Por favor, deme un kilo de Nobel: el auge de los productos al peso 

La compra a granel es una tendencia indiscutible entre los consumidores más concienciados con la reducción de residuos: desde hace años, se multiplican las opciones para amantes de la compra sin envase. Sin embargo, en este formato se pueden comprar muchas más cosas que frutos secos o verduras. Libros, cerámica o ropa son algunas de las cosas que también puedes llevarte a casa por kilos si apuestas por la segunda mano o la artesanía local.


Basta con ir a hacer la compra para darse cuenta de cómo y cuánto ha subido el coste de la vida en los últimos años. Y no hace falta más que abrir un periódico por las páginas de la sección de medio ambiente para comprender cuánto le cuesta al planeta el ritmo de nuestro consumo. 

La unión de ambos costes es una de las claves del auge de un fenómeno cada vez más común en los últimos años: la venta de productos sin envase, es decir, sueltos, al peso o a granel. Es una clara tendencia de consumo ya que, como señala un estudio de YouGov, a un 77% de los españoles les gustaría comprar de esta manera los productos de grandes marcas que suelen venir envasados. Casi la mitad (43%) consumen de hecho productos a granel al menos una vez al mes. Entre las razones de quienes optan por este tipo de compras figuran en primer lugar la reducción de residuos (49%) y de desperdicio (40%), seguido en tercer lugar por el precio (36%). 

Aunque normalmente asociamos la compra a granel con alimentos –casi siempre frutos secos, dulces, legumbres o frutas y verduras– es un formato que abarca muchas posibilidades. Casi todas ellas tienen un punto en común: la apuesta por la segunda mano o la producción local. Coge una bolsa de tela… y saca la báscula. 

Los libros de La Casquería

En esta pequeña librería del madrileño Mercado de San Fernando (calle Embajadores) se dedican a la venta de libros al peso desde hace once años. Su planteamiento es muy claro: aquí venden papel y el tiempo que se ha tardado en hacer un libro. Eso es lo que marca el precio… el valor ya no es cosa suya.

«Para nosotros vale lo mismo una novela romántica que un Premio Nobel. Porque el valor lo pone la persona que necesita un libro», explica Mario Tornero Lewis, miembro de La Casquería. Un kilo de libros cuesta diez euros. Pero no es necesario alcanzar un peso mínimo. Si sólo nos queremos llevar un libro, por ejemplo, lo haremos pagando un coste fijado entre 1 euro –es decir, por muy poco que pese un libro, pagaremos al menos este euro por él– y ocho euros –aunque fuera un tocho de dos kilos, no pagaríamos 20 euros, porque el coste máximo por un solo libro se queda en estos 8 euros–.

En La Casquería no compran ejemplares, sino que funcionan a base de donaciones de esos libros que llevan años sin ser leídos, ocupando espacio y almacenando polvo. «Cuando empezamos había un concepto que seguimos manteniendo. La idea era fomentar el reciclaje de esos libros, así como la recirculación de cultura. Que el papel que ya está editado tenga todas las vidas que sean necesarias», destaca Mario.

Otro de los objetivos es alejar la literatura de esa necesidad de estar siempre pendientes de las novedades y las modas editoriales. Algo que está pasando últimamente, según el miembro de La Casquería, con el último y flamante Premio Nobel de Literatura. «Mientras esperamos a que nos lluevan los libros de Jon Fosse que os estáis comprando a pares, os hemos preparado una selección de nobeles del pasado, a precio ligero, como siempre», explicaban en sus redes.

Comprometidos con la tradición alfarera

«Nos gusta la loza imperfecta, hecha a mano y sostenible», explican desde su web José Barrio y Toni Torrecillas, los dos fundadores y responsables de La Oficial, iniciativa compuesta por dos tiendas de cerámica, ubicadas en Madrid, en las que se apuesta por los pequeños productores españoles y portugueses. 

La Oficial se ha aliado con modestos talleres de alfarería popular en los que trabajan, como mucho, seis personas, y donde se siguen utilizando los procesos de elaboración de toda la vida. «Son piezas hechas a torno, rematadas a mano y secadas al aire; es un procedimiento totalmente artesanal», considera Torrecillas. Las materias primas empleadas son además de origen local, comenzando por el propio barro con el que se moldean las piezas, y siguiendo con los esmaltes que les dan sus colores característicos. 

José y Toni quieren mantener viva las diferentes tradiciones de la alfarería popular, incluyendo la costumbre de los artesanos portugueses de vender al peso, y que ellos conservan en sus establecimientos. En el caso de la cerámica española, la venta es al estilo convencional. El transporte, en ambos tipos, es el mismo. «Para mantener el contacto con los proveedores y minimizar el coste de venta al público, cuando nos toca reponer género nos vamos con nuestra furgoneta y viajamos de alfarero en alfarero. Lo hacemos en un único viaje, en el que recorremos España y Portugal», cuenta Torrecillas. Se trata, por tanto, no solo de un negocio, sino también del compromiso de dos amantes de la cerámica popular ibérica por conservar su legado y darle un futuro. 

El peso (circular) de la moda

La venta al peso también está ganando adeptos en el sector textil. Así lo demuestran propuestas como la de Rethink Vintage, dedicada a la organización de mercadillos efímeros de ropa vintage y de segunda mano en ciudades de todo el país. ¿El precio? 35 euros por kilo. «En los eventos hay una báscula y es como en una frutería: pesas la ropa y pagas según este precio por kilo» apunta Olivier Dequidt, socio de esta iniciativa, que en septiembre cumplió su primer año de existencia.

No hay obligación tampoco en este caso de llegar a un peso mínimo. Si alguien sólo se quiere llevar, por ejemplo, una pequeña prenda de 100 gramos, lo puede hacer sin ningún problema pagando por ella los 3,5 euros correspondientes. Lo importante es, en palabras de Dequidt, «democratizar el uso de ropa de segunda mano» al mismo tiempo que se intenta concienciar sobre el impacto ambiental de la fast fashion

Vintage

En su Instagram se pueden ver las fechas y ciudades de los próximos mercadillos, que son gratuitos. Quienes quieran asistir deben apuntarse previamente y reservar una franja horaria determinada para acudir y así evitar problemas de aforo.

A pesar de vivir tiempos caros, si sabemos buscar con criterio, sensibilidad y conciencia, podemos encontrarnos con interesantes propuestas que nos demuestran que barato no siempre significa menos valioso, sino que existen valores de sostenibilidad que además nos pueden llevar a otros mundos posibles.

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