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Vivir más, cuidar(se) mejor: el bienestar en la edad de plata

Más del 95% de las personas mayores prefieren vivir en sus casas a hacerlo en una residencia. En un contexto en el que la esperanza de vida se alarga y la sociedad está cada vez más envejecida, la teleasistencia es un servicio indispensable para garantizar una existencia plena, sobre todo, en la cuarta edad. A través del servicio de Protección Senior®, Securitas Direct enlaza la tecnología con el cuidado de las personas mayores proporcionándoles servicios que abarcan desde la respuesta inmediata a las emergencias sanitarias al asesoramiento a la hora de realizar trámites telemáticos como renovar el DNI o cambiar su tarifa de la luz. 


Antes de que la suya terminase abruptamente, Abraham Lincoln dejó a la historia una frase recurrente a la hora de hablar del sentido de la propia existencia. «Al final, lo que importa no son los años de la vida, sino la vida de los años». En el momento de su muerte, Lincoln contaba con 56 años y superaba con creces la longevidad que se estimaba para un hombre de su tiempo: por entonces, la esperanza de vida apenas superaba los cuarenta años en Estados Unidos y Europa. Desde entonces, en apenas siglo y medio, esa cifra se ha duplicado.

En ese enorme salto se encuentra una de las claves para entender el mundo tal y como lo conocemos. Evidentemente, durante el siglo XIX y los inicios del XX había personas que soplaban las velas de los setenta y ochenta años, pero en el momento de nacer, era poco probable pensarlo –de ahí el propio concepto de la esperanza de vida– a causa de las elevadas tasas de mortalidad infantil que se registraban en todo el mundo.

La llegada de las vacunas, los avances sociosanitarios o las mejoras agrarias que permitieron reducir las hambrunas, entre otros muchos factores, fueron reduciendo la mortalidad de los niños y alargando la vida de los ancianos. Ese fue el germen de una revolución demográfica que ha hecho que, desde el pasado mes de septiembre, nuestro planeta sea el hogar de más de 8.000 millones de personas.

Además de actuar contra la emergencia climática que pone en riesgo el futuro de las generaciones venideras, el mundo enfrenta hoy otro gran reto con las personas mayores. Eso no solamente supone dar respuesta a qué significa que cada vez vivamos más en términos económicos o de sostenibilidad del sistema de pensiones, por ejemplo, sino también adaptar conceptualmente nuestra vida a la longevidad para dotarla de mejor servicios, salud, bienestar y protección. En definitiva, se trata de garantizar una mayor calidad de vida cuando sabemos que esta va se va a prolongar en el tiempo

De hecho, un estudio publicado recientemente en la revista Nature calculaba que, dentro de no mucho tiempo, la esperanza de vida podría situarse entre los 120 y los 150 años. No son los únicos: David Sinclair, profesor de biología en Harvard, una de las voces más influyentes al hablar de longevidad –es el autor de Alarga tu esperanza de vida. Cómo la ciencia nos ayuda a controlar y revertir el proceso de envejecimiento (Grijalbo)–, cree que la revolución genética hará que, en el siglo que viene, llegar a los 122 años de forma saludable no sea algo raro. Eso también hará que cambiemos la forma en la que entendemos la vejez. «La gente mayor merecerá más respeto y será más valorada al extenderse su condición de miembros activos y productivos de la sociedad. Hubo un tiempo en que a una persona de 70 años se la consideraba vieja. Las percepciones son susceptibles de cambiar», explicaba en una entrevista en La Vanguardia

Una redefinición de los cuidados y de la atención en casa

Sin embargo, no es necesario –o no solo– mirar al futuro para avanzar una realidad demográfica que ya está aquí. En la Unión Europea, el porcentaje de personas mayores de 80 años era del 16% en el año 2001 mientras que, en 2020, la cifra superaba el 21%. En España, la población también está envejeciendo. Según el INE, a 1 de enero de 2022, en nuestro país había más de 9,5 millones de personas mayores de 64 años. De ellos, casi dos millones superaban los 80, en lo que ya se conoce como la cuarta edad

En este nuevo paradigma se ponen en el centro nuevas cuestiones como el envejecimiento activo o el potencial económico de las personas mayores –lo que se ha denominado economía silver–, pero también otras como el aumento de la tasa de dependencia. En definitiva, de una nueva forma de entender los cuidados. «Debemos tener claro que vivir más implica cuidar más. En todas las etapas de la vida, y en especial en la tercera y la cuarta, necesitamos que nos faciliten todo aquello que nos ayude a mantener la autonomía y la calidad de vida», explica Beatriz Coleto, experta social de Alares, una compañía que lleva más de veinte años trabajando en materia de asistencia y cuidados a personas y familias. 

