En el mundo existen cinco zonas azules –territorios donde la mayoría de sus habitantes viven al menos un siglo–, un fenómeno que lleva tiempo llamando la atención de la ciencia en su eterna búsqueda del secreto para vivir más y mejor. Dentro de nuestras fronteras, varios municipios apuntan maneras para convertirse en las próximas.
«Lo que la mayoría de la gente cree que ayuda a vivir más y mejor es bastante erróneo», así de contundente habla el escritor Dan Buettner a la hora de explorar el eterno misterio de la longevidad. No lo ha descubierto en probetas de laboratorio y análisis genéticos, sino visitando las cinco zonas azules del mundo en su recién estrenado documental de Netflix Vivir 100 años: Los secretos de las zonas azules, donde se embarca en una aventura por esas comunidades en las que sus habitantes viven mucho más que el resto y mucho mejor: Okinawa (Japón), Barbaglia (Italia), la península de Nicoya (Costa Rica), Icaria (Grecia) y Loma Linda (California).
Qué es lo que contribuye a vivir una vida plena y feliz, cómo influye la comunidad en nuestro estado de salud o qué hábitos deberíamos aprender de las personas más centenarias del mundo son algunas de las cuestiones que se propone resolver Buettner en su aventura, donde sigue los pasos del astrofísico Michael Poulain y el gerontólogo Gianni Pes, pioneros en despejar la incógnita. Fueron ellos quienes en 2004 rodearon en el mapa con un rotulador azul aquellos territorios donde la vida seguía otro ritmo y sus habitantes podían alargar la suya hasta superar los 100 años.
El hilo conductor que conecta a los habitantes de todas estas zonas y deja datos sorprendentes –en Barbaglia, de un total de 830 habitantes, 20 eran centenarios– está formado por tres factores clave para la salud, según los expertos: quienes viven en las zonas azules se mantienen activos, tienen una alimentación saludable baja en carne y rica en frutas, verdura y legumbres y evitan fumar, objetivos que toda persona se ha propuesto alcanzar y adoptar en un momento de su vida. La diferencia, sin embargo, está en el propósito.
«En las zonas azules, llegar a mayor es una motivación», explica el escritor Franscec Miralles, quien junto al escritor Héctor García, viajó a Okinawa para conocer de primera mano este fenómeno. «Cuando entrevistamos a sus habitantes sobre qué era lo que le daba energía, la palabra que más surgió fue la del ikigai, traducido como vida que merezca la pena». En otras palabras, una razón de vivir o un propósito de vida que, recogido dentro de esta filosofía, es la confluencia entre «la pasión, la misión, la vocación y la profesión».
Sin embargo, la longevidad no es una ciencia exacta y no depende al cien por cien de nuestros deseos. Podemos estar cumpliendo nuestro propósito o adoptando hábitos saludables, por ejemplo, pero la genética ya tiene marcado nuestro destino. O sufrimos un accidente, fruto del azar, que pone fin a nuestra historia antes de lo esperado. También marca el peso de la balanza el territorio en el que nacemos y las condiciones socioeconómicas a las que nos enfrentamos. Pero sí sabemos, gracias a un modelo matemático, cuánto podemos durar desde el punto de vista biológico: 126 años. Hay ejemplos, como el caso de Juana, la persona más longeva de Cuba, o el de Swami Sivananda, en India, que lo demuestran.

A nivel mundial, los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúan la esperanza de vida media en 69,8 años para los hombres y 74,2 para las mujeres. Si todos sigue como lo previsto, las Naciones Unidas estiman que en 2050 la esperanza de vida alcanzará los 77,2 años y que España será el país con mayor esperanza de vida del mundo en 2040, un dato que ya ha llevado a la ciencia a poner el ojo sobre nuestro país en busca de más zonas azules.
Celanova y otras historias de longevidad
En la Terra de Celanova (Ourense), llegar a los 100 años no es una sorpresa. De los 17.108 habitantes que conforman el censo de la comarca, 55 personas cargan con más de un siglo a sus espaldas. En idioma estadístico: acumula 321 centenarios por cada 100.000 habitantes, lo que supera hasta siete veces la media española.
Así, Ourense, con 300 de sus 300.000 habitantes siendo centenarios, se convierte a sí misma y a Galicia en un laboratorio demográfico que puede ayudarnos a conocer el secreto de cómo nos cuidamos, como apuntan en este podcast de El País. Ya lo están haciendo: este año, un grupo de profesionales de la salud ha creado el laboratorio Ourensividad para estudiar cómo pueden influir el termalismo, la calidad del aire, la ausencia de estrés, las costumbres arraigadas y la dieta.
Tomando un enfoque más nacional, la Universidad de Vigo ha mapeado junto a la Fundación Mátrix la proporción de personas longevas en España. Destaca especialmente el noroeste peninsular, donde multiplica por cinco la media nacional y por 10 a los territorios del sur. En concreto, el mayor número de personas centenarias, 718, está en un territorio del noroeste formado por los municipios menos poblados de León, Asturias, Lugo y Ourense.

Como explican los expertos, entre los motivos de esta longevidad de las áreas rurales destacan la gran cohesión social entre los vecinos, una mejor calidad del aire y una menor exposición a los fenómenos meteorológicos extremos que ocurren en las ciudades. La pregunta es evidente: ¿se envejece mejor en el medio rural? Los datos apuntan a una respuesta positiva, aunque todavía hay numerosas investigaciones en proceso para determinarlo.
La Universidad de Teruel se ha propuesto resolver si en el medio rural es más probable llegar a anciano con una mejor reserva cognitiva investigando factores como la influencia de la actividad física, el papel de la microbiota intestinal (más habitual entre las personas del medio rural por el consumo de productos ecológicos), la actividad intelectual y las redes comunitarias y de apoyo. Por otro lado, la Universidad Pompeu Fabra ya ha demostrado la relación directa entre un mayor bienestar mental y el nivel de ruralidad: el estado de salud, la autonomía personal y el apoyo social influyen en la forma de envejecer. Y en el entorno rural tienen un peso mucho mayor.
«La autopercepción que tienen las personas mayores que viven en zonas rurales en referencia a las limitaciones de salud y envejecimiento se asocia a un deterioro del bienestar mental más bajo, mientras que la vida en zonas urbanas está relacionada con un mayor riesgo de sufrir problemas emocionales atribuibles a dificultades económicas», apuntan las autoras del estudio. Un dato que pone inevitablemente el foco sobre la despoblación, la falta de atención sanitaria y la necesidad de políticas integrales que cuiden más y mejor los entornos rurales, donde todo apunta a que se esconde el próximo secreto de las zonas azules en España.