Además de ser el grupo más importante de la historia de la música pop, The Beatles fueron únicos en un montón de facetas, incluida la manera de cantar su amor por la naturaleza. Tanto en su trayectoria como grupo como en sus carreras en solitario, de forma más o menos directa, los de Liverpool anticiparon la necesidad de proteger el planeta. Aquí algunos ejemplos de ello.
Si hay día mundial de las croquetas, ¿cómo no iba a haber día internacional de los Beatles? Eso sí, como todo lo que rodea al cuarteto también genera divisiones: mientras que unos fans lo celebran el 16 de enero –día de la inauguración del emblemático club donde comenzaron a tocar en Liverpool, The Cavern–, otros lo conmemoran el 6 de julio, día en que se cruzaron por primera vez los caminos de Lennon y McCartney hace hoy 65 años. Sea como sea, cualquier fecha es buena para recordar la vida y obra del grupo que revolucionó el pop y el rock moderno.
Además de anticipar sonidos, ritmos y juegos líricos que siguen imitándose décadas después y ser los primeros en vivir un fenómeno fan casi tal y como lo conocemos hoy en día, los de Liverpool también fueron uno de los primeros grupos de éxito masivo en mostrar abiertamente su amor por el mundo que habitaban, medio ambiente incluido. En un contexto de emergencia climática, podríamos pensar que ya vemos Gretas en todas partes, pero hace años que la ciencia ya viene poniendo sus ojos en qué cantaban entonces artistas como ellos o como Bob Dylan. Y, en plena eclosión del movimiento hippie de los años 60, era inevitable que la naturaleza no se colase en mayor o menor medida.
En 2016, la revista Weather y el British Medical Journal se hicieron eco de un estudio coordinado por la científica Sally Brown en el que ella y sus compañeros partieron de 750 canciones populares con referencias al clima. Tras analizar en profundidad más de 400 de ellas, su principal conclusión es que Bob Dylan es el intérprete que más ha cantado al clima, seguido por los Beatles.
Como desarrollan, es bastante fácil encontrar en sus letras referencias a la meteorología y los elementos del tiempo. Por ejemplo, cuentan que la popular Here comes the sun (1969), una de las obras maestras de George Harrison surgió en un día especialmente soleado de primavera tras un invierno gélido en Inglaterra. Y así fue: los investigadores peinaron los registros y comprobaron que a un marzo especialmente frío le siguió un abril con unas temperaturas mucho más amables. ¿Qué cantarían con estas olas de calor?
Aunque para los investigadores, a nivel cuantitativo, la presencia no es especialmente significativa –sobre todo si tenemos en cuenta el considerable volumen de su producción musical y si la comparamos con otros temas como el amor o la amistad, casi omnipresentes–, la popularidad que han alcanzado algunas de estas canciones hacen de ellas ejemplos muy interesantes para analizar el recorrido del tiempo y el clima en la historia de la música moderna. Mientras que otros artistas cantan a las bondades del sol y la playa, los fab four incluyen mucho más a menudo elementos del típico invierno británico lleno de lluvia, viento y humedad desapacible. Como es habitual, utilizan el brillo del sol como metáfora de esperanza y alegría, y el sol cayendo o la lluvia para expresar lo contrario, algo que se cuela hasta en sus canciones más conocidas: And when the night is cloudy / There is still a light that shines on me,/ shine on until tomorrow, let it be.
La lista es interminable: las palabras que fluyen «como una lluvia interminable» y los pensamientos «serpenteantes como un viento inquieto» de la cósmica Across the universe, la contraposición entre lluvia y sol en Rain, las bromas con el clima británico de I am the Walrus (Sitting in an English garden / Waiting for the sun / If the sun don’t come, you get a tan / from standing in the English rain)…
Quizá mirar tanto a la naturaleza era el paso previo para querer protegerla. Lo cierto es que la Madre Tierra y todo el movimiento hippie comenzarían a estar cada vez más presentes en sus letras, sobre todo cuando se acercaron a la India, al Maharishi Mahesh Yogi y a todo lo que le rodeaba. Y, para muestra, el White Album. De hecho, en una de sus conferencias se inspiró Paul McCartney para componer la letras de Mother Nature’s son, la misma en la que se fijaría años más tarde John Lennon para un tema inédito, Child of nature, cuya melodía reutilizaría años más tarde en una canción en solitario que sí vio –y tanto– la luz: Jealous Guy.
Paul McCartney: Activista, vegetariano e impulsor del #MeatFreeMonday
Los Beatles dejaron de ser un grupo mucho antes de que la conciencia climática tal y la conocemos calase entre la población. Por poner un ejemplo, se separaron en 1970, dos años antes de que Naciones Unidas celebrase Conferencia de Estocolmo, considerada punto de partida en la gobernanza medioambiental mundial y de los movimientos ecologistas modernos.
Sin embargo, como hemos visto, sus miembros ya estaban desde hacía tiempo sintonizados con esa onda hippie tan próxima al ecologismo, rebelándose contra el consumo y cantando All you need is love. Como ellos dijeron en alguna ocasión, eran más famosos que Jesús, así que el altavoz lo tenían incorporado. Su asesinato nos ha impedido ver a John Lennon convertido en activista climático –aunque, solo escuchando Imagine, no es descabellado pensar que lo habría sido–, pero Paul McCartney puede decir con orgullo que lleva años dando la batalla.
Vegetariano desde hace décadas –hecho que se subraya incluso en su aparición en Los Simpson, por supuesto, como icono venerado por la también ecologista Lisa Simpson–, el británico siempre ha estado especialmente comprometido con el bienestar animal. En su disco Off the ground (1993) ya incluyó una canción titulada Looking for changes, en el que protestaba contra la experimentación en animales y cuyos beneficios fueron directamente a PETA, para que pudieran invertir en campañas de lucha contra ella.
Si ahora el debate público está más que actualizado en cuanto al impacto medioambiental del consumo de carne, Paul McCartney en 2017 ya estaba peleando para reducirlo con el documental One day a Week –por supuesto,claro homenaje a su tema Eight days a week–. En él, acompañado de sus hijas Stella y Mary, daba un nuevo impulso al movimiento #MeatFreeMonday, que inició ya en 2009 y que sigue hoy vigente y en el que pedía dejar de comer carne o productos animales los lunes.
Probablemente sea una de las caras conocidas más veteranas y con más impacto en eso de la lucha medioambiental. Lejos de diluirse con la edad, y en un momento de emergencia climática especialmente urgente, el compromiso del exbeatle se ha hecho cada vez más fuerte. En la COP21 celebrada en París en 2015 –sí, en la que se firmaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible–, McCartney estrenó Love song to the Earth, una oda al planeta con el que pedía a la sociedad y a los políticos reaccionar contra el cambio climático. A nadie le extrañaba: era la continuación natural del Mother Nature’s son.
Tras esa cumbre, con la llegada de Trump a la Casa Blanca, el negacionismo climático obtenía un inesperado y preocupante respaldo social. A ellos les dedicó en 2017 el tema Despite repeated warnings, en el que comparaba al magnate norteamericano con un capitán loco que lleva el barco a la deriva y le dedicaba un dardo: «no siempre la gente que más grita es la más inteligente». «A pesar de las repetidas advertencias sobre los peligros que vienen / el capitán no escuchará lo que se ha dicho. / A pesar de las repetidas advertencias que han hecho aquellos que saben / él tiene su propia agenda, así que seguirá adelante», decía.
No sabemos con qué energía se mueve, pero está claro que a Paul McCartney la pila no se le agota. Hace un par de años se unía a la organización climática australiana Surfers for Climate con el vídeo de su canción Wine Dark Open Sea, dirigido por el cineasta Jack McCoy. Con la difusión, se buscaba recaudar dinero para la organización, centrada en proteger los mares. Hacía años que el británico ya había vuelto sus ojos al mar: el mismo director se había encargado en 2011 de filmar un videoclip para Blue Sway, una canción inédita escrita hacía veinte años y cuyos beneficios fueron para la Surfrider Foundation.
Ni la acción climática ni la música necesitan días mundiales para celebrarse… pero siempre es bueno tener una excusa para darle al play. ¡Larga vida a los Beatles! (y a la Tierra, por favor).