Durante este tiempo han percibido cómo, aunque la tecnología está facilitando mucho lo que tiene que ver con la atención, el factor humano nunca ha dejado de ser protagonista, tanto por parte de quien cuida como de quien es cuidado. «Si hay algo en lo que la sociedad está de acuerdo es en la importancia de poner en el centro de todas las acciones el bienestar de las personas. Estamos en la era de las personas. El respeto, la empatía y la equidad deben ser los principios que nos sostengan y generen esperanza», apunta Coleto.

Uno de los principales retos está en la atención domiciliaria, algo especialmente crucial para los mayores que viven solos, una situación en la que, en España, se encuentran más de dos millones de personas con edad superior a 65 años. De ellos, más de 850.000 son octogenarios que quieren permanecer en su casa por todas las vías posibles. El estudio El futuro de los cuidados, realizado por Sondea para Clece, revelaba que a un abrumador 95% de los encuestados les gustaría pasar sus últimos días en casa y no en una residencia (5%). Así, casi un 47% opta por vivir su vejez en casa contando con asistencia a domicilio, el 36% sin ella y el 13% desde su domicilio, pero acudiendo a un centro de día. 

«Las personas queremos elegir dónde queremos avanzar en nuestro proceso de vida y dónde queremos que nos faciliten los servicios y recursos para mantener nuestra autonomía y participación en la sociedad, no que elijan por nosotros. Si escuchamos lo que nos dicen nuestros mayores, entendemos que quieren hacerlo en sus hogares, con sus familias, donde han vivido siempre, donde se sienten seguros y donde pueden seguir relacionándose con su entorno», afirma la experta de Alares. Y añade: «Todos los indicadores apuntan hacia un modelo de atención domiciliaria holística. Nuestro sistema saca el máximo partido al funcionamiento cognitivo, incluyendo también la evaluación nutricional, la mejora de la capacidad física y funcional y el compromiso activo con la vida: hace del proceso de envejecimiento una etapa con mejor calidad de vida», explica.

Independencia, seguridad y confianza

Para garantizar que aquellos mayores que lo deseen puedan permanecer en su domicilio, Coleto apunta a una clave que ha quedado especialmente patente tras la pandemia. «Si hay un principal cambio que hemos observado en estos últimos años es la necesidad de seguridad por parte de las personas usuarias. Hablamos de un concepto de seguridad amplio, es decir, tener una certeza y seguridad de que, si nos pasa algo, siempre vamos a tener a alguien detrás que cuide de nuestros mayores, de nuestros hijos, que tengamos acceso a consultas médicas, alguien que nos traiga la compra o los medicamentos a casa. Es curioso que mientras prestamos la tecnología más innovadora, las personas siguen siendo más necesarias que nunca», explica.

Por eso, desde Alares y su Fundación trabajan de la mano de diferentes colectivos y empresas para mejorar e implementar nuevos servicios de teleasistencia y atención domiciliaria, también desde el ámbito de la seguridad. Una de estas alianzas la mantiene con Securitas Direct que, desde hace años, tiene en el cuidado y la protección de las personas uno de los principales pilares de su estrategia ESG. «Nuestro propósito como compañía es contribuir a crear un mundo más seguro. Esta misión de protección impulsa nuestro compromiso y el de nuestros colaboradores y determina nuestra forma de operar, inspirando nuestra ambición de generar un impacto positivo en nuestras comunidades más cercanas», apunta Laura Gonzalvo Bas, directora de Comunicación y ESG de la compañía. 

Dentro de las tres líneas de actuación con las que despliegan esta estrategia –protección de personas, protección del medioambiente y buen gobierno–, la primera de ellas tiene el mayor protagonismo por la propia labor social de protección que desarrolla la compañía. Además de las medidas destinadas a la infancia y a las mujeres, sobre todo a aquellas víctimas de violencia de género, también ponen especial atención a las personas mayores. «Gracias a ellos estamos hoy aquí. Son la generación que hizo posible que, hoy en día, vivamos en uno de los países más seguros del mundo y más avanzados en lo referente a estado de bienestar, así que ahora es el momento de que nosotros velemos por el suyo», añade. 

Tecnología que haga la vida más fácil

Con ese objetivo, cuenta Gonzalvo, en 2017 pusieron en marcha el servicio de Protección Senior®, con el que pretenden poner la tecnología al servicio de aquellas personas mayores que prefieren seguir viviendo solas. A través de un reloj, la compañía puede proteger el bienestar del usuario en diferentes parámetros: por ejemplo, puede detectar si sufre una caída y comprobar si se encuentra bien, puede realizar una consulta médica a distancia y puede solicitar que le lleven a casa un medicamento o que le hagan un recado, entre otras cosas. 

