaciones adaptan la publicidad a nuestros gustos, las redes fomentan que sigamos a aquellos usuarios similares –a nivel ideológico y de contenido– a los que ya seguimos, nuestras búsquedas en el buscador priman a lo que ya conocemos o tenemos cerca. Lo conocido es cómodo, lo desconocido nos genera un vértigo que no siempre nos gusta: las cámaras de resonancia o de eco nos devuelven la mirada que ya tenemos, pero con otras voces que la hacen parecer distinta.

En un momento de incertidumbre constante, la certeza que representa la zona de confort es en realidad una aspiración vital para una mayoría que vive pensando en qué problema le tocará surfear cada día. ¿Te gusta ver la misma serie? Es tu subconsciente buscando seguridad: los psicólogos explican que es un mecanismo que nos sirve para controlar la ansiedad, buscando el calor de lo conocido y la rutina que nos da certezas frente a un universo imprevisible. En un capítulo de Aquí no hay quien viva o de Friends que has visto veinte veces sabes lo que va a pasar, en la vida real… no siempre.

Aunque la rutina a veces se haga pesada, en otras ocasiones es sinónimo de supervivencia. Sobre todo ante situaciones límite como las que hemos vivido en los últimos años de pandemia, tener una zona de confort se convertía en un espacio seguro en el que refugiarse de los peligros que nos aterraban, y nos han ayudado a superar el trauma colectivo. Lo aborda Borja Ventura en este artículo para Yorokobu.

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