En tiempos de metaversos hipercomplejos y tecnologías que parecen capaces de hacer absolutamente todo, aún no hemos podido crear una máquina tan potente como la que el ser humano lleva de serie. En un día normal, nuestro cerebro toma más de 35.000 decisiones, casi todas sencillas, pero que sin darnos cuenta nos permiten vivir.
Millones de años de evolución nos han permitido mejorar tanto los procesos cerebrales que, según estiman los expertos en neurociencia, el 99,74% de esas decisiones están automatizadas, de manera que ni siquiera sabemos que las tomamos. Un estudio elaborado por un gran fabricante de tecnología para explorar el potencial cotidiano de la inteligencia artificial concluía que, por ejemplo, a diario tomamos unas 221 decisiones en torno a la comida y, en España, solo somos conscientes de cuatro de ellas. Los alemanes, por ejemplo, creen serlo de diez.
Aunque necesitemos que el cerebro vaya solo y decida por nosotros, en realidad son esas pequeñas elecciones cotidianas que sí sabemos que realizamos las que nos empoderan y nos acercan a lo que queremos ser, al estilo de vida que queremos llevar, y nos ayudan a sentirnos más felices. No pensamos con qué mano cogemos el boli, pero sí decidimos a quién llamar por teléfono, con quién quedar para compartir un espacio de nuestra vida, con qué o quién comprometernos o a qué estamos dispuestos a renunciar porque nos separa del sueño que nos motiva. Reducir la brecha entre lo que pensamos, lo que deseamos y lo que luego realmente hacemos es una decisión consciente. Podemos decidir bajar el ritmo, disfrutar de lo que importa o poner un nuevo rumbo a nuestra vida.
No todas nuestras elecciones tienen que ser de una trascendencia vital, ni marcar un antes y un después en nuestra existencia. Tampoco podemos pretender que sean siempre perfectas, ni caer en esa parálisis del análisis que nos bloquea y nos impide seguir avanzando. Como decía Sabina, se trata solo de vivir sin discutir con la almohada. En este nuevo número de Igluu, os traemos una selección de contenidos que invitan a una pausa para la reflexión. Nos acompañan artistas, antropólogos, expertos en IA y escritores, pero también tenemos tiempo para el diseño, la poesía y la buena música. Nos animamos a cuestionarnos desde cómo nos informamos en la era de bulo compulsivo hasta cómo consumimos cuando viajamos, comemos o nos vestimos. Al fin y al cabo, replantearnos cómo vivimos. Miguel Ángel Muñoz cuenta con alivio que, después de muchos años de aprendizaje, ahora es feliz con las decisiones que toma.
No siempre se puede acertar, pero siempre se puede intentar hacerlo mejor.
Bienvenido a Igluu —también en verano—.