Aunque el boom de la cerveza artesana haría la lista interminable, aquí van seis marcas que nos permiten recorrer España a través de sus sabores especiales y con gran orgullo local.
Agua, levadura, malta –de cebada, de avena, de arroz–, lúpulo y adjuntos –frutas, café, vainilla o chiles– constituyen una cerveza. Lo que la hace artesana es el hecho de no estar pasteurizada y no llevar aditivos, ni conservantes. Esto le hace estar viva y, de hecho muchas evolucionan en la propia botella, pues en lata ese proceso se para. La cerveza artesana gana en matices y es tan especial que incluso rompe con el tópico de que helada está mejor, porque fría pierde todas las propiedades que le aportan valor.
La cerveza artesana española puede presumir de estar entre las mejores birras del mundo, codeándose con inglesas, británicas, canadienses y escandinavas, que tienen larga y excelsa tradición. Todo esto es fruto de un trabajo a conciencia de los cerveceros nacionales en la última década por mejorar la calidad: España está bien posicionada en el mundo gracias a una apuesta común de todas las cerveceras de sumar juntas por subir el nivel cada año un poco más.
Aunque este boom de cervezas artesanas de alta calidad haría la lista interminable –por ejemplo, dedicado exclusivamente a las producidas en Cataluña, región pionera en nuestro país; o a las cervezas nómadas sin fábrica propia, una tendencia a la que se apuntan algunas como La Quince o Jakobsland–, aquí van seis marcas que nos permiten recorrer España a través de sus sabores especiales.
Basqueland (Hernani, Euskadi)
«Básicamente, queríamos elaborar una cerveza al nivel de la gastronomía vasca, ya que no existía», subraya Kevin Patricio, de Basqueland. Empezaron como nómadas, como la mayoría de las fábricas, en 2014 en La Rioja con su cervecero fundador Benjamin Matz –de Stone Brewing, California. Ahora tienen un taproom en su fábrica y el restaurante Izakaia, en Donosti, ciudad líder en gastronomía. Sus diseños son del ilustrador catalán Marcos Navarro. Sus cervezas más vendidas son la Santa Clara, una lager estilo Helles de Munich, y la Imparable, una IPA. Luego tienen la Aúpa (Pale Ale) o Zumo (Hazy IPA) y otras especiales. Le Becada, de fermentación mixta, estilo lambica, es una de sus joyas.
«En 2014 la gente solo conocía la cerveza rubia, tostada y negra. Ahora es fácil hablar con alguien de IPAs, West Coast, fermentación mixta, Saison, Goose… La gente ha aprendido mucho y muy rápido. Un reto es siempre buscar el punto de mejorar nuestras cervezas, hacerlas mejor, sin cambiar la receta, para también crecer como marca, y como sector», explica.
Además de sus sabores imparables, también se preocupan por el entorno: están trabajando para instalar placas solares en el techo de la fábrica, casi 1.500 m2 de superficie y reducir la cantidad de agua empleada en la fabricación de sus cervezas.
Cierzo (Caspe, Zaragoza)
«El proyecto nace en primavera 2018. Lo iniciamos cuatro empresas locales con la inquietud de tener una cerveza artesana que pudiera salir de Aragón y fuera de España. Una parte del capital inicial lo conseguimos por crowfunding: el 49% de la empresa lo representan 260 inversores, con inversiones con 500 euros», explica Carlos Suárez, de Cierzo.
La experimentación es la marca de la casa: su buque insignia es la Citra, una IPA monovarietal de lúpulo citra; y la Calanda, una doble IPA con melocotón de Calanda; y la Back to Black, que es una Imperial Stout de 8%. Para elaborarlas, utilizan productos locales como ciruelas de Caspe, melocotón de Calanda, o lúpulo Daroca. Aunque exportan alrededor de un 50%, su intención es que cada vez sea más de consumo local.
