La medicina regenerativa, capaz de crear órganos y tejidos corporales artificiales, lleva décadas avanzando con fuerza. Y aunque está lejos de tocar techo, ya ha logrado que lo que parecía imposible, como regenerar un corazón que ha sufrido un infarto, parezca viable.
La ciencia ficción es ese lugar al que todos acudimos en alguna ocasión para fantasear con un mundo que nos es ajeno, pero que anhelamos. La hemos visto en todas sus variantes, desde naves espaciales que viajan a galaxias lejanas en Star Wars hasta humanos que tienen la oportunidad de vivir (casi) eternamente gracias a la modificación genética. Ambos mundos pertenecen a ese espacio de la fantasía futurista que imaginamos convertirse en realidad.
No sabemos si algún día viajaremos por el espacio a bordo de nuestra nave particular o le ganaremos la línea de meta a la muerte pero, de momento, mejorar nuestra calidad de vida empieza a ser posible gracias a ciencias como la medicina regenerativa. Esta ciencia, que viaja hacia la creación de tejidos artificiales que nos permitan superar cualquier dolencia –utilizando incluso nuestra propia genética– lleva décadas desarrollándose a nivel mundial y promete revolucionar la atención médica con terapias avanzadas y tecnologías innovadoras.
El objetivo de la medicina regenerativa no es otro que aprovechar la capacidad de regeneración natural del cuerpo para restaurar la funcionalidad de órganos y tejidos dañados por enfermedades, envejecimiento o lesiones a través de técnicas avanzadas. Así, esta disciplina se combina con otras como la biología celular, la ingeniería de tejidos, la genética y la biotecnología.
Aunque la ingeniería de tejidos y la biompresión 3D, concretamente, son técnicas muy avanzadas que permiten a la medicina regenerativa despegar, en los últimos años las células madre han jugado un papel fundamental al tener la capacidad de convertirse en diferentes tipos de células especializadas, lo que las hace ideales para regenerar tejidos.
El (largo) proceso de reconstruirnos
La medicina regenerativa lucha contra el tiempo en todos los sentidos. Cada elemento que se desarrolla como tejido artificial requiere de un proceso que no es corto y la media se ubica entre 10 y 15 años de trabajo, desde que comienza la investigación, hasta se puede aplicar clínicamente, con una inversión necesaria que ronda el millón de euros, apunta Sandra Camarero, especialista en bioingeniería en Polymat, instituto de investigación de la Universidad del País Vasco especializado en el desarrollo de diferentes polímeros. Por eso, la inversión privada es esencial para que la investigación no se detenga. De ahí que se recurra a empresas que se crean específicamente para llevar a la fase clínica estos tejidos.
Para poder avanzar en la investigación y el conocimiento que hay sobre esta ciencia en España y que su implantación en la sanidad pública sea cada vez mayor, este mismo año se ha fundado la Sociedad Española de Medicina Regenerativa e Ingeniería de Tejidos (SEMIT), con la que se espera impulsar el desarrollo de esta disciplina y fortalecer la colaboración entre los profesionales del sector. El centro, impulsado por el investigador Pedro José Díaz, marca un punto de inflexión en el panorama científico español.
«Nos dimos cuenta de que había una necesidad de una asociación para unir a los profesionales españoles en este campo y promover la investigación en medicina regenerativa», explica Díaz. Esta plataforma no solo fomenta la cooperación entre investigadores, clínicos y empresas, sino que también busca aumentar la visibilidad y atraer mayor inversión privada, un recurso que sigue siendo escaso en España.
Porque la medicina regenerativa promete ser la esperanza de la sanidad pública a medio y largo plazo, siéndolo ya en algunos aspectos. Crear órganos o tejidos artificiales es la aplicación más directa que se piensa cuando se trata de medicina regenerativa, pero no es ni mucho menos la única área de conocimiento en el que se trabaja. Por ejemplo, en los laboratorios también se empieza a ensayar con bioimpresión que permite probar la eficacia de un fármaco sin tener que recurrir a animales.
Entre todas las posibilidades que ya se aplican en la medicina de nuestro país, la regeneración de tejidos óseos y cardíacos ha tomado la delantera. Por ejemplo, tras un infarto de miocardio, el corazón puede sufrir daños permanentes y la medicina regenerativa busca reparar ese tejido dañado, utilizando células madre o biomateriales para regenerar el músculo cardíaco. O en el caso de los huesos, la ingeniería de tejidos y el uso de biomateriales permiten la creación de implantes que pueden integrarse y regenerar tejido óseo o cartilaginoso.
A pesar de los avances, el campo de la medicina regenerativa en España aún tiene que abordar numerosos desafíos. Pedro Navarrete, investigador postdoctoral de biomateriales en Institutos Madrileño de Estudios Avanzados (IMDEA), señala que la inversión en este ámbito es considerablemente menor en comparación con otros países más avanzados: «Uno de los principales desafíos es la falta de inversión privada».
«También es difícil conectar la investigación con la clínica, y la visibilidad de la disciplina es menor en comparación con otros países», afirman desde el SEMIT. Esto ha limitado el potencial de la medicina regenerativa en el país, a pesar de contar con talento y grupos de investigación de alto nivel.
La transmisión de conocimiento entre el laboratorio y la clínica no es sencilla, tal y como reconocen los involucrados en el proceso. Sandra Camarero, especialista en medicina regenerativa, explica que los médicos que quieren colaborar en estudios científicos suelen hacerlo en su tiempo libre, lo que limita el impacto de la investigación. «Faltan estructuras que faciliten la colaboración entre investigadores y médicos, lo que impide que los avances lleguen a los pacientes de manera eficiente», añade Navarrete.
Desde la SEMIT, insisten en que es crucial superar este obstáculo: «Creemos que nuestro centro puede ser la plataforma que conecte mejor a la investigación con la clínica en España».
A pesar de las barreras, sí se han logrado importantes progresos en la medicina regenerativa en España. Los investigadores destacan avances en el desarrollo de los citados biomateriales para la regeneración de tejidos, así como en la impresión 3D de tejidos y órganos. «Hemos visto avances en áreas como el desarrollo de biomateriales, la impresión 3D de tejidos y la aplicación de la inteligencia artificial», explican desde SEMIT.
Por otro lado, la inteligencia artificial (IA) se está integrando de manera progresiva en la medicina regenerativa, aunque aún es un campo incipiente. Pedro Navarrete señala que la IA tiene un enorme potencial para acelerar el análisis de datos biológicos, lo que podría impulsar el desarrollo de terapias personalizadas en un futuro cercano.
El futuro de la medicina regenerativa en España parece brillante, aunque los avances dependerán de la capacidad del país para invertir y apoyar adecuadamente el sector. «Creo que el futuro de la medicina regenerativa es muy prometedor. La inteligencia artificial y los metamateriales tienen el potencial de revolucionar el campo, permitiendo la creación de tejidos y órganos personalizados», confía Pedro José Díaz. Sin embargo, los investigadores coinciden en que aún falta camino por recorrer en términos de inversión y desarrollo de infraestructuras adecuadas.
Con la creación de sociedades como la SEMIT, tanto Sandra Camarero, como Pedro Navarrete y Pedro José Díaz creen que la medicina regenerativa en España tiene el potencial de avanzar de manera significativa en los próximos años. «SEMIT es una plataforma para que los profesionales españoles se conecten, colaboren y promuevan la investigación en medicina regenerativa. Creemos que esta asociación puede tener un impacto significativo en el desarrollo de esta disciplina en España», comentan desde la asociación.
Aunque la medicina regenerativa en España enfrenta importantes desafíos, hay motivos para el optimismo. En las próximas décadas, los avances en este campo podrían hacer realidad el sueño de crear órganos a medida para trasplantes, lo que acabaría con la escasez de donantes. Además, los tratamientos podrían volverse completamente personalizados, utilizando las células del propio paciente para regenerar sus órganos o tejidos, reduciendo así el riesgo de rechazo.
Con la creación de SEMIT y el compromiso de investigadores, clínicos y empresas, se espera que el campo pueda avanzar y posicionarse como un área clave dentro de la biomedicina global. Los próximos años serán decisivos para que España aproveche todo su potencial en esta revolucionaria disciplina.