Ilustración: Silvia Ruiz

A ella le gusta la pandereta, ¡dale más pandereta!

Una ardilla ya no puede recorrer el país saltando de árbol en árbol pero si fuera fan de la música tradicional sí podría hacerlo de grupo en grupo. Despojado por fin de las etiquetas de algo rancio o conservador, el folclore vive desde hace unos años una nueva época dorada: en todas las regiones, cientos de artistas recogen sonidos ancestrales y los atraen hacia el pop, el rock o la electrónica. Un ritmo Marca España.


Octubre, Ciudad de México. Centenares de personas asisten a la presentación de Manual de romería, el último disco de Rodrigo Cuevas y escuchan conmovidas Dime, ramo verde, una canción que abraza a los niños que sufren bullying. Pocos meses atrás, al otro lado del mundo, en un pueblecito de Sanabria, la Asociación Etnográfica Bajo Duero hace un pase de Aradora bonita, un homenaje a la mujer rural a partir de canciones recuperadas de los pueblos zamoranos. Aunque con algunos huecos en su memoria, todas las ancianas que asisten al espectáculo cantan: «dime, ramo verde, dime dónde vas / porque si te pierdes yo te iré a buscar». Se saben hasta el último verso, pero ninguna sabe quién es Rodrigo Cuevas. Y eso es quizá lo más importante de la historia

Esta conexión que trasciende el tiempo y el espacio es mágica, pero no única. Hace unas semanas, la Maravillosa Orquesta del Alcohol–más conocidos como la M.O.D.A– regresaba de tocar su Nuevo cancionero burgalés en Chile y Argentina, un álbum creado a partir de las recopilaciones de música popular burgalesa elaboradas por Federico Olmeda en 1903 y Antonio José en 1932. Las letras hablan de molineras, de campos, de soldados… de situaciones que pueden parecer lejanas, pero que no suenan a antiguo. Ni a algo (solo) local. «La música popular está muy conectada por los propios movimientos migratorios. Nos han escrito personas desde Asturias para decirnos que allí cantaban lo mismo, pero variando un par de versos. También hemos notado una conexión brutal en Colombia y en México. Hay algo muy potente que nos deja claro que la música popular, que habla de la raíz, de sentimientos compartidos, es algo capaz de llegar a todo el mundo», explica Nacho Mur, guitarrista del grupo. 

Miles de personas han coreado esas canciones este verano en los festivales más importantes de España como el FIB o el Granada Sound, pero también en una emotiva gira por Burgos que les ha llevado a las plazas de Sedano, Quintanilla del Coco, Covarrubias, Pampliega o Poza de la Sal. Recintos que resultan igual o más exigentes. «Ha sido una experiencia preciosa ver a la gente mayor cantando con nosotros en los pueblos», cuenta. 

Un país para cantarlo

Es difícil dar la fecha exacta en la comenzó esta nueva era dorada para, aunque parezca un oxímoron, la música tradicional española, pero está claro que vivimos en ella. Superada por fin esa pátina prejuiciosa que asociaba al folclore y lo popular con lo conservador y reaccionario, hoy se recorre precisamente el camino inverso: lejos de la homogenización que se buscaba en los años sesenta y setenta, ahora la tendencia es fusionar todos los estilos imaginables con la música propia de cada zona. Ejemplos hay muchos. Tenemos a Baiuca, Fillas de Cassandra o Mondra haciendo una suerte de techno galego; a Fetén Fetén y Dulzaro escarbando en la raíz de Castilla y León; a los aragoneses Idoipe e Ixeya reinventando la jota; a Vermú creando desde el corazón de La Mancha; a Valeria Castro –producida, de hecho, por Nacho Mur– y la delicadeza de sus sones canarios; a la belleza lírica de María de la Flor; a Guitarricadelafuente recogiendo los aires levantinos; al folk vasco de Verde Prato y La Plazuela, María José Llergo o a Califato ¾ retratando una poliédrica Andalucía. La lista es infinita.

Si no sabemos cuándo pasó, tampoco tenemos muy claro el por qué. Aunque hay pistas. «Hay propuestas interesantes que ya pudimos intuir en gente como Joaquín Díaz o Eliseo Parra en los ochenta. Pero sí creo que ahora ha coincidido en el tiempo el interés de varias personas con increíble talento y grandísimos recursos personales y económicos», explica José Luis Gutiérrez, Guti, etnógrafo y cuentacuentos que lleva más de treinta y cinco años recuperando historias de los pueblos. 

La M.O.D.A

El suyo es uno de los nombres imprescindibles en los créditos de esta nueva ola: además de colaborar con Rozalén y la Ronda de Motilleja, compuso algunas de las letras de Manual de cortejo, el disco debut de Rodrigo Cuevas –producido por Raül Refree, también detrás de El mal querer de Rosalía–, y ha contribuido a la gestación del nuevo trabajo del asturiano. «Normalmente te llaman de todas partes y les mandas cintas, textos… pero de repente tienes a alguien como Rodrigo, y su obsesión es que Eduardo Cabra (ex Calle 13) se venga a escuchar a las viejas para ver cómo cantan de verdad. Y coge un avión desde Miami, llega aquí y flipa».

Para él, la explicación a este bombazo es multifactorial. En esa línea, Mur también cree que el clic compartido en la pandemia se sumó a la madurez artística de muchos proyectos, como fue su caso. «A medida que vas cumpliendo años, valoras más lo que tienes en casa. Y en ese momento solo podíamos mirar cerca y hacia dentro», apunta. 

«Volver a la raíz es nuestra forma de encontrarnos con lo global»

Fillas de Cassandra

La apuesta decidida por el uso de las lenguas cooficiales con el Congreso y el Senado a la cabeza es otro de los puntos que ha impulsado esta nueva situación. En el caso de María Soa y Sara Faro, siempre tuvieron claro que querían cantar en gallego. Su grupo Fillas de Cassandra ha sido una de las revelaciones de los festivales este verano, en el que han tocado en citas tan emblemáticas como O Son do Camiño, que reúne a más de 130.000 personas en Santiago de Compostela. En su opera prima, Acrópole, cuentan la historia de las mujeres a través de los siglos con perspectiva feminista y sonidos que van de la tradición gallega al techno o al rock. «Vivimos en un mundo tan globalizado que nos hizo consumir sobre todo cultura de fuera. Sentimos una reacción que no es necesariamente contraria, sino complementaria: igual que podemos escuchar música en inglés también podemos volver a nuestros orígenes, que son nuestra forma de conectarnos con lo global», cuentan. 

Fillas de Cassandra

Tras décadas de fiebre anglosajona, hoy el péndulo ha vuelto hacia el arraigo universal.  «Todo el mundo tiene una raíz, sea la que sea. Cuando escuchas algún tipo de música tradicional, resuena en ti, aunque no seas de allí. Es algo primitivo: las raíces de cualquier parte del mundo están conectadas por el mero hecho de serlo», explican las gallegas.

Contamíname, fusiónate conmigo

El folclore ha abrazado la fusión con otros géneros, al contrario, de lo que suele suceder, por ejemplo, en el flamenco. Para muestra, las críticas habituales a Rosalía o al El Niño de Elche, al que acusaron de «no aportar nada al género, solo purpurina». «Ir en contra de lo que está pasando sería atacar nuestra propia esencia: somos una música totalmente abierta a la incorporación, a la evolución y al cambio. Meterle una guitarra eléctrica, unos coros o un ritmo electrónico no es nada comparado con la llegada de la dulzaina, que desterró la flauta y el tamboril, o del baile agarrao en los años veinte», explica Guti. 

Él, que pertenece al sector más purista, lo tiene claro. «Es algo que hemos discutido mucho, sobre todo cuando al principio quisieron situarnos en un lugar exótico, casi como a la música tibetana en los noventa. Pero decidimos entrar con todo: hasta yo que soy el jefe de los integristas sé que es mejor para el folclore ver la Plaza Mayor de Madrid brincando al son de un charro que quedarse en un baile en la Fiesta del Chorizo», zanja. Ahora, su lucha es que se haga bien. «Igual que no se puede estudiar la obra de Goya con fotocopias, esto tampoco. Queremos que quien se acerque al folclore lo haga de verdad, porque esto no es música, sino un fenómeno cultural complejo y rico. Solo pedimos tolerancia, respeto y fidelidad».

«El folclore es una música abierta al cambio. Meterle una guitarra eléctrica no es nada»

José Luis Gutiérrez (etnógrafo)

Tanto en La M.O.D.A como en Fillas de Cassandra reconocen haber sentido el respaldo de los más tradis del tradi. «Los puretas están encantados porque estamos atrayendo a gente nueva. Cada vez hay más niñas y niños que quieren bailar o tocar instrumentos tradicionales», explican estas últimas. No es solo su percepción: después de que Tanxugueiras se quedasen a las puertas de representar a España en Eurovisión 2022, las panderetas se agotaron en las tiendas de Galicia. Había meses de lista de espera para conseguir una. 

Cuando se acabe la fiesta

En un mundo que devora tendencias, puede que esta sea solo una más y que dentro de un tiempo nadie se acuerde de ella. Sin embargo, hay cosas que habrán cambiado para siempre. «Se han creado referentes para los más jóvenes, que ven en la música tradicional sonidos que forman parte del mainstream y se enganchan. Ahora sales de fiesta y en la discoteca la gente baila tradi. Eso es increíble», sostienen Fillas de Cassandra. 

Si las discotecas parecían plazas complicadas para la música tradicional, hay otras que lo son incluso más: las fiestas en los praos y las eras de los pueblos, cada vez más vacíos, de la España rural. Sin embargo, Desde hace unos años, algunos Ayuntamientos asturianos promueven encuentros durante todo el año en los que la gente baila, canta y se reúne, sin distinciones de edad ni género. Gracias a ese contacto intergeneracional, hoy no es raro ver a jóvenes bailando charros y jotas sin que sea imperativa la presencia oficial de un grupo de danzas con sus manteos de colorines

«La música popular habla de sentimientos compartidos, y eso llega a todas las personas»

Nacho Mur (La M.O.D.A)

Porque, tras la moda, está el modo de ver la vida que subyace detrás de la tradición, de una forma de mirar y mirarse que hunde sus raíces en la tierra y brota de ella. «Pase lo que pase mañana, el mundo ya habrá escuchado a Josefa Diebra cantando desde Sejas de Aliste, cuando normalmente canta sola en la plaza del pueblo sin nadie que le haga corro. Para los que nos dedicamos al folclore eso es un bombazo y es algo que nos vamos a llevar para siempre», opina Guti. Él mismo lo escribió: Solo se acaba lo que no se cuenta. Y la música lo sigue contando. 

Doce canciones para ponerte mientras lees este artículo de Igluu

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