A lo largo de la historia, el ser humano se ha planteado de mil y una maneras cómo superar la muerte de un ser querido. ¿Cuál es la mejor opción: recordar cada detalle de esa persona o convertir esa tristeza para mirar hacia delante? ¿Y si existiera un fármaco capaz de llevarnos a la vida que siempre soñamos compartir con quien ya no está? Esta es la cuestión que plantea el conocido director Nacho Vigalondo (Cantabria, 1977) en Daniela Forever, una cinta en la que el protagonista se lanza a probar un tratamiento experimental para superar la muerte de su novia disfrutando de ella en sus sueños como nunca más podrá hacerlo. Otra obra fuera de lo convencional a la que ya nos ha acostumbrado el director con una filmografía que incluye el corto 7:35 de la mañana, con el que se ganó una nominación al Oscar y catapultó su carrera, o largometrajes como Los cronocrímenes o Colossal, con Anne Hathaway como protagonista.
¿De dónde nace la idea de Daniela Forever?
En realidad no hay tanto misterio. Cuando hablas de un tema como el duelo, inevitablemente parte de experiencias personales. Se me haría muy raro hacer una cinta sobre este tema sin haber pasado por ello. Cuando era joven igual tenía un tipo de mentalidad que hacía ascos a los temas que pudieran inducir al melodrama o a la lágrima fácil, pero creo que la pulsión creativa tiene que ir por encima de uno mismo. Así que, cuando me tocó atravesar el duelo sentí cosas que no se habían contado previamente, esa necesidad de compartir y enseñar las tripas. Tuve que encontrar mi propio mecanismo de ciencia ficción que me obligara a hacer chistes y a meter muchos efectos especiales.

Esos efectos especiales son el fármaco que toma el protagonista. ¿Por qué tratarlo desde ahí?
Lo primero que me permitía era llegar a los sitios muy rápido, tomar atajos narrativos. También someterme a una disciplina en la que estás obligado a tener ideas, forzar la maquinaria y a recorrer caminos que los espectadores antes no han visto en pantalla. La ciencia ficción te obliga a hacer películas que no has visto de la misma manera que la literaria te obliga a escribir novelas que no has leído. Y a mí ese estímulo me ayuda mucho a la hora de crear.
El duelo lleva, entre otras cosas, a la pérdida de la cordura del protagonista.
Sí, es una forma de verlo. Tampoco me gustaría que la tesis última sea que el duelo te vuelve loco porque precisamente lo que tiene en su naturaleza es que es un trance que se pasa: todos vamos y volvemos. Pero sí, te concedo que durante ese tránsito uno abraza la locura y se siente del otro lado.
Y los sueños, ¿qué función tienen?
La interpretación más tradicional y conocida es esa fantasía escapista como posibilidad de atajo psicológico o emocional. Si no fuera una película de ciencia ficción, igual los sueños serían una solución. Pero el género tiene que plantear las paradojas y los misterios que pueden desencadenar todo eso. La película no plantea un juego entre lo ficticio y lo real, sino que le da la oportunidad al personaje de que todo pase. De que su vida diurna esté al servicio de su vida nocturna.

Sin embargo, sí que pierde la noción de cuándo toma la pastilla y cuándo no.
En un momento consigue romper con el mecanismo de que la pastilla se tome en otro orden. Yo no soy como David Lynch, quien afirma que no hay un significado definitivo. Yo creo que sí que necesito saber qué está pasando. Pero contarlo de forma literal me parecía una traición a la propia película.
¿Por qué decidiste que el protagonista tuviera una serie de privilegios frente a Daniela?
Él tiene privilegios durante el día porque es una persona que se ha venido a vivir a Madrid, tiene un pisazo y se permite estar hastiado. Los privilegios son mayores incluso que los que le permiten los sueños. Una cosa que hice de manera muy consciente en la película fue el marcar un contraste entre él y Daniela: él es alguien que se permite no hacer nada, un DJ consolidado; y ella, que está atravesando ese momento de hacerse un hueco en el mundo, de no saber si es un fraude o no, está pintando todo el rato. Mientras, la música de él no se escucha en ningún momento.
Algo que explicas muy bien a través de las sombras de las ilustraciones de ella. Cada una apunta a un lugar.
Sí, eso es.
Esos privilegios que tiene durante el sueño le permiten rehacer su relación. Algo que, a pesar de estar enamorado y ser un héroe, muchas veces le vuelve un antihéroe. Desarrolla cierta toxicidad hacia Daniela.
Creo que pasa una cosa muy interesante, no porque yo lo haya acordado así sino porque ha sido la película la que me ha llevado allí. Y es que la toxicidad de la que hace gala el protagonista se confronta con la posibilidad de percibirla. Él es muy consciente de las actitudes que está teniendo, lo que le convierte quizá en un ejemplo a seguir. Aunque hace cosas terribles en la película, piensa que cualquiera de nosotros, tanto hombres como mujeres, posiblemente seríamos más egoístas en la consecución de nuestros deseos. Seríamos unos tiranos más espantosos, por lo que quizá estamos asistiendo a algo muy curioso: la corrupción de un ángel.

¿Hay esperanza entonces?
Aunque la película puede dar a pie a una interpretación de su final muy pesimista, yo creo en la esperanza, sobre todo, en la capacidad de la gente para cambiar y entender sus propios fallos y sus propias oscuridades.