Viaje al centro de la placenta

La vida comienza con una conexión: el cordón umbilical y, en su otro extremo, la placenta, que durante nueve meses nos sostiene, nutre y protege. En la mayoría de ocasiones acaba en la basura tras el parto cuando, en realidad, es todo un tesoro médico para la investigación. Ahora, España se posiciona como el país de la Unión Europea con más donaciones de placenta y no es de extrañar: el único órgano temporal del cuerpo humano es una gran puerta hacia tratamientos médicos revolucionarios e investigaciones científicas.


Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. La vida arranca de la misma forma para todos. Crecemos en el interior del útero durante nueve meses hasta que nos reciben en el mundo con el corte del cordón umbilical. Una bienvenida que queda grabada para siempre en nuestro ombligo. 

Y de tanto mirarlo, casi hemos olvidado lo que había en el otro extremo: la placenta. Con menos de medio kilo de peso y unos 20 cm de diámetro, la placenta es el único órgano temporal del cuerpo humano y uno de los más importantes, ya que se encarga de mantenernos literalmente vivos en esa transición que hacemos de un puñado de células a un ser humano completo.

España lidera en Europa la donación de placenta, con Cataluña concentrando el 92% del total gracias a sus avanzados tratamientos.

Hasta hace poco, este órgano con forma de cojín se consideraba un residuo biológico que acababa por sistema en la basura una vez el parto terminaba. Sin embargo, hay mucho más allá de la placenta que la convierte en un valiosísimo recurso, tanto por sus propiedades regenerativas, gracias a las que podemos tratar quemaduras graves y lesiones oculares, como por su gran valor como objeto de investigación, ya es una huella dactilar del embarazo que permite hacer muchísimos descubrimientos.

Es por ello que, en España, que celebra su 33 aniversario en el podio mundial de donantes de órganos, las donaciones de placenta han crecido significativamente en los últimos años: en 2023, 948 mujeres donaron la suya en nuestro país, un 45% más que en el año anterior. Esto convirtió a España en el país de la Unión Europea con el mayor número de donaciones de placenta, con Cataluña a la cabeza concentrando el 92%.

Una puerta abierta al mundo 

Al igual que con la donación de sangre de cordón umbilical, cualquier mujer sana mayor de 18 años con un embarazo y parto normales puede donar su placenta. Pero, entonces, ¿por qué la mayor parte de las donaciones se aglutinan en la comunidad catalana? «Es posible donar placenta en toda España, pero en Cataluña existen unos equipos clínicos de tratamientos oftálmicos muy punteros”, explica la Dra. Dolores Hernández, médica adjunta de la Organización Nacional de Trasplantes. 

La placenta, y más concretamente la membrana amniótica (la capa que cubre el exterior del cordón umbilical y el lado de placenta que está orientado hacia el feto), es uno de los únicos tres tejidos que pueden ser donados en vida para múltiples objetivos, como producir colirios, «un procesamiento de lo más solicitado hoy en día». «También se están investigando nuevos tipos de injertos que utilicen el corion –una capa distinta de la placenta–, aunque todavía de forma muy preliminar», añade.

El estudio de las funciones de la placenta puede ayudar a construir placentas artificiales para garantizar la supervivencia de los bebés prematuros.

Así, cada comunidad define qué tipos de tejidos necesita. «Al tener cada comunidad transferidas las competencias sanitarias, cada banco de tejidos dispone de distintos recursos y prioridades, además de los protocolos de cada una», explica Dra. Anna Vilarrodona Serrat, directora del área del banco de tejidos en el Banc de Sang i Teixits. «El colirio para tratar el ojo seco es elaborado a partir de donaciones autólogas -cuando la donación termina en el mismo donante- en la mayoría de las comunidades autónomas, lo que explicaría la menor demanda de donaciones de placenta en comparación con Cataluña, donde predomina el uso de colirio derivado de membrana amniótica». 

Pero, sobre todo, la placenta es una valiosa fuente de conocimiento científico: una puerta abierta para comprender y continuar investigando qué es lo que ocurre dentro del útero, un campo que sigue siendo relativamente desconocido en comparación con otros porque siempre ha tendido a ser infrautilizado por la ciencia. 

Sin embargo, cada vez hay más proyectos dedicados al estudio de este tesoro médico que puede darnos cientos de pistas sobre la salud. Por ejemplo, la International Federation of Placenta Associations (IFPA) organiza congresos anuales para poner en común los avances más recientes en esta área de investigación y, en España, un proyecto liderado por los hospitales Clínic de Barcelona y Sant Joan de Deu consiguió 12 días de supervivencia de tres fetos de oveja con placentas artificiales tras estudiar al máximo la placenta. El objetivo final es aumentar la supervivencia de los bebés prematuros replicando las funciones esenciales de este órgano.

Además, dado el importante papel que la placenta desempeña en patologías del embarazo como la preeclampsia (hipertensión provocada por el embarazo) o la prematuridad, también hay estudios dedicados a su tratamiento y su asociación con la salud a largo plazo tanto de la madre como del hijo, por ejemplo, con respecto a su influencia en el sistema cardiovascular

Cada placenta es única, como una huella dactilar del embarazo, y revela información clave sobre la salud de la madre y el bebé.

Pero a este órgano tan misterioso como sorprendente le queda aún un tercer destino:  llevársela a casa después del parto para diversos objetivos que van desde pintar un cuadro de recuerdo del nacimiento del bebé hasta ingerirla con la creencia de que aporta múltiples (pero dudosos) beneficios. En España, la consideración legal de la placenta como residuo biológico establece que solo puede entregarse a los padres con fines religiosos o de culto, pero no para hacerse un batido

Y, sin embargo, en los últimos años ha crecido el interés por el consumo de la placenta, práctica no solo carece de evidencia científica que respalde sus supuestos beneficios, sino que conlleva riesgos considerables como el de la contaminación bacteriana. Así que, en palabras de la reconocida obstetra y ginecóloga canadiense Jen Gunter, «gracias por no comerte tu placenta».

Ya sea para su aplicación en tratamientos médicos o para avanzar en investigación, la placenta ofrece un potencial enorme que merece ser explorado. Además, la donación de placenta destaca por su sencillez, ya que no hay que hacer ninguna extracción ni obtención que no forme parte del proceso natural del parto, exactamente igual que con la donación de sangre de cordón umbilical. Tal como señalan las doctoras Hernández y Vilarrodona: si todas las donaciones son necesarias, la de la placenta es una especialmente positiva; se da en un evento tan importante como llegar a la vida.

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