Sharing is caring: cómo Instagram también puede ayudar a mejorar la salud mental

Según la OMS, una de cada ocho personas presentan un trastorno de salud mental en nuestro país. Las dificultades para acceder a la atención psicológica han hecho que, cada vez más, las redes se conviertan en una herramienta para intentar conocer y gestionar mejor lo que nos pasa: la psicología positiva se ha colado en los podcast y los vídeos de Youtube y cada vez está más presente en los feeds de Instagram. ¿Realmente nos ayudan a conocernos mejor? 


Si hiciéramos un análisis pormenorizado de a qué dedicamos exactamente las horas del día, en muchos casos, quizá nos llevaríamos una sorpresa del tiempo que se nos va en las redes sociales. Estamos enganchados a los debates de Twitter, los bailecitos virales de TikTok o a la vida perfecta de las influencers, que no suele parecerse a la nuestra. Y eso, poco a poco, hace mella en la salud mental de los usuarios. De hecho, estudios realizados por la misma empresa enseñan que el 32% de las mujeres que usan la plataforma se sienten peor sobre sus cuerpos, porque la aplicación les lleva a una ‘comparación social’ que hace que los usuarios valoren con base en su atractivo, riqueza y éxito respecto a los otros. Además, en 2019 una investigación interna reveló que Instagram empeora los problemas mentales sobre la propia imagen en uno de cada tres adolescentes. 

Mientras nosotros hacemos un scrolling infinito o pasamos historias idílicas que no mencionan problemas cotidianos, aparecen poco a poco problemas como adicción a la pantalla, falta de autoestima o frustración porque nuestro día a día no es como los de los demás. Ya que diariamente pasamos de media dos horas y media en las redes –según datos de statista–, muchos profesionales de la salud mental han decidido que estas también pueden ser un lugar para concienciar sobre la importancia de cuidarla, usando sus perfiles como herramienta de difusión.   

Una de ellas es Marina Pinilla, una profesional que con su cuenta de Instagram (@marinapinillapsicología) pretende crear un espacio seguro y ayudar a sus seguidores a gestionar mejor las emociones en su día a día, con publicaciones que incluyen trucos para hacer frente a problemas concretos y contenidos de actualidad, siempre basados en estudios e investigaciones científicas sólidas. «Creo que divulgar contenidos sobre la salud mental en redes son una forma en la que los profesionales pueden compartir conocimientos y eso puede salvar vidas», defiende. 

@marinapinillapsicologia

Al otro lado de la pantalla tienen a usuarios de perfiles muy diversos a quienes en la mayoría de los casos no conocen. Por eso, como insisten las profesionales, es importante tener en cuenta que no son terapias individualizadas y adaptadas a casos con nombres y apellidos. «Buscamos ayudar a entender las situaciones que provocan el malestar y los síntomas. Esto permite que las personas puedan reflexionar y decidir qué hacer con ello, para que entiendan cómo les afectan las situaciones, qué sentimientos le genera y si es o no necesario que acudan a terapia», explica Cinthya González, terapeuta especialista en misofonía y en trastornos de la conducta alimentaria que se encuentra detrás de la cuenta @aure_psicologia

Viralizar los problemas, compartir las soluciones

En los últimos años, especialmente durante y después de la pandemia, la salud mental se ha convertido en un tema de conversación recurrente en la calle, pero también en los medios y las instituciones. Por ejemplo, hace unas semanas, el diputado de Más País, Íñigo Errejón  –a quien precisamente le gritaron un agresivo «vete al médico» desde otro escaño en un debate sobre salud mental– proponía que las redes sociales avisaran de las fotos que están retocadas. «Esta propuesta es realmente positiva, ya que puede recordar a las personas qué es lo que están consumiendo y sus riesgos, igual que hacemos con los alimentos o con el tabaco», considera González. 

Para las profesionales este tipo de medidas no son suficientes y es en concienciación y en educación donde deben redoblarse los esfuerzos. «La persona que está detrás de la pantalla tiene que entender qué le sucede. Por eso es importante ofrecer una educación emocional real e indicarle cómo actuar si se siente de determinada manera cuando consume este tipo de contenidos», insiste González, que subraya la importancia de la atención psicológica. «Ante un problema, lo más importante es que las personas tengan garantizado el acceso a profesionales sanitarios para poder trabajar sobre ello. Si no, simplemente leerá el aviso y seguirá sintiéndose igual», advierte. Hoy por hoy, esa atención no está garantizada: en la sanidad pública española hay seis psicólogos por cada 100.000 habitantes mientras que en Europa, de media, hay 18. «Hablar de salud mental y normalizar el pedir ayuda sirve de poco si la población no tiene a quién acudir», coincide su colega.  

@aure_psicologia

En ese contexto de filtros y trends, las redes actúan a menudo como catalizadores de comportamientos tóxicos y escaparates de vida e información irreal. Pero también, como insiste la experta, también son espacios donde se están rompiendo con fuerza los estigmas sobre la salud mental gracias a la labor de personas anónimas, profesionales de la psicología e influencers. ¿Un ejemplo? Luc Loren, DJ y creador de contenido que lleva años insistiendo en estos temas. Con la colaboración de Somos Estupendas, una de las cuentas de psicología más influyentes de España –tiene casi medio millón de seguidores solo en Instagram–, ha lanzado #NoEstamosLocas, un proyecto en el que entrevista en su canal de YouTube a algunos de los influencers más importantes del país

Tanto en estas entrevistas como en sus «charlas de queridas», Loren ha conseguido que grandes figuras se abran y compartan sus experiencias reales más allá de la perfección que se ve en Instagram, pero sobre todo normalicen el hecho de necesitar ayuda. En su canal ha habido testimonios como el de María Pombo, que reconoció sufrir ansiedad y destaca la importancia de cuidar la mente al igual que el cuerpo; el de Paula Gonu, que comentó sus problemas con la autoestima en las redes sociales o el de Sindy Takanashi, que habló abiertamente de la depresión y el suicidio. 

«Normalizar este tipo de conversaciones es positivo, pero eso no debe significar que los influencers tengan que abrirse por completo y no tener intimidad. Simplemente es importante que puedan compartir los cambios y situaciones que no sean tan positivas para recordar a las personas que no todo es tan bonito como se ve y que a veces todos tenemos que pedir ayuda», puntualiza González. 

Pasito a pasito, se ha ido normalizando la conversación pública sobre estos asuntos y las redes han contribuido, en gran parte, a que el mensaje cale. Pinilla reconoce que algunos de sus pacientes han llegado a la consulta gracias precisamente a contenidos divulgados en redes y plataformas, que les han ayudado a conocer su problema y les han animado a contarlo. «Por ejemplo, me cuentan cómo se han dado cuenta de ciertas inseguridades gracias a que han oído hablar de ello en un podcast o en alguna entrevista en YouTube. Por eso la difusión es tan positiva e importante para que las personas podamos verbalizar nuestros problemas y pedir ayuda cuando no podemos hacerles frente», subraya. 

Pese a todo el trabajo de visibilización, siguen existiendo muchos prejuicios acerca de pedir ayuda o ir a terapia. Para las profesionales, uno de los grandes problemas está en la poca tolerancia social al malestar: cuando alguien cuenta que tiene ansiedad, automáticamente recibe un consejo o una frase de autoayuda. Y eso empeora la situación. «Deberíamos escuchar más a quienes nos rodean y dejar espacio para que estén mal, siempre y cuando esa situación no se alargue en el tiempo ni sea incapacitante. Cuando tenemos un momento de bajón, no es necesario que te obliguen a quererte a toda costa: necesitamos aceptar lo malo, lo incómodo y lo desagradable, no evitarlo constantemente», reclama Pinilla. 

Redes de realidad contra el postureo

La batalla contra la irrealidad de las redes sociales se libra, precisamente, en las redes sociales. Y los que más dispuestos parecen a darla son los jóvenes, nativos digitales que se encargan de viralizar los contenidos relativos a la salud mental y de reclamar más y mejor atención. «La generación Z cuestiona y planta cara a muchas cosas que los millennials sufrían y que los boomers normalizaban. Los más jóvenes apuestan más por la naturalidad y surgen nuevas plataformas que dan cobijo a esas inquietudes. Ahora solo queda que los más mayores tomemos ejemplo y dejemos de mirar a los jóvenes por encima del hombro», subraya Pinilla. 

Al mismo tiempo, surgen nuevas redes sociales que hacen de esa autenticidad sin filtros su bandera. Uno de los casos más reconocibles es BeReal, una aplicación que arrasa entre los más jóvenes y en la que te muestras sin filtros, solo una vez al día y solo para tus amigos más cercanos. Con este funcionamiento, se intenta promover la creación de una comunidad más real, que se aleje de la falsedad idílica de Instagram y que promueva un uso más responsable que no persiga solo acumular miles de seguidores. Pinilla y González muestran cierto escepticismo ante el boom de estas nuevas plataformas si eso no conlleva una reflexión más profunda. «Las redes seguirán siendo las mismas mientras las personas que las usemos realmente no queramos ciertos cambios», nos cuenta Pinilla. 

Más allá de la concienciación, la educación y de la difusión en redes, es precisamente en esas reflexiones y cambios individuales donde está la semilla para el cambio colectivo. Como personas, jugamos un papel importantísimo: aunque pensemos que no tenemos repercusión, con nuestros perfiles podemos influir en nuestro entorno con cada gesto y ayudar así a crear un entorno digital más consciente y respetuoso con nuestra salud mental y con la de los demás. «Podemos empezar por no realizar críticas sobre el físico de los demás o afear cuando alguien las haga, respetar el contenido de otras personas cuando no nos guste o compartir en nuestras redes información que pueda resultar útil para otros», concluye González. En definitiva, aunque no tengas muchos seguidores, quizá puedas ser influencer para alguno de ellos y ayudarle a poner en orden sus sentimientos: cuando hablamos de salud mental e Instagram, a veces se hace realidad el refrán de que compartir es vivir –y vivir mejor–. 

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