Tienen fábrica en Caspe, y otra más pequeña en Zaragoza dentro del brewpub, donde trabajan estilos más clásicos. Aunque estén especializados en IPAs, no quieren encasillarse. «Son un buen punto de entrada para introducirse en el mundo de la cerveza, porque se asemeja a un zumo, con un punto amargo, y otro dulce, con un aroma a fruta que te invade. Es fácil para gente no acostumbrada», asegura García.
Otra de sus especialidades es el diseño. Tanto las etiquetas como el logo son obra de Eva Felipe, algo que les ha permitido tener una identidad visual reconocible. «Las colaboraciones son de lo más divertido del mundo cervecero porque pasas un día juntos y compartes experiencias que para la gente que está en producción es muy importante», añade.
Castelló Beer Factory (Castellón)
Empezaron en 2016 con un principio irrenunciable: la calidad de sus productos. Suso Troncho, de Castelló Beer Factory, lo resume así: «hacemos las cervezas que nos gusta».
Tienen dos beerpubs, Lupulove, en Castellón y en Benicassim, con diez grifos, y una vertiente de lúpulos más en lata. Uno de sus emblemas es la Collita Harvest IPA, elaborada con lúpulo Cascade y Columbus de un pueblo cercano. O su sour con kiwi. El año pasado, hicieron 16 novedades de productos. «En el mundo cervecero nos conocemos prácticamente todos. Hablar de cerveza y beber cerveza favorece bastante las conversaciones», comenta Troncho.
Dougall’s (Liérganes, Cantabria)
El británico Andrew Dougall y su cerveza son una institución en el mercado artesano. «La fábrica la compré en 2002. No podía fabricar en la cabaña donde quería porque estaba protegido como espacio patrimonio natural. Arranqué en un garaje del pueblo, y en 2008 entró mi socio, Kike. En 2010 cambiamos a la localización actual», explica Dougall. En pocas semanas comienzan la ampliación del terreno de la fábrica para duplicar su nave. El equipo lo forman algo más de una decena de personas, la mayoría jóvenes.
La mitad de producción se reparte en dos cervezas, la IPA 4 y la 942 (APA). Su gama de IPA, Tres mares, Leyenda, Raquera… una gama de productos con una gran aceptación entre los clientes. «Nos piden constantemente algo. Cuando podemos, hacemos algo nuevo», explica.
Dougall’s no exporta apenas nada, pero ahora podrán empezar. Su mejor cliente es Cantabria, donde se puede encontrar incluso en locales de hostelería no especializados en cerveza artesana. «No concibo la fábrica en un polígono industrial. Quedarnos en las raíces, a gusto con el entorno. Hacerlo más difícil pero estamos vinculados a la tierruca», comenta Dougall. Y añade un aviso: «La crisis energética y de ciertos ingredientes como maltas y lúpulos, va a salpicar a todos los sectores, así que nos corresponde prudencia y paciencia».
Río Azul (Sevilla)
Abrieron en 2016 como taproom y fábrica, con el orgullo local por bandera. «Somos una cerveza honesta y de Sevilla», presume dice Eloy del Río.
Buscan mejorar con cada nueva cerveza y llegar a más gente. Su línea más vendida es la Solaris un NEIPA. Además de combinar estilos clásicos y novedades, están muy conectados con los cerveceros andaluces.
Además de presumir de tierra, también lo hacen de espíritu artesano, que lleva consigo la concienciación medioambiental como propia filosofía de producción, protegiendo el entorno y llegando a los ingredientes de la manera más natural posible y utilizando cada vez menos agua.
Cervecera Península (Madrid)
Roman Jove es el alma de esta cervecera con poder global. Este artesano venezolano quería compartir con el mundo las cervezas que hacía, e inició su andadura en 2017. Le encantó Madrid porque se siente a gusto, y le mueve un espíritu de hacer, de idear, de hacer colaboraciones con otra gente.
Su producción ha pasado de 500 hectolitros, a 2.700 hectolitros. Su cerveza clásica es la Hop On, para cuya fabricación presume de la calidad del agua de Madrid. De hecho, en su distribución en la capital van a utilizar barriles de acero inoxidable para reducir sus envases, mismo material que sus latas, con la intención de minimizar su huella medioambiental.