¿Se nos ha ido la pinza con el skincare?

El cuidado de la piel se ha convertido en una nueva obsesión colectiva. Tanto, que ha alumbrado fenómenos como la cosmeticorexia –adicción a la compra de cosméticos y activos antienvejecimiento– o el caso de los conocidos como ‘Sephora Kids’, jovencísimos influencers que comparten unas rutinas poco adecuadas a su edad. ¿Nos estamos pasando con el tema? Charlamos de ello con el farmacéutico y divulgador Héctor Núñez (@cosmetocritico).


Es un reflejo. Casi como cerrar los ojos al estornudar. Cada generación, desde que el mundo es mundo, piensa que ha inventado algo que nuestros antepasados ya ponían en práctica hace siglos o, incluso, milenios: a tus abuelos les vas a hablar de zero waste. O a Cleopatra de la importancia del skincare.

Porque, aunque hoy tengamos productos con activos complejísimos, en esencia, tampoco hacemos algo tan distinto a lo que ya conocían las antiguas civilizaciones. En Egipto utilizaban aceite y leche de cabra para mantener la piel hidratada, y en Japón hace milenios que conocían las propiedades antioxidantes del té verde. Ingredientes que casi seguro podemos encontrar –reformulados y mejorados, eso sí– en la balda de nuestro baño.

Nosotros hemos cambiado más que nuestros potingues. Para empezar, en nuestra mano tenemos una herramienta con la que podemos ver –y comprar, claro– miles de productos y ver a desconocidos aplicándoselos. También podemos poner cifras a nuestro interés por lucir radiantes: según datos de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), en 2022 cada español gastó unos 185 euros en este tipo de productos. En total, su consumo alcanzó los 9.250 millones de euros, un 11% más que el año anterior. Aproximadamente un tercio de ese montante corresponde a productos relacionados con el skincare y, dentro de esa categoría, destaca el incremento en 2022 del cuidado del rostro (9%) y, sobre todo, de la protección solar (19%).

En frío, estas cifras tienen una lectura positiva, sobre todo la última, pues trae con ella beneficios para la salud. Sin embargo, en esta sociedad de consumo voraz, hasta algo tan inofensivo como el autocuidado también tiene un reverso oscuro que ha alumbrado incluso comportamientos patológicos como la cosmeticorexia, el abuso de productos de belleza, especialmente aquellos con activos antiedad, que tiene especial incidencia en niñas y adolescentes.

En esa línea, el estudio Digital Fit, impulsado por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) y la Fundación Mapfre, alerta del papel que juegan las redes sociales. Un tercio de los menores de entre 11 y 17 años afirma recibir mensajes publicitarios sobre cosmética y belleza por parte de los influencers. De hecho, hay incluso algunos de ellos convertidos en creadores de contenido en ese campo: es lo que los medios han bautizado como Sephora kids, niñas y adolescentes que comparten con decenas de miles de seguidores sus trucos para lucir impecables con productos de marcas y activos como la vitamina C, el ácido hialurónico o el colágeno. Vídeos tipo get ready with me para ir al colegio que se viralizan entre preadolescentes en TikTok.

«Un niño no tiene que preocuparse del envejecimiento de la piel. Tiene que utilizar protector solar, pero por una cuestión de salud. Y ya. No deberían tener ese miedo en la cabeza», opina Héctor Núñez (@cosmetocritico), farmacéutico especializado en industria cosmética que lleva desde 2018 divulgando sobre la materia con «honestidad, ciencia y un poquito de petardeo». «La gente joven sigue a creadores de contenido que, al final, publicitan todo tipo de marcas, incluida cosmética. Y eso, evidentemente, tiene sus riesgos», explica.

Cuidado con sentido (y con humor)

La piel es el mayor órgano del cuerpo humano y, como tal, requiere cuidados… y cuidado. Aunque echarnos una crema u otra pueda parecer algo inocuo, no siempre lo es, pues a menudo contienen principios activos que pueden reaccionar en combinación con otros. ¿Ejemplos? Usar productos con retinol sin una adaptación progresiva de la piel o mezclarlos con otros que contengan ácido salicílico o glicólico pueden provocar irritación, descamaciones y sequedad. «Se nos olvida que la cosmética y el skincare, además de ser una cuestión de estética, también es algo que impacta en la salud. Si no sabes lo que haces puedes liarla, y mucho», advierte Núñez.

«Vemos un trend y nos lanzamos a seguirlo sin pensar. Luego vienen los dramas»

Héctor Núñez (@cosmetocritico)

El problema es que no siempre se sabe qué hacer. Entre las infinitas recomendaciones de rutinas que circulan por la red también fluye libre la desinformación. «El problema que nos encontramos es similar al del clickbait en los medios. Muchas cuentas de Instagram existen para generar contenido y lo que cuenta es el título del vídeo y llamar la atención», subraya el divulgador, que pone como ejemplo la reciente polémica alrededor de, precisamente, el retinol: han circulado cientos de vídeos afirmando su prohibición en Europa, cuando simplemente va a limitarse su concentración.

Para intentar paliarlo, Núñez apuesta por una comunicación clara y rigurosa, pero accesible y con humor. «Tenemos en la cabeza que un producto sirve solo para una cosa, pero muchos ingredientes tienen más actividad y propiedades de las que sabemos. Explicarlo a veces puede parecer contraproducente, pero es necesario: nos gusta contar bien las fórmulas para que se entienda por qué cada producto va cargadito y cómo puede usarse con varios objetivos a la vez», cuenta el experto, que lanzó su propia línea de productos en 2021. En su web, de hecho, desgrana cada uno de ellos para explicar cómo y cuándo usarlos, con qué no mezclar, para qué sirve cada ingrediente o, literalmente, consejos para no liarla.

El disfruting, el paso imprescindible de todas las rutinas

Después de años recibiendo mensajes publicitarios sobre cómo evitar el envejecimiento a toda costa, ahora el paradigma está cambiando: no se trata de luchar contra el paso del tiempo, sino de cómo cuidarse para hacer que pase mejor. Y, digan lo que digan las tendencias, para ello no es necesario convertir tu baño en el estante de una perfumería.

«Dedicarse tiempo a uno mismo está fenomenal, pero esas skincare routines de diez pasos no son necesarias ni tienen sentido: con tantas capas, los activos que apliques al final no van a llegar a penetrar en tu piel», advierte Núñez. Para él, la clave está en pensar antes de comprar y de aplicar. «Una buena rutina sobre todo tiene que ser realista y adaptarse tanto a las necesidades de tu piel como al número de pasos que puedas incorporar en tu día a día. También a tu presupuesto, que es algo que no se dice mucho, pero que también es importante: no empecemos algo que sabemos que no vamos a poder mantener por tiempo o por recursos».

Dicho de otra manera, para él, la clave es menos impulsividad tiktoker y más cabeza. «Vemos un trend y nos lanzamos como locos a seguir la moda que toque esa semana sin pararnos a pensar qué necesitamos y para qué. Luego vienen los dramas: los estropicios en la cara, el comprar una crema carísima que no puedes permitirte reponer, los doscientos botes abiertos…».

Al final, como especialista en la materia, Núñez insiste en darle una vuelta no solo a lo que nos ponemos en la cara –que también– sino a la propia forma en la que nos acercamos al cuidado. «La cosmética puede servirte para mejorar las manchitas de tu piel, pero, sobre todo, es algo para disfrutar sin obsesionarte», concluye. Esa rutina parece fácil, ¿no?.

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