Entendida en sentido amplio, tanto a nivel físico como mental, la salud es clave para disfrutar de una situación de auténtico bienestar. El descanso estival puede contribuir a ella casi como un tratamiento médico: tanto el mar como la naturaleza pueden ayudar a mejorar dolencias respiratorias o cardiacas y a reducir el estrés.
Desconectar de la rutina, disfrutar del tiempo libre con los tuyos y viajar a bellos parajes que nos ofrecen una atractiva combinación de diversión y tranquilidad. Esto es más o menos lo que solemos pedirle a unas buenas vacaciones. Pero, a veces, es muy recomendable añadir un factor más a la ecuación: la salud. En estos tiempos de culto a la hiperproductividad, en los que parece que debemos estar constantemente haciendo cosas, es fundamental que insistamos en los beneficios del ocio y del descanso de cara a mantenernos completamente sanos. Según explican los especialistas del Máster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad de Valencia, las vacaciones conllevan una serie de efectos positivos para nuestra salud. Entre ellos:
- Disminución de la presión arterial. Según un estudio, aquellas personas que no disfrutan de vacaciones tienen un 30% más de probabilidades de padecer una enfermedad cardíaca.
- Reducción del estrés. Una consecuencia lógica de la desconexión de las presiones y responsabilidades laborales.
- Mejora del estado emocional. Tenemos más ganas de retomar nuestras relaciones sociales con amigos y familiares, así como de establecer nuevas relaciones. ¿A quién no le gusta un sano amor de verano?
- Mejora la calidad del sueño. Es mucho más sencillo dormir a pierna suelta cuando no tenemos que ponernos el despertador o pensar en las tareas pendientes.
A estos beneficios generales deben añadirse otros derivados del mayor contacto con la naturaleza propio de las vacaciones, cuando solemos aprovechar para visitar aquellos parajes que nos resultan más gratos. Porque sí: está científicamente demostrado que la naturaleza es beneficiosa para la salud. Así lo indican varios estudios como el informe titulado Espacios verdes y azules y salud mental de la OMS, que afirma que los entornos naturales son muy positivos para el estado de ánimo y la salud mental.
Las investigaciones demuestran incluso que frecuentar lugares como bosques, parques, jardines o costas puede mitigar el impacto psicológico del cambio climático, favorecer el ejercicio físico y, en línea con lo que apuntaba también la Universidad de Valencia respecto a las vacaciones, ofrecer oportunidades de interacción social y lugares «para relajarse y dejar atrás por un rato el estrés cotidiano».
El mar por prescripción médica
El mar tiene numerosos beneficios para nuestra salud, como apuntan diferentes investigaciones y estudios desde la OMS a universidades de todo el mundo. Por ejemplo, según Health & Place, un adulto que vive a menos de un kilómetro del océano tiene un 22% menos de probabilidades de mostrar signos de un trastorno de salud mental que un adulto que vive a cincuenta kilómetros de él.
Además, las personas con problemas de asma y alergias pueden atestiguar que cerca del mar se respira mejor. Esto es así porque el agua salada es rica en yodo y en otros minerales y oligoelementos que nos ayudan a mejorar muchos problemas respiratorios, por ejemplo, asma, bronquitis crónica o sinusitis.
El agua salada es también muy beneficiosa para la hidratación de la piel, la cicatrización de las heridas y ciertas patologías cutáneas. Especialmente si hablamos de eccemas, dermatitis atópica o psoriasis. También es un antiinflamatorio natural muy eficaz para aliviar los dolores y la fatiga musculares, por lo que puede servirnos de gran ayuda si nos estamos recuperando de alguna lesión.
Sin embargo, hay excepciones: no debemos pisar la playa si padecemos enfermedades que empeoran con el calor y la exposición al sol, como sucede en caso de rosácea, lupus, herpes y, por supuesto, con el cáncer de piel. Tampoco es nada recomendable si sufrimos enfermedades oculares que puedan empeorar con la irritación causada por el agua salada.
Mejor bosques y montañas en estos casos
Está demostrado que, a mayor altitud, menor presencia de sustancias contaminantes en el aire. Además, la densa vegetación propia de estos parajes actúa como filtro depurador de la contaminación, condiciones hacen de la montaña un entorno ideal para las personas alérgicas o con problemas respiratorios: el polen, los ácaros, el moho y otros sospechosos habituales de causar alergias tienen una presencia considerablemente menor. Para disfrutar de estos beneficios no es necesario irnos de aventura cual sherpa a la alta montaña, ya que una altitud de poco más de 1.000 metros es suficiente.
Por otro lado, los ambientes forestales reducen los niveles de cortisol, la conocida como hormona del estrés. También son lugares con un menor nivel de ruidos y estímulos, en los que resulta más fácil descansar y dormir. Por tanto, si el objetivo es relajarnos y mejorar nuestro estado psicológico, la montaña es probablemente la mejor opción.
Algo similar se puede afirmar si la idea es ponernos en forma mediante la práctica de algún deporte o actividad física. Los bosques y montañas ofrecen una amplia oferta en este sentido, que incluye desde deportes extremos hasta opciones para todos los públicos que consisten, sencillamente, en salir a caminar disfrutando del entorno.
Una advertencia en este punto: los destinos de alta montaña elevan la presión arterial. Por tanto, quienes sufren enfermedades cardiovasculares deben tener cuidado y consultar previamente con su médico si lo que quieren es, por ejemplo, practicar alpinismo. Tampoco son recomendables elevadas altitudes en casos de asma, úlcera gástrica y, evidentemente, mal de altura.
En todo caso, las vacaciones, vayamos donde vayamos, no deberían considerarse como una especie de periodo de excepción que nos permita librarnos, por unos pocos días o semanas, de un día a día tóxico para nuestra salud física o mental. Nuestro bienestar debe ser prioritario si queremos vivir en una sociedad sana en la que las vacaciones nos sirvan de necesario descanso y desconexión para recargar pilas.