Desde su puesta en marcha en 2017, el servicio –que se comercializa en exclusiva en oficinas CaixaBank– ha alcanzado los 135.000 usuarios. El perfil mayoritario son personas en torno a los setenta años, un 60% mujeres, aunque, como puntualizan desde la compañía, la media de edad va disminuyendo. Solo el año pasado, la compañía realizó más de 835.000 intervenciones, de las cuales alrededor de 21.000 fueron casos reales de emergencia. El resto, respondieron a otro tipo de gestiones que abarcan desde realizar un recado, llamar a un cerrajero o reservar un hotel.

Aunque entre las funcionalidades del dispositivo wearable tienen un peso importante las relacionadas con la salud –por ejemplo, el botón de emergencia que avisa a una centralita que atiende en un tiempo medio de 18 segundos y deriva la alerta al 112 o a los familiares, o la atención médica 24 horas con el servicio de telemedicina de Homedoctor de Securitas Direct–, desde la compañía insisten en que se trata de algo mucho más integral para las personas. «El reloj protege no solo la salud sino también el bienestar. Y es que en el ámbito de la protección ya no solo hablamos de bienes materiales, sino también de salud mental o tranquilidad, en definitiva, de calidad de vida», puntualiza Gonzalvo, que pone como ejemplo tres de los servicios incluidos en Protección Senior® que desde la compañía prestan en colaboración con Alares: el servicio de Telefarmacia, el servicio de mayordomo 24 horas y Homedoctor

El primero de ellos se dirige a aquellos usuarios o situaciones en las que no se puede acudir a la farmacia. Su personal se encarga de llevárselo directamente al domicilio o a aquel lugar que elija en un plazo de menos de tres horas y el usuario pagará únicamente el coste del medicamento. «Para entender la importancia de este servicio hay que pensar en situaciones concretas, como el confinamiento provocado por la pandemia, temporales como Filomena o incluso las olas de calor que hemos vivido este verano. Hay muchas personas que se quedaron aisladas en casa y, en estos momentos, contar con alguien que, cualquier día del año, en menos de tres horas recoge las recetas si fuera necesario, compra el medicamento y lo entrega es algo muy valorado por los usuarios y sus familias», subraya Coleto. Y añade: «La teleasistencia profesional, con recogida de datos clínicos, medicación y familiares, es otro de los sistemas que más crecimiento tendrá en los próximos años». 

Además, desde la compañía también prestan el servicio de mayordomo, con el que el usuario puede recibir ayuda para el trámite online o telefónico de todo tipo de gestiones administrativas –renovación del DNI, pasaporte o carné de conducir, por ejemplo– o  información para ahorrar dinero en las facturas del gas o la luz y para adaptar su vivienda en caso de que tengan problemas de movilidad. También tienen un equipo de médicos, psicólogos, juristas y asistentes sociales que les ayudan a mediar en caso de desacuerdos familiares, o les ayudan a encontrar servicios culturales y de ocio que les ayuden a mantenerse activos, como clases de pintura, de baile o grupos de lectura. 

Protección senior securitas direct

Por su parte, con Homedoctor se cubre una triple misión: la de telemedicina, teleprevención y teleasistencia, a través de servicios de videoconsulta, los 365 días del año y las 24 horas al día. Este servicio cuenta con más de siete especialidades médicas, el desarrollo de terapias específicas y una monitorización continua para detectar posibles alertas y atenderlas, todo ello en conexión con robots de salud que permiten a los médicos tocar y medir al paciente de forma remota. Como datos a destacar, se han resuelto más del 95% de los casos atendidos por videoconsulta y se han atendido más de cien mil consultas. 

El objetivo de estas medidas es, sobre todo, actuar contra una de las principales preocupaciones de los usuarios y sus familias: la soledad no deseada, un grave problema que afecta a un porcentaje muy alarmante de personas mayores. Un informe reciente realizado por la Diputación de Barcelona revelaba que más de la mitad de los usuarios de su servicio local de teleasistencia pulsaban el botón de ayuda solo para «hablar un ratito» con alguien. Para hacerle frente, desde Alares insisten en la importancia de cubrir todas estas necesidades de salud física y emocional de manera holística. «Es importante cubrir actividades de ocio y tiempo libre de las personas mayores en su comunidad. Hay que aportar soluciones de escucha activa para mejorar el bienestar y el desarrollo cognitivo de las personas mayores», concluyen.

Decía Carl Jung que el ser humano no llegaría a los setenta u ochenta años si esa longevidad no tuviera un sentido para la especie. «La tarde de la vida humana también debe tener un significado propio y no puede ser un mero y triste apéndice de la mañana de la vida», sostenía. Hoy, con los 120 años en el horizonte, esa tarde se presenta larga y apasionante, tanto que parece un nuevo día. Cambiar de hábitos para mantener un envejecimiento activo y usar la tecnología para llevar la vida que queramos está –literalmente– en nuestra mano. ¿O acaso quién no querría convertir la edad de plata en una verdadera edad de oro? 

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