El meme forma parte ya de nuestra forma de comunicarnos. Incluso puede verse como una pequeña rebelión cotidiana. Una rebelión que parte del humorismo, la burla o la sátira, pero que siempre nos hace más digerible la realidad.
El meme puede considerarse un interlocutor irreverente de la realidad. A medio camino entre el grotesco y el absurdo, el meme a menudo manifiesta una voluntad de denuncia o bien de ruptura tragicómica con un orden establecido. Con una mirada irónica, los memes se nutren de lo cotidiano y lo vierten, desmitificado, en las redes sociales. En ellas se entienden por contexto y crean comunidad.
Hay numerosos estudios sobre la naturaleza de los memes. Pueden ser un recurso identitario o de señalamiento del otro. Aquí profundizamos sobre la idea del meme como una pequeña rebelión cotidiana. La rebelión puede partir del humorismo, la burla o la sátira, pero siempre nos hace más digerible la realidad gracias a la liberación de energía psíquica señalada por Freud. La pregunta podría ser, entonces: ¿para qué usamos los memes?
Puede resultar útil una primera distinción entre comicidad y humorismo (sin perder de vista que las clasificaciones en humanidades siempre son cuestionables).
La comicidad se puede interpretar como un espectáculo del error que señala un elemento del funcionamiento social o bien que deposita la comicidad en un tercero.
El humorismo, por su parte, consiste en reírnos de nosotros mismos en una situación adversa. Sirve para recordarnos la modestia y la limitación de la condición humana y es, a la vez, elevación, ya que nos permite la lucidez del consuelo, tal y como afirma el filósofo británico Simon Critchley en su inestimable ensayo Sobre el humor.
El microcarnaval digital
En el ámbito de la comicidad, si se piensa el meme como un recurso burlesco y satírico hacia las normas sociales o hacia el poder, se podría vincular con la noción de carnaval medieval del historiador y filósofo del lenguaje Mijaíl Bajtin, quien ve lo carnavalesco como un humor festivo, un patrimonio del pueblo entre el desafío a la autoridad y la renovación.
En los memes, a través de motes, degradaciones, caricaturas, espíritu festivo y alborotado, se recrea una suerte de microcarnaval digital que atiende, entusiasmado, a los acontecimientos. Desde esta perspectiva bajtiniana, el meme sería un depurador de realidad que la degrada para regenerarla y hacerla asumible en el común de los ciudadanos.
En ocasiones, el meme alimenta una agresividad que apunta a una persona o grupo en concreto. Según Freud, se trataría de un chiste tendencioso hostil destinado a la agresión. Probablemente este sería el lado más oscuro del meme, puesto que podría servir para propagar los discursos del odio.
Esta utilización del humor, del nosotros en contra del ellos, es explicada por Critchley como un fenómeno que crea sensación de pertenencia (ethos), ya que compartir un sentido del humor es como compartir un código secreto. Pero Critchley advierte que, si bien es cierto que el humor funciona como cohesionador de un grupo social (y este sería un aspecto positivo), el humor compartido podría arrastrar al grupo a una risa de superioridad frente al otro. Para solventarlo, Critchley anima a «tener valor de nuestro propio provincianismo», es decir, analizar de qué nos reímos exactamente y detectar potenciales prejuicios, ya que el humor podría funcionar como «un recordatorio de que tal vez no seamos la persona que nos gustaría ser».
El primer meme de la historia
El humorismo, por su parte, está vinculado a una actitud vital. Sobre él han reflexionado numerosos autores (Nietzsche, Bergson, Freud, Pirandello, Eco, Critchley, etc.). El humorismo nos da la oportunidad de regalarnos a nosotros mismos una mirada sincera, pero amable. El escritor italiano Luigi Pirandello llamó la atención sobre la discrepancia entre nuestros anhelos y nuestras ineptitudes y miserias. Este concepto se ilustra con el que suele considerarse el primer meme de la historia: en 1921, la revista Judge muestra dos imágenes que comparan cómo una persona cree que sale en una fotografía con flash y cómo sale realmente.
Para distinguir la comicidad del humorismo, Umberto Eco señala la función social que desarrollan. La comicidad, relacionada con el carnaval y la ruptura temporal de las reglas, en realidad, sirve para reafirmar la norma, ya que tiene una duración determinada después de la cual se reestablece el orden.
En cambio, el humorismo (que Eco relaciona con la noción propuesta por Pirandello) permite que el espectador se identifique con el protagonista y su padecimiento, que se produzca una crítica y el cuestionamiento real del orden establecido.
Si la comicidad está vinculada con la carcajada, el humorismo está vinculado con la sonrisa. Si en la comicidad hay transgresión controlada y permitida, en el humorismo hay toma de consciencia.
Critchley, en consonancia con Nietzsche, concibe este humor como un antidepresivo. Así, el humorismo se manifiesta en nuestra capacidad de reírnos de nosotros mismos y permite el distanciamiento lúcido ante el sufrimiento. Critchley matiza que no se trata tanto de reír histéricamente ante la contrariedad, sino de sonreír tranquilamente ante nuestras limitaciones y que esa reflexión humorística sea la fuente de nuestra dignidad.
En el ambiente convulso de las redes sociales, ese terreno resbaladizo donde nos increpa la realidad o las opiniones, el meme suele ser la última trinchera.
Agustina Soledad Rimondi Melneciuc, Profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Universidad Camilo José Cela. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.