Aunque sigamos coreando La gasolina o nos encante la estética Motomami, sabemos que los combustibles fósiles tienen que salir de la ecuación si queremos hacer frente a la emergencia climática, y la cultura pop tiene mucho que hacer en ello. La última campaña de la Fundación Renovables y Bankwatch Network propone dar una vuelta al guion de las películas para imaginarnos un futuro mejor para las personas y el planeta.
A finales de los años 70, Radio 3, llegaba a las ondas haciendo gala de ser la emisora menos mainstream de la parrilla con un eslogan poderoso: eres lo que escuchas. En apenas cuatro palabras, la frase resumía con exactitud el papel de la música en la construcción de nuestra personalidad, un poder compartido con las series, la literatura, el cine o la publicidad. Porque, nos guste o no, la cultura que consumimos en la pantalla o en la radio –o en Spotify– moldea nuestra forma de ver el mundo y hasta de comportarnos. Al final del día, la cultura pop es un reflejo de nosotros mismos, con todos nuestros gustos, miedos y aspiraciones a nivel individual o colectivo. Y también puede ser algo que nos ayude a imaginar un futuro más sostenible.
Pero conseguirlo no es fácil. En los últimos años –más bien, décadas–, el imaginario colectivo se ha impulsado de manera más o menos obvia por combustibles fósiles. No es ya solo que el lujo aspiracional siga muy ligado al capitalismo fósil –jets privados, velocidad, coches, aire acondicionado a todo trapo– sino que las referencias musicales o cinematográficas también lo están. Si a comienzos de los años dos mil en nuestro mp3 sonaba La gasolina de Daddy Yankee o el Gasolina, sangre y fuego del rapero Haze mientras íbamos al cine a ver una de las múltiples entregas de A todo gas, hoy intentamos ser más eco con lo que compramos… pero flipamos con la estética Motomami de Rosalía.
Aunque a nivel individual todos tengamos que convivir, en cierta manera, con nuestros dilemas, lo cierto es que la industria cultural es una herramienta poderosa para contar la emergencia climática e intentar crear relatos colectivos más atractivos que inspiren a frenarla. Por ejemplo, ¿cuántos jóvenes querrían ser bicimamis o cuántos preferirían ir A todo voltio? No sabemos la respuesta pero, aunque quizá no queden tan cool en los videoclips o las canciones, sí tenemos la certeza de que ir en bici o coche eléctrico es la mejor alternativa para las personas y el planeta.
Great for real life
Precisamente sobre esa premisa se construye Great for REAL life (Genial para la vida REAL), la última campaña de la Fundación Renovables y Bankwatch Network. Con ella, ponen de manifiesto el papel que juega la industria audiovisual en la percepción común de la emergencia climática, apelando a un cambio de narrativa que fomente la conciencia en materia de sostenibilidad, haciendo sexy y atractivo el uso de energías renovables.
Bajo el lema Climate action: not great for movies, but great for REAL life (Acción climática: no mejora las películas, pero sí la vida REAL), la campaña intenta añadir componentes clave para la transición energética dentro de conocidos productos culturales reconocibles para todos. Algo que puede que no mejore las historias, pero sí que mejorará el imaginario colectivo. Así, a lo largo de cuatro spots y otras veintiún piezas creativas para TikTok e Instagram dirigidas a público europeo, se parodian distintas escenas cinematográficas icónicas acercando, desde el humor, los argumentos técnicos de los beneficios de soluciones climáticas como las bombas de calor, las comunidades energéticas o la mejora de las redes eléctricas.
Harry Potter, Forrest Gump, El sexto sentido o Sonrisas y lágrimas son las películas climatizadas en los vídeos, pero en las piezas de la campaña también han imaginado cómo sería la versión eléctrica de Cars, qué habría pasado si los amigos de Friends hubieran tenido una bomba de calor en aquel episodio el que se le rompe la calefacción o si Tintín hubiese viajado a buscar plantas solares en lugar de ir al país del oro negro. «Cuando se trata de cuestiones relacionadas con el clima, la industria del cine ha glorificado el uso de combustibles fósiles o presentado narrativas sombrías sobre el fin del mundo que, aunque a veces pueden crear conciencia, no inspiran acción ni explican el lado positivo de la acción climática», explican desde Svalbard, la agencia creativa responsable de la campaña.
«Si nos han colado que El Padrino era superchulo, ¿no vas a conseguir contar que habitar un planeta habitable para la vida es guay?», se preguntaban @climabar en Instagram. En el reino de la distopía, imaginar un planeta mejor y más verde es un reto. Y nos va el futuro en conseguir contarlo (y cantarlo).