El que canta (o pinta, o lee) sus males espanta

Desde que los primeros humanos bailaran en la cueva y pintaran en sus paredes, hemos utilizado la creación artística como herramienta de expresión y de cohesión con los demás. Ahora sabemos, gracias a la ciencia, que también puede servir para mejorar de forma tangible nuestro bienestar físico y mental: música, baile, literatura y teatro ayudan a sanar nuestras heridas.


La dibujante Catherine Meurisse esquivó la muerte por muy poco. Aquella mañana del 7 de enero de 2015, las sábanas que se le pegaron también le salvaron la vida. De haber hecho caso al despertador, ahora sería una víctima más del atentado yihadista en la sede del semanario satírico francés Charlie Hebdo que se cobró la vida de doce personas.

A la conmoción de haberse salvado de milagro se sumó la pérdida de algunos de sus mejores amigos, una situación extrema que le llevó a sufrir un shock postraumático agudo que le dejó cinco meses sin poder escribir ni dibujar. Cuando consiguió reordenar las piezas de su mente y coger el lápiz, nació La levedad (Impedimenta), un libro ilustrado donde aborda su odisea personal.

«Meurisse recuperó la voz perdida a través del arte», explica Silvia G. Esteban, acompañante terapéutica que, a través de la lectura, ayuda a las personas con problemas de salud mental a expresar sus sentimientos. A ella la literatura ilustrada –y el tratamiento psicológico– también le devolvió su voz tras sufrir maltrato y abusos sexuales en los primeros 30 años de su vida. Gracias a la creación pudo quebrar el escudo que había desarrollado frente al trauma. «Me ayudó a transformar la fealdad que sentía en belleza».

Durante los últimos nueve años, la especialista ha acompañado en el proceso a otras personas a través del club de lectura Descubrir la voz perdida. En él, hace de los libros ilustrados una herramienta de expresión que conecta a los participantes con su realidad y provoca mejoras tangibles. «Las imágenes permiten una interpretación mucho más democrática, facilitando el proceso a las personas con sufrimiento psíquico extremo que tienen problemas de memoria y concentración o dificultad para entender metáforas», explica.

La especialista considera que en la atención de este tipo de situaciones no se le da al lenguaje la importancia que merece. Por eso, para ampliar el impacto, también se dedica a formar a profesionales de la salud mental y bibliotecarios, una labor que combina con su trabajo en el Centro de Salud Mental de Hortaleza (Madrid): «En el club ha habido casos de personas que han vuelto a hablar, que han mostrado ganas de hacer más cosas o incluso se han animado a ir a librerías después de mucho tiempo sin salir de casa».

Aquí, ahora: el ancla en el presente

El arte ha desempeñado, desde que el mundo es mundo, un papel fundamental a la hora de expresar emociones, comunicar ideas y generar identidad cultural. Pero es ahora cuando surgen cada vez más investigaciones que constatan sus efectos tangibles en el bienestar físico y mental.

Fue en plena pandemia cuando la Organización Mundial de la Salud publicó por primera vez el informe What is the evidence on the role of the arts in improving health and well-being?. En él, tras analizar más de 3.500 investigaciones científicas, que las artes tenían un valor potencial en determinantes básicos de salud: podían prevenir la aparición de trastornos mentales y ser un apoyo en las ya manifestadas, además de ayudar a gestionar trastornos neurológicos y atender enfermedades agudas al final de la vida.

En 2023, la propia OMS instó a los gobiernos europeos a incluir las artes en los sistemas sanitarios. «Las artes no son para curar, pero pueden curar», dijo por entonces Christopher Bailey, responsable de Arte y Salud en la OMS. «Un médico preguntaría al paciente qué le pasa y un artista podría preguntar qué le importa. Ambas cosas son esenciales para vivir una vida plena», añadió en una reciente entrevista publicada en El País.

«Las artes no son para curar, pero pueden curar»

Christopher Bailey, responsable de arte y salud (OMS)

Lola Grundell, psicóloga sanitaria, ha trabajado con adolescentes con trastornos de conducta alimentaria y de personalidad en el Centro Adalmed (Madrid), donde se desarrollan distintas terapias ocupacionales como el deporte, la arteterapia y el teatro. Desde su punto de vista, hay algo que marca la diferencia: «El arte nunca se juzga desde la razón, sino desde lo que nos suscita. Cuando expresamos en palabras lo que sentimos, pasamos siempre el filtro de la razón. El lenguaje es una barrera para las personas con trastornos mentales, pues muchos de sus pensamientos son irracionales. El arte permite derribarla».

Llorar (y sanar) sobre el escenario

La actriz Carolina Lapausa se levanta a las cinco de la mañana casi todos los días entre semana. Los rodajes se lo exigen, pero lo hace con gusto. Interpreta a la doctora Luz Borrell en la serie diaria Sueños de libertad (Antena 3), pero el resto de su día lo dedica a su proyecto Teatro para la vida donde, de la mano de la psicóloga Chus Algaba, utiliza las técnicas interpretativas para trabajar la consciencia física y emocional en talleres dirigidos a adolescentes, adultos y personas mayores.

La actriz Carolina Lapausa, durante uno de sus talleres.

Estos encuentros son espacios, a fin de cuentas, donde dejar que surja todo: «Representar una escena que creamos nosotros mismos nos pone delante del espejo sin dejarnos escapatoria: nos hace ver lo que está pasando, nos ayuda a ponerle nombre y a experimentar tanto las emociones negativas como las positivas».

La experiencia le viene de largo. Durante 16 años, la actriz estuvo en una clínica de psicoterapia y trabajó, a través del teatro y la empatía, con adolescentes con graves trastornos de salud mental. «A través de los personajes abordan retos como la exposición y la timidez, y han podido adquirir herramientas para autorregularse y comunicarse mejor», relata.

En la autopercepción y la conexión con el cuerpo también tiene mucho que ver la danza, que nos hace sentirnos más cerca de nosotros mismos y del resto. «Bailar dispara el sistema de endorfinas y genera una sensación de calidez y calma», sintetiza un estudio de la Universidad de Oxford que analiza por qué esta disciplina nos hace sentir mejor y más acompañados.

«El lenguaje es una barrera para las personas con trastornos mentales. El arte permite derribarla»

Lola Grundell, psicóloga

«Bailar es una forma de expresión para cualquiera. Todos nos movemos por impulso, por cadencias, por sonidos: la danza es desfogarse y aprender a disfrutar de nuestro cuerpo», defiende Iraida Peña, bailarina profesional, finalista de Fama a Bailar y dueña de Élite Estudio Madrid, una escuela que acoge a más de 800 alumnos.

Siempre se encuentra el mismo patrón en el aula: la gente que llega nueva viene con vergüenza y miedo, pero acaba maravillada con todo lo que su cuerpo puede hacer. Lo ve especialmente en sus clases de heels, una modalidad que se caracteriza por usar tacones altos. «Es un baile concreto que da un gran empoderamiento porque te hace sentir sensual. De hecho, siempre partimos de un movimiento base que obliga a estar erguido, con el pecho fuera, nunca mirando para abajo. Eso hace que todo cambie», cuenta.

La bailarina Iraida Peña.

El arte puede afectar seriamente a su salud

Tras cuatro años observando los efectos de la música en directo en cientos de pacientes en entornos hospitalarios durante las intervenciones organizadas por la asociación Música en Vena, el por entonces director Juan Alberto García Cubas y su equipo se hicieron una pregunta: ¿puede haber una solución a través de las artes que sea accesible, rentable, transversal y que coloque al paciente en el centro de atención para mejorar su salud y bienestar?

Para responderla, en 2016, con la aprobación del Comité Ético de Investigación Clínica y la colaboración del Hospital 12 de Octubre de Madrid, la ahora llamada Fundación Cultura en Vena puso en marcha siete estudios clínicos sin precedentes bajo el paraguas del Proyecto MIR: Músicos Internos Residentes. Así, contrataron a 46 músicos profesionales que durante tres años estuvieron tocando en directo en las especialidades de Medicina Intensiva, Neonatología, Rehabilitación, Hematología, Cardiología, Medicina del Trabajo y Neurología.

«El teatro nos ayuda a experimentar y nombrar las emociones negativas y positivas»

Carolina Lapausa, actriz

Fue la primera investigación científica realizada en España sobre los efectos de la música en directo en la salud y sus resultados, además de mostrar un gran valor psicosocial al incrementar el bienestar de pacientes, familiares y profesionales, sirvieron de pistoletazo de salida para inspirar nuevas investigaciones sobre la relación entre arte y salud.

Una de las sesiones del Proyecto MIR | Foto: Juan Sánchez (Cultura en vena)

El horizonte es prometedor. «No pensé que fuese a ser testigo de un marco institucional sobre el tema como el que estamos viviendo ahora», explica García de Cubas, presidente de Cultura en Vena. Y concreta esos avances: «En 2021 la Comisión Europea creó Culture for Health, un proyecto intersectorial y transeuropeo con el objetivo de generar conocimientos, directrices y políticas sobre cómo mejorar el bienestar y la salud a través de la cultura. En noviembre pasado llegó el primer Mandato del Consejo Europeo para aumentar la conciencia sobre los efectos positivos de la cultura, crear más iniciativas intersectoriales, e implementar programas participativos y prácticas con enfoque en salud».

Por eso, la organización sigue impulsando, además de otras iniciativas, el Proyecto MIR. El objetivo es alcanzar un triple impacto que debería inspirar a la administración y las instituciones: mejorar los protocolos clínicos y humanización de hospitales a través de la experiencia de la música en directo, investigar las evidencias científicas sobre los beneficios de la música en la salud y crear nuevos circuitos entre lo cultural y lo sanitario. Mientras tanto, el arte, en cualquiera de sus formas, seguirá sirviendo de refugio.

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