Moda llena de color (y empoderamiento) desde el corazón de África

¿Tienes una boda a la vista? Te proponemos una opción para invitada original que, además, hace una apuesta por la confección made in Spain y el impacto positivo en Uganda: G·LEM ayuda a las mujeres de la localidad de Mbarara a aprender moda para que puedan abrir sus propios proyectos.


Abrir Instagram los fines de semana de mayo a octubre y no encontrar a alguien en una boda es una misión más imposible que las completadas por Tom Cruise. Las historias se convierten a menudo, además de una oda a la celebración festiva del amor, en una suerte de catálogo de moda: con un poco de atención y con solo deslizar el dedo, podemos conocer cuáles son los colores en tendencia, los patrones que arrasan y los outfits más repetidos tanto entre los novios como, sobre todo, entre los invitados.

«La necesidad de mostrar los momentos más felices en sus cuentas solo ha propiciado que la demanda por las prendas de invitada haya experimentado un enorme crecimiento en los últimos años. Basta una búsqueda rápida por Internet para dar con decenas de marcas de ropa y accesorios destinadas a satisfacer la misma demanda: vestir las ocasiones más formales y especiales con precios que se alejan mucho de la oferta de los históricos del sector», explica Elena Moreno, creadora de la marca emergente G·LEM, especializada precisamente en vestidos de invitada, pero con un trasfondo social.

Moreno estudió Derecho con el objetivo de ser algún día diplomática pero, más tarde, se mudó a Londres para especializarse en un máster en moda. Como cuenta ella misma, el sector textil de vestidos de fiesta y moda de invitadas había crecido enormemente hasta la pandemia, y se ha multiplicado después. «Gigantes como Zara, Mango o ASOS ya cuentan y potencian, desde hace algunos años, su propia categoría con prendas con estas características», subraya. Aunque, desde hace décadas, pensar en vestidos de invitada era pensar en grandes nombres como Pronovias, Rosa Clará o El Corte Inglés, poco a poco fueron introduciéndose pequeñas firmas como la suya.

Elena Moreno, de G·LEM.

Junto a su marido, viajó hasta Uganda en 2019 para colaborar durante un año con una ONG, y allí encontraría el germen de lo que más tarde sería G·LEM: en ese tiempo de inmersión nació la idea de ofrecer trajes de invitadas con telas originales y estampados especiales como los que suelen emplear las telas africanas. Así, en marzo de 2020, pusieron a rodar su marca… justo antes de que el mundo se confinase. El número de matrimonios fue, según los datos del INE, casi la mitad que el año anterior. «De la noche a la mañana los eventos se borraron de todos los calendarios, y lo peor de todo, sin fecha de vuelta. Las bodas que se pudieron celebrar fueron mucho más reducidas, lo que suponía, entre otras muchas cosas, menos vestidos de fiesta para las invitadas», resume Moreno.

Afortunadamente, los eventos han vuelto a la normalidad e incluso se han multiplicado. «Hoy las mujeres entre 25 y 35 años asisten a un gran número de enlaces a lo largo del año, para los que buscan diseños originales, de calidad, a un precio accesible y una última preocupación cada vez más decisiva: la sostenibilidad. El problema era que conseguir todas estas premisas reunidas en una marca o producto era inasumible por debajo de los 250 euros», explica la emprendedora. Y así nació G·LEM.

Moda sostenible y con impacto social

Conscientes de que la sostenibilidad es cada vez más un requisito imprescindible en el mundo de la moda, en G·LEM desde el inicio tuvieron presentes que además querían avanzar también en el aspecto social. «Desde el principio, nos definimos como moda con impacto social. El proyecto nace de la voluntad y necesidad de aportar algo a cambio a un continente que inspira la personalidad de la marca», cuenta.

Con parte de los ingresos anuales, financian el desarrollo de una escuela de moda en Mbarara, al suroeste de Uganda, en la que conviven jóvenes sin recursos de entre 18 y 25 años, que reciben formación gratuita en patronaje y confección. La región –segunda economía ugandesa detrás de la capital, Kampala–, ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años, con especial desarrollo del mercado textil. «Aquí acuden cada año jóvenes de todas partes en busca de oportunidades laborales y académicas. Mujeres como nuestras alumnas, que buscan hacerse un hueco en una sociedad todavía muy machista», cuenta la emprendedora.

Así, en la G·LEM Fashion School, estas mujeres reciben formación de costura y confección, herramientas que propician su empoderamiento e independencia, facilitándoles el acceso a diferentes trabajos en un sector en crecimiento. ¿El objetivo? «Empoderarlas, independizarlas y darles todas las herramientas necesarias para que el día de mañana puedan sacar adelante su propio negocio», insiste. Si en 2020 la escuela comenzó con tres alumnas, este año ya hay más de cincuenta.

Esta perspectiva también se traslada al momento de la confección: todas las colecciones se cosen en España, en talleres liderados por mujeres. «Empezamos en Madrid y este año nos hemos trasladado a Mataró, en Barcelona. La producción es mayoritariamente artesanal. Mediante la comunicación en web y redes sociales hacemos que este factor ocupe un papel fundamental. Así logramos que la clienta valore el tiempo y esfuerzo que hay detrás de cada puntada», subraya.

Desde el pasado mes de septiembre, todas las colecciones están confeccionadas en viscosa EcoVero™. «Su producción causa un 50% menos de emisiones y consume la mitad de la energía y el agua de la convencional que conocemos, además de que el blanqueamiento de la pulpa es 100% libre de cloro. La hemos elegido porque además de ser un tejido vegetal y biodegradable, es muy ligera y sedosa, tiene mucha caída, no transparenta, y es transpirable: porque no bailar nunca fue una opción», resume. ¿El resultado? Prendas que transmiten el color del corazón de África y ayudan a que su esencia permanezca viva en todas las invitadas, con tonos intensos y alegres que son en sí mismos una celebración de la vida y el impacto positivo